jueves, 23 de agosto de 2007

Antología de Reacciones frente al anuncio del viaje I

No es que las reacciones que la gente tiene frente al anuncio del viaje sean del todo inesperadas, (pues siendo honestos, frecuentemente a uno mismo le han cruzado la cabeza), sin embargo, no dejan de asombrar, pues en ellas se exponen de forma cruda los valores (o los prejuicios) sobre lo que es y debe ser la vida.

Documentar y reflexionar sobre dichas reacciones es una tarea fundamental del viaje, pues constituyen la primera estación frente en la que habremos de mirarnos al espejo; empezar a poner distancia; definirnos a partir de lo que dejamos atrás.

Estos argumentos, vertidos espontáneamente, de botepronto, tienen sin duda algo algo de genuina preocupación por los que nos aventuraremos, pero sobre todo, a ellos subyace una lógica oculta, a la que el miedo y la envidia no son ajenas.

Hago aquí una pequeña antología que busca capturar las primeras tres reacciones que recibimos, para elaborarlas y resignificarlas, una tarea a la que habremos de volver una y otra vez antes, durante y después de la jornada:

1. "Estás echando todo por la borda".-

Quien así reacciona piensa que al irnos un año de viaje, estamos dejando pasar oportunidades profesionales, dilapidando capital financiero, desaprovechando redes de trabajo, debilitando relaciones con clientes; pondremos en peligro el puesto, el coche, el departamento. Que en una palabra, estamos perdiendo la inercia y el posicionamiento que hasta ahora hemos conseguido, a cambio de nada, pues para ellos el viaje es una especie de infatuación, de capricho, un espejismo.

Puedo conceder que si bien en el desarrollo de una carrera estas consecusiones son deseables (toda construcción supone un movimiento espiral, progresivo y acumulativo), darles tal valor entraña fundamentalmente una perspectiva conservadora de la vida, que supone en dicha acumulación la palanca fundamental para alcanzar el éxito; y en la posesión, un fin en si mismo.

Sin embargo quien así piensa, pasa por alto que la determinante última de una carrera no reside en el factor externo --la oportunidad--, sino, sobre todo, en la variable interna: el deseo, el sueño, la motivación. Son esas, cuando se tiene una pasión que perseguir, un sentido trascendente que conseguir, las que eventualmente volverán a crear dichas oportunidades y relaciones...

No hay que perder de vista tampoco, que cuando nos agarramos a las cosas, las cosas nos agarran a nosotros...

Por eso el viaje tiene un aspecto ético, en el que elegimos la aventura, la intimidad, la creatividad, y la confianza --por más fugaces, inciertos e inasibles -- como la forma de transitar la vida.

2. "Esto es algo que uno hace a los 22, no a los 34".-

Aquí subyace una lectura que valora el discurso adulto y lo supone como una etapa superior idealismo juvenil. En ese sentido, a los adultos les corresponde establecerse, no soñar; corresponde la sensatez, no la lucura; corresponde casarse, tener hijos, no perseguir sueños; corresponde hacer patrimonio, no correr aventuras.

Sin pasar por alto que detrás de esta sentencia hay una invitación razonable contra quien por temor a crecer se constituye en el perpetuo Peter Pan, y mantiene las ensoñaciones de su juventud para escapar a las realidades asociadas a crecer, no es difícil descubir también el paradigma conservador que le subyace. Y uno sinceramente se tiene que preguntar qué sentido de realización hay en encadenarse al automatismo del matrimonio, la hipoteca, los pañales, las colegiaturas, el préstamo, el fondo para el retiro...

Para contestar, el aforismo de Yourcenar es pertinente en este momento: "Entre la seguridad y la libertad, prefiero siempre la segunda".

Acaso también valga la pena recordar que los 30´s son una edad mística, de reflexión, como en Cristo, como en el Buda:
- Un pasaje en el que se sueña con la lucidez que brinda el haber constatado ya el potencial que tiene uno para desplegar su quehacer en el mundo.
- Un pasaje en el que con sus acciones, uno eligirá vivir despierto y ver a través de los ojos de la libertad, o dejar caer los párpados del sueño de la seguridad.
- Un pasaje en el que se desea asegurar que la contribución de uno estará enfocada justo en el sitio en el que dará un mayor fruto.

3. "Todos tenemos nuestro Shangri-Lá, pero la vida no es así".-

Si para los dos argumentos anteriores cabe una lectura indulgente para el detractor del viaje, en la que es posible conceder una interpretación razonable, esta tercera revela por completo a quien la esgrime por su cobardía. Pues esta es la respuesta del que ya se cansó de luchar; del que ha sido aplastado por la cotidianidad de sus responsabilidades, ha capitulado a sus sueños y se ha vuelto esclavo de sus obligaciones; ha terminado por concebir la vida como viacrucis, y ha dejado para un futuro que nunca llegará, la realización de sus sueños. En el mejor de los casos, para quien sustenta esta postura, los sueños son paraísos literarios o cinematográficos, fugas fantásticas y esporádicas, que sirven para aliviar la carga de la pesada jornada, pero nunca, como aspecto central del viaje.

¿Por qué renuncia uno a sus sueños, a sus deseos?

- Porque la vida es terrible --llena de filos de crueldad, de golpes inesperados, de escasez de recursos-- y más vale armarse, defenderse, reducir al máximo los riesgos, minimizar los contratiempos, atenuar al máximo la posibilidad de experimentar dolor, de estar expuestos a la necesidad.
- Porque somos cobardes --la frustración y el miedo son motivos potentes-- y es más fácil recorrer un script previsible pero con razonables posibilidades de satisfacción, que aventurarse a escribir un guión propio, siempre incierto, siempre trabajoso, siempre riesgoso, y expuesto a la mirada envidiosa de aquellos que no se han atrevido a emprender una nueva ruta.
- Porque somos débiles, y es más fácil ceder a la presión social que refuerza y recompensa a quien se comporta en la norma, y elige un estilo de vida que contribuye a construir la seguridad colectiva, que separarse y mantener encendida una chispa de individualidad, el deseo personal, y cargar sobre los hombros con la incomprensión y el rechazo del resto

Sin embargo, frente al escenario que plantea el Malestar de la Cultura, la alternativa está en la conciencia que captura la sentencia de Borges en El instante: "(...) El hoy fugaz es tenue y es eterno; otro cielo no esperes, ni otro Infierno."

No es Shangri-Lá o la vida; es Shangri-Lá o la muerte, pues...