sábado, 25 de octubre de 2008

Lente Lúdico

Aquí namás meando ¿y tú?...
Plaza Bolívar, Manizales

Más helado, papi...
Florida Blanca

Persiguiendo imposibles...
Salento
Yo puedo...
Valle del Cocora

Volar como palomas...
Florida Blanca, Santander

Hermanita, hermanita...
Parque de la 88, Bogotá

Cosquillas y resbaladillas...
Parque de la 88, Bogotá

Maina y las escondidillas....
Parque de la 88, Bogotá

Malabares desafiando a la policía...
Parque de Usaquén, Bogotá

Ilán y los arlequines...
Festival Abrapalabra, Bucaramanga

Pulsos y pirámides...
Festival de Teatro, Manizales

"Retiemble en sus centros la tierra..."

Un país. Colombia. 1948. Varios actores. Los más preeminentes responden a los reflejos de liberales y conservadores. Discuten sobre cómo resolver los problemas del país. Sus discusiones responden de inicio a un deseo genuino de mejorar, de transformar. Pero pronto su vocación se nubla por el deseo de poder. La clase política pelea. Se polariza. Se matan entre sí. El estado se debilita. Los pobres se hacen más pobres. Los ricos se hacen más ricos. El país se rezaga. El pueblo se desespera. No hay mecanismos de escalada, de renovación social. La pobreza asfixia. La violencia crece. Se consigue el pan al precio que sea. Algún idealista articula la idea de que la lucha armada es la única puerta de salida. Encuentra eco. Los primeros golpes. Los primeros atentados. La guerrilla es en efecto la voz de los pobres. Pero no hay ningún futuro en pequeños petardos y agitaciones. La revolución precisa actos más grandes, más radicales. La tierra ha de regresar al pueblo. Los ricos han de pagar. La guerrilla ataca. Roba. Agrede. Secuestra. Los pobres encuentran inicialmente en la guerrilla la atención que nunca recibieron del gobierno. Hay más orden bajo su gobierno. Los ricos pierden sus tierras. Los ricos se asustan. Piden a la fuerza pública que actúe. La fuerza pública es ineficiente. El estado es débil. Los ricos deciden protegerse. Conservar sus propiedades. Salvaguardar sus familias. Se defienden de quien los ataca. Contratan a sus propios policías. Crean su propio ejército de paramilitares. Disparan cuando es necesario. Pronto se dan cuenta de que el país, su futuro, requiere actos más grandes, más radicales. No hay progreso sin el respeto a la propiedad. No hay trabajo sin capital. La guerrilla ha de ser detenida. Los paras atacan. Roban. Agreden. Secuestran. El pueblo se encuentra entre dos fuegos. Los guerrilleros los acusan de aliarse con los paras. Los paras los acusan de aliarse con los guerrilleros. La muerte los asecha por ambos lados. Huyen. Dejan de producir. Se desplazan a la ciudad para salvarse. En la ciudad no hay trabajo. Entre más gente, menos medios. Se insertan en la economía informal. El estado debe tolerar la economía informal. Los ricos, temerosos, dejan de invertir. Sacan su dinero del país. La industria se paraliza. El gobierno recauda menos impuestos. Hay menos posibilidades para echar a andar programas que resuelvan la problemática inicial del país. Hay desempleo. El estado pierde credibilidad. Todo mundo necesita dinero. El negocio más rentable de todos, el narcotráfico, encuentra una oportunidad. El narcotráfico genera dinero. La guerrilla necesita dinero para financiarse. La guerrilla se colude con el narcotráfico. Se olvidan las consignas y las premisas. Los panfletos y los ideales. Los campesinos siembran coca en vez de sembrar papa. Ganan lo mismo y conservan la vida. El narcotráfico necesita lavar ganancias. Los políticos lavan dinero en lugar de crear condiciones para que se desarrolle el país. Ganan más y conservan la vida. El narcotráfico necesita agentes y pistoleros. Compran a los jóvenes de los barrios urbanos, desempleados desesperados. Los jóvenes mueven el negocio y hacen el trabajo sucio. Por ganar más qué importa perder la vida. Para impulsar el negocio atacan. Roban. Agreden. Secuestran. La clase media, la que está llamada a construir la historia de un país, se desinfla en medio de la descepción. Sus jóvenes dejan de ver en la patria una salida. Los más inteligentes y con medios piensan irse a otro lado. Estudiar en otro lado. El país se encuentra incendiado. Asediado por el miedo y por la muerte.

Muerta la tierra. Muerta la inversión. Muerta la cultura. Muerta la gente. Muerta la confianza. Muerta la camaradería. Muerto el futuro.

Un país. México. 2008…

Galería mínima de heroísmo colombiano

Simón Bolivar

Simón Bolivar – un hombre convirtiéndose en el cóndor que zurcó los aires para liberar a la América Andina-- nos observa desde lo alto mientras contamos cuentos en la Plaza Bolivar del Festival de Teatro de Manizales.

Bolivar cruza el Ande que riega dos océanos;
espadas cual centellas fulguran en junín.
Centauros indomables descienden a los llanos,
y empieza a presentirse de la epopeya el fin.
(Estrofa VI del Himno Nacional de la República de Colombia)



El hecho de que en Pereira, poco antes, hubiéramos encontrado otra rara escultura del libertador a unos cuantos metros del sitio donde participamos en el encuentro nacional de narración oral, amerita una nota en nuestro blog.




La escultura en Pereira retrata con patriótica dignidad al libertador, mientras huye en cueros de quienes, confabulados, pretendieron asesinarlo en plena pirueta de amor.

Cuenta la historia que una noche de septiembre del 1828 un grupo de conspiradores entra en el palacio donde Bolivar comparte el lecho con su amante, Manuela Sánez, determinados a eliminarlo. Manuela, convence a que Bolívar huya en vez de enfrentar a los rebeldes. Mientras Bolivar salta de la ventana, Manuelita toma una espada y sale, serena y valiente a desafiar a los que han irrumpido en la casa.


Manuela Saenz



A propósito, Manuelita tiene un papel no menor, al grado que hay quien le asigna el más relevante de los papeles en la historia de Latinoamérica. No para menos, su vida está plagada de pequeños datos coloridos: Hija ilegítima. Huérfana de madre a temprana edad. Educada bajo la tutela de una monja de nombre Sor Buenaventura. Casada con un inglés 26 años mayor que ella. Condecorada como “Caballero de la Orden del Sol” por su contribución al grupo que comandaba José San Martín para liberar Perú.

La historia de cómo se conocieron es digna de texto de actos fallidos. Bolivar entra en desfile triunfante a Quito. Manuela, que forma parte de la aristocracia, lo observa desde un balcón. En un impulso, le lanza una corona de rosas, pretendiendo que la corona caiga frente a su caballo. Sin embargo calcula mal y la corona cae con toda fuerza sobre el pecho de Bolivar. Bolivar más tarde le dice. “Señora, si mis soldados tuvieran su puntería, ya habríamos derrotado a los españoles.”

Se hacen amantes y compañeros de lucha.

Ella lo salva al menos en dos ocasiones: la referida, en que le cubre la retaguardia mientras él escapa, y otra, durante un baile de disfraces en que, enterada de la sobra que se alza sobre Bolívar, habiendo sido imposible advertirle con antelación, se comporta de forma impertinente durante la fiesta, obligándolo a retirarse…

De tal intensidad era el amor que sentía por el héroe, que a su muerte, ella intenta suicidarse, haciéndose morder por una serpiente…


Antonio Ricaurte




Finalmente, en Villa de Leyva encontramos otra estatua singular. La de Antonio Ricaurte, de quien se cuenta que en San Mateo, se autoinmoló, al volar la casa llena de municiones en la que se encontraba, mientras esta se encontraba rodeada por una gran cantidad de soldados españoles.

La explosión permitió a Bolivar, aprovechando la sorpresa, reagruparse, replantear la táctica y ganar ulteriormente la batalla…

Del hombre los derechos Nariño predicando,
el alma de la lucha profético enseñó.
Ricaurte en San Mateo en átomos volando,
deber antes que vida con llamas escribió.
(Estrofa XI del Himno Nacional de la República de Colombia)

Blanco y Negro a Color

Durante nuestra estancia en Bogotá, Herminso Ruiz Ruiz, fotógrafo del Periódico El Espectador nos hizo una serie de fotografías para acompañar el reportaje del Festival Quiero Cuento que aparecería en el rotativo para el que trabaja.


Como algunos cuenteros se quedaron atrapados en el tráfico rolo, nos dió tiempo para jugar un rato en el helipuerto del Edificio Colpatria.

Herminso nos contó que tiene una serie de fotografías llamada "Blanco y Negro a Color"; una propuesta en la que, con el puro juego del contraluz, consigue que las exposiciones que ha tomado con la cámara a color, den la impresión de que han sido tomadas en blanco y negro...

Y a diferencia de aquellos truqueros que prefieren llevarse sus secretos a la tumba, este mago generoso prefirió compartir y esparcir el secreto...




domingo, 19 de octubre de 2008

Bogotá a ras de piso

Caminar por las calles de Bogotá inevitablemente me remonta a la última ocasión que estuve por aquí, de trabajo, durante el 2007…

Claroscuros II. Bogotá, Avenida 11
Arturo Ignacio Peón Barriga

El día empieza con la entrevista del presidente de Cemex en Colombia. Un negocio de 400 millones de dólares.

- Puede que se trate de uno de los diez personajes más poderosos en el mundo empresarial colombiano.
- En toda la entrevista está implícito este poder: el papel que Cemex juega en el impulso al desarrollo de Colombia -- la vivienda, la infraestructura, el sector comercial; la interlocución con actores políticos y gubernamentales en cuya agenda la construcción es un tema de primer orden.
- Me cuenta incluso que el presidente Uribe recién apeló directamente a Cemex, pues en los foros y asambleas del pueblo que sostiene semanalmente, le ha sido reiterada la preocupación de la gente en torno al alto precio del cemento.
- Toda la mañana escucho su perspectiva sobre los retos de gestionar una empresa de alcance global, de desarrollar talento para cubrir las demandas de crecimiento de la organización; la dificultad de transformar la cultura, la mentalidad de la gente.
- Me cuenta también que a él le ha tocado estar en otros países en su carrera, y que ese tránsito le ha enseñado la importancia de que un líder se arraigue a su responsabilidad, a su organización, a su país.
- Me dice que pocas cosas son tan dañinas como el desarraigo, como la falta de compromiso, como la insensibilidad hacia la cultura del país en que se está y para quien se trabaja.
- Me dice: "En México, yo fui de México, y lo sigo siendo. En Colombia, soy de Colombia."

A media entrevista, el primer paréntesis, el primer contraste.

- Presencio su diálogo con una chica de la organización a quién recién acaba de detectársele el cáncer. Le da ánimos. Le comparte que hace dos años él pasó por lo mismo y logró sobrevivir.
- Frente al poder, el primer límite: la enfermedad, la impotencia.

Salgo de la entrevista tocado, sensible.

- Pienso en mi propio compromiso con mi país. En la responsabilidad de aportar algo, de hacer una diferencia.
- Pienso en el milagro de estar sano; en la alegría de tener salud.

Camino por la avenida 11, justo esquina con la 93.

- A lo lejos escucho una agitación. Me apresuro y atestiguo un accidente.
- En Colombia, en plena luz del día, sobre la calle circulan una serie de pepenadores con sus caballos y sus carretas. Compiten en el asfalto con los coches.
- A uno de ellos se le escapó el animal que se desbocó a correr por las calles, sin control. El caballo corre jalando una carreta con desperdicios.
- Sobre la carreta va también una mujer con un bebé de brazos.
- El hombre va metros atrás, corriendo y gritando.
- El caballo cruza perpendicularmente una avenida mayor, a punto de ser arrollado por un taxi.
- Se topa con el camellón y la carreta se vuelca.
- Mujer y niño van al piso y están a punto de morir aplastados.
- Llego justo en ese momento a la escena.
- Me domina un impulso de participar.
- El hombre está desorientado. Se lamenta. Profiere sollozos y clama al cielo. Utiliza un español que difícilmente yo entiendo. Menciona obsesivamente algo de la zorra (Más tarde alguien me explica que así se le llama a las mulas viejas en Colombia).
- La mujer está lastimada. El caballo está nervioso.
- Tranquilizo al hombre. Le doy indicaciones.
- Primero sacar a la mujer y a la niña del paso.
- Después desenredar al caballo.
- Luego volcamos juntos la carreta y lentamente la retiramos del paso.
- Recogemos los desperdicios.
- Se aglutina gente en la banqueta y rodean al niño y a la mujer.
- El hombre no puede pensar, no puede accionar. Está en crisis.
- El último paria de Colombia. Acaso uno de los más pobres del país. Todo cubierto de mugre. En harapos. Su mujer está lastimada. Su niño llora de espanto. Su caballo tiene una herida profunda en una de las patas traseras. El eje de la carreta está sumamente dañado.
- Llegan un par de policías a dialogar. No lo ayudan. Lo presionan. Lo quieren extorsionar. Sacarle lo poco que tiene.
- El no articula. No piensa.
- ¿Que recursos tiene este hombre?
- Su patrimonio entero acaba de ser dañado. No tiene educación. El Dios de sus plegarias parece estar demasiado lejos.
- Llega otro pepenador a auxiliarlo. Él también viene sobre una carreta con su mujer y una niña en brazos. Hablan su español antiguo y ajeno.
- Llega una ambulancia.
- Me retiro. Veo la escena de lejos. Me voy con una ambivalencia en el estómago.

El mismo día, el hombre más poderoso de Colombia y el más impotente.

Yo, en medio...

Bogotá desde las alturas























Un cucho y tres cuenteros de Medellín

Jota Villaza

Jota Villaza fue un niño muy enfermo, muy enclenque.

Los médicos le dijeron a su madre que él no podía jugar con los otros niños, pues corría el riesgo de que se le quebrara el esqueleto…

En los recreos, mientras él se apartaba, los compañeritos lo veían con recelo. En su cara se burlaban. Por lo bajo corrían rumores de que Jota no jugaba porque tenía miedo…

Un día Jota los llamó para contarles.

Les dijo que él no tenía miedo, pues él, era en realidad mucho más grande y viejo que ellos. Tan grande, tan viejo, que era incluso el padre de su abuelo…

“!¿Cómo?!” – le interrumpo mientras lo entrevisto en una pequeña oficinita que forma parte del espacio de Corporación Cultural VivaPalabra, la organización que él fundó...

Me lleva entonces, por este desvío, hasta el núcleo de una historia trágica y bella:

Su bisabuelo se llamaba Jorge Ambrosio Villa Zapata.

Por coincidencias de la vida, su padre también se había casado también con una Zapata (su madre), de tal forma que los apellidos de sus hijos, cuando nacieran, serían también Villa Zapata.

Aquel bisabuelo desapareció en medio de las circunstancias que Colombia ha vivido desde 1950.

Su padre de fue a buscarlo, mientras dejaba atrás a su esposa, embarazada del niño que a la postre sería él…

El niño (Jota) nació en ausencia del padre, y para cuando el padre regresó, sin haber encontrado al bisabuelo, a alguien se le ocurrió que para honrar la memoria del desaparecido, le pusieran al niño el mismo nombre, y dada su filiación, tendría exactamente los mismos apellidos… Lo bautizaron, igual que a su bisabuelo, con el nombre de Jorge Ambrosio Villa Zapata.

“Mi abuelo se dirigió a mí siempre como papá… Y quien ha sido designado por el destino como padre de su abuelo, está, de por vida, marcado para contar historias…

Unos llegan al oficio, y a otros el oficio los escoge. Como a mi oficio de cuentero, que nació de la coincidencia de dos azares: la historia de mi nombre y el signo de mis enfermedades.”

Pues en contar cuentos Jota encontró desde niño un refugio y un vía de respuesta a las burlas aquellas de los compañeros que lo tildaban de tilico, miedoso y flaco. Pues a él no le daban miedo los cuentos de flacas, esqueletos, espantos, fantasmas, desaparecidos y apariciones que los viejos contaban. No le daba miedo escucharlos y no le daba miedo, después, contarlos.

Y fue a punta de cuentos como se construyó una fama protectora de cuentero y de valiente.

A tal punto que los niños de la escuela lo buscaban, para que él les contara. Desde entonces cuenta cuentos, pues contar cuentos es ante todo una acción de vida. Cosas que den la vida y reciban la vida son cosas del alma. Contar cuentos es entregar el alma, regalar la vida que habita en la palabra.

Y en efecto, contar cuentos es lo que ha hecho profesionalmente desde 1985. Contar cuentos en los teatros, en los parques, en los bares, en las escuelas…


Fue justo en una de ellas, el Colegio Pedro Luis Villa de Manrique, tierra del tango, donde hace veinte años Jota hizo una función multitudinaria, frente a novecientos niños.

Ochocientos noventa y nueve escucharon en silencio. Uno no paró de hacer ruido...

Mauricio Posada, “Cosiaca”

Ese uno – más latoso que piojo de hotel de malamuerte, más inoportuno que ataque de comezón en el fundillo—era Mauricio Posada.

Fue tal la bulla que solito generaba, que Jota lo sacó de la función. Inútiles fueron los rezongos y los reclamos del niño. “Si yo pagué los quinientos pesos de la función”—decía.

Y se quedó con las ganas, pues si a él algo le gustaban eran los cuentos y los cuenteros…


Quince años después, volvió a toparse con Jota en la función de graduación de su primo (Robinson Posada), que había estudiado en VivaPalabra el diplomado de cuentero.

“¿Usted se acuerda del una función que hizo allá en el Colegio Luis Villa de Manrique?...” se acercó tímidamente a saludar a Jota al final de la función...

Al paso del tiempo aquella exclusión pedagógica ha tenido sus frutos: Cosiaca se hizo cuentero. En su corazón no sólo ha perdonado a Jota por aquel añejo episodio, sino que incluso ahora le asigna el lugar del cucho. Se le dice cucho a quién tiene experiencia de vida, a quien es sabio, a quien tiene autoridad legítima; a quien se respeta, pues está claro que tiene maestría en el oficio, que va adelante en el camino de la vida…

Igual que Jota, Cosiaca, cuando cuenta cuentos, caracteriza a un montañero paisa. Los paisas tienen fama de personajes un tanto mañosos, negociantes vivarachos y dicharacheros. Regionalistas, excéntricos, ocurrentes, y en las exageraciones, estratosféricos.


Lo cierto es que después de varios días de convivir con Mauricio en Medellín, en Pereira y en Manizales, uno llega a la conclusión de que su personaje –Cosiaca—es una extensión de sí mismo. Sigue siendo el mismo niño montañero de once años que Jota expulsó de la función de cuentos. Sigue siendo un mosquito, un piojo, un parlanchín ocurrente hiperactivo...

He aquí una pequeña antología de sus dichos, excentricidades y exageraciones que capturamos al vuelo en los días en que viajamos y reimos juntos:

Esa plata cayó como pedrada en ojo (sin esperarla)…
Ese pago es como la justicia, tarde pero llega…
Esa chica tiene más patas que un paquete de menudencias…
Ese hombre venía corbatado, como si tuviera más plata que el patrón…

Más demorado que viejito en cajero…
Más serio que una puñalada envenenada en el corazón…
Más asustado que monja embarazada…
Más sufrido que puta grosera…
Más perdido que ceja en la nuca…
Más peligroso que enano con barbera…
Más asustado que una gallina en un congreso de chuchas…
Más duro que chuparle jeta al suegro…
Más duro que encontrar la mamá fumando mariguana…
Más de malas que un cuentero con amnesia…
Más picada que muela de gamín…

Tan lejos que uno necesita una silla y dos culos…
Una loma tan empinada que allá para robarle la plata a uno, lo empujan…

Cada vez que alguien me pide que yo le cuente un cuento fuera de contexto, le reviro: “no fuera yo ginecólogo o boxeador...”.
El cuento fue tan bueno que al final las chicas se me acercaban y me decían: “Cuentero, capullo, quiero un hijo tuyo…”
Era una mamacita de 180 meses… (quince años)…

Robinson Posada, “El parcero”

Robinson, el primo por el que Cosiaca llegó a Viva Palabra, cuenta cuentos porque lleva una lágrima, un dolor, afincado en el corazón.

A través de un personaje de esquina --un personaje pintoresco, atrevido— invoca y evoca a los pareceros --amigos del barrio, vagos del parche del popular número ocho, sicarios de oficio--, que murieron en una década, rebasados por el narcotráfico, a punta de plomo.


Apuesta a que la memoria de los amigos muertos active las posibilidades de un destino distinto para una generación de jóvenes de las comunas de Medellín (y otras ciudades de Colombia) que están acosados por la falta de oportunidades; asfixiados por las mismas circunstancias que sufrieron aquellos otros, que ya, trágicamente, descansan en cajas de madera… Apuesta a la palabra como catarsis, como vehículo de sublimación…

Sus historias son como una bala en el corazón, como estallido de bomba molotov…

La nevera (Adaptación del cuento original de Jairo Esteban Giraldo).

Al Mono cuando era chiquito, la mamá lo mandaba con la arepa con huevo envuelta en la bolsa de leche y el chocolate en el tarro de Mylanta, todos los días pa´la escuela; apenas el palaito entraba al salón todos nosotros, sus compañeritos, lo bataniabamos y luego lo encendíamos a tren de coscorronazos, le ensuciábamos la ropa, le quemábamos los cuadernos.

Una vez le hicimos el champú. Tú coges un tarro de sacól, pegante para los zapatos, te acercas al individuo al caso y le viertes todo el líquido a lo bálsamo, metes tu mano al bolsillo y sacas un encendedor o fósforo y lo lanzas… Eso es mejor que las chispitas mariposas. Y cuando el Mono llegaa a la casa con la ropa sucia y los cuadernos vueltos nada, la cucha lo encendía, le pegaba con reverendo Cable unión y lo mandaba a hacerle mandados a las vecinas, y claro, éstas pillaban los códigos morales en las piernas y no le tiraban la liga como ellas acostumbraban.

¡Ah!, el Mono se aburrió de vivir allá en el Popular Número Ocho y se abrió del parche, pero al tiempo cuando regresó: tenis Nike siete recámaras, pantalón brumo tres costuras, las bambas de oro y los anillos, una gorra Nike que le trajeron de las Lunaites Istititis y montao en una reverenda K.M.X.

El mono se daba unos reverendos roces en esa moto, verde fosforescente envenenada y cuando paseaba por la cuadra, todas las chinas del barrio se parchaban en la esquina de Don Juaco a ver ese agite,porque las chinas de mi barrio tienen muchas “aspiraciones”, ¡todo hay que deciro, todo hay que decirlo! Ellas aspiran gasolina toda la que les metan, y apenas ven que el Mono se baja de la moto, todas en coro le van diciendo:

- ¡Mono, sayayín! Mono, entonces qué, ¿nos va a dar un vueltón en esa moto pa´despelucar un rato?... Diga que sí monín, diga que sí.

El Mono sabía como era la jugada con las peladas y va sacando un fajo de billetes de cinco y de diez luccas y les va diciendo:
- Saben qué pelaitas, vayan tomando gasimba que enseguida vengo y me las robo.

El mancito seguía dandose los roces en la moto, cuando pasaba por los balcones de las cuchas e interrumpía su coloquio.

- Oiste mija ¿y qué tu marido te dejó por irse con la mujer del carnicero?, ¡No puede ser mija!, como dice la ley de Morfy, sabe qué, párchese al carnicero, una librita de carne todos los días… Espérate. Mirá Estrella, ¿ese que va en la moto no es el Mono? …como es de buen muchacho, como está de grande y de querido; espérate. Mono, Mono, entonces qué mijo, ¿me va a colaborar pa´comprarle la leche a los niños?

El mono sabía como eran esas cuchas torcidas, bagresaurias, y va sacando un fajo de billetes de cinco y diez lucas:

- Sabe qué cucha, yo las apadrino, tome que yo no me llamo nada.

Más tarde se daba unos roces en la moto por el parche y ahí estábamos todos armando un soplao, pegando un flojo, cuando vemos que el rey de reyes, el señor de los señores se acerca.

- Mono, parcerito, Mono, ¿entonces qué?, ¿nos va a ligar, nos va a aforar, pa´enseguida pegarnos un policarpazo? Diga que sí monín, diga que sí. Y al mono sin temblarle la mano, va sacando ese fajo de billetes de cinco y diez lucas:
- ¿Sáben qué socios?, yo no me llamo plata.

El Mono. Ese man era un dios en el Popular Número Ocho porque tenía… “$entimientos”.

Un día llegó a la casa como a las tres y media, di tú, cuatro de la tarde; se quitó los Niké siete recámaras, el pantalón Brumo tres costuras y la misaca de Oxígeno y se parchó en el mueble de la cucha a pillar los Pokemón, a los cinco minutos suena el teléfono y es una voz gruesa que dice:
- Mono, aquí lo está esperando el patrón pa´que vaya y le haga un agite.

El Mono cuelga, se pone la pinta, se monta en la moto y ¡SSSóbelo! Llega donde el patrón, lo parchan en la mesa grande en la poltrona negra, el patrón le da todas las indicaciones. El Mono copia sustantivo, sale pa´la iglesia, ¿a qué?, a ponerle la veladorcita a María Auxiliadora, y a los diez minutos… ¡Boom! en el centro comercial.

El Mono de guás llega a la casa, se quita los Niké, Brumo, Oxi… y se parcha en el mueble de la cucha a ver los Pokemón. A los tres minutos suena el teléfono y una voz guresa le dice:
- Mono, usted sí que es abeja, es duro pa´tirar bombas hermano.
- Bobaítas que aprendí en la primaria. Pero sabe qué parcero, me le dice al patrón que me tenga las lucas listas, porque sino a usted lo caliento.
- ¡Aaah! No llavería, aquí lo estamos esperando.

El Mono se pone la pinta, se monta en la K.M.X. y pa´donde el patrón. Cuando llega todo el mundo está farriando. ¡La música a todo taco! “/Cómete un chicle, /cómete un chicle/. /Por favor, cómete un chicle…/”

- ¡Que pongan otro Cidis!
“/Sacúdelo que tiene arena/,
/sacúdelo que tiene arena/,
/sacúdelo que tiene qué, tu sabes…/”

El patrón, apenas lo divisa por esa multitud de cabezas, lo coge y se lo lleva para sí. Pa´la oficina, allá le entrega todo el botín, toda la pasta, toda la Money, toda la blanca, todo el menaje, es decir, la orgía de manes barbaós expresidentes con las indias en el medio.

El Mono guarda y rumba pa´la calle y se le prende la luminosa… -¡Claro, el regalo pa´la cucha, bien elegante, el regalo que la cucha siempre ha querido, una nevera No Froster, de esas que fabrican hielo a la lata y que no hay que lavalas-. De plonazo llega al almacén de electrodomésticos.

- Buenas tardes Doña, ¿cuánto vale la neverita?
- ¡Por Dios santísimo, que no me vayan a atracar! Sí, buenas joven, la nevera vale dos millones doscientos cincuenta mil pesos y me hace el favor y se me retira del local.

- ¿Cómo Doña, dos millones doscientos cincuenta mil pesos?... A ver yo pienso… el seno a la tangente sobre la cosecante, porque es raíz cuadrada de dos millones, pi=3.14, 16, cateto adverso, A + B = C, esto es igual a A x B = C sobre nevera. Esto es igual a A x B = C + B. ¿Cincuenta? Vea doña, vamos a hacer una cosa más elegante, yo le voy a dar tres millones y el resto es pa´que ustede tome gasimba de cuenta mía a lo bien.

- ¿Cómo Doctor? Bien pueda Doctor, ¿una gaseosita? ¿una aromática, ron, café? ¡Si no, es sino que usted diga doctor!

El mancito le suelta todo el verbo, la cucha le coge las placas y el mono le dice que cuando la nevera llegue a la casa que tenga un moño bien grande, fosforescente, y un letrero que diga:

“¡DEL MONO PA´LA CUCHA EN EL DÍA DE LAS MADRES!”.

El mancito sale pa´la casa, como la cucha todavía no ha llegado, claro pa´darle la sorpresa bien elegante cuando se pille la nevera nueva. A los cinco minutos suena el teléfono y es Erika.

- ¿Aló?, quiubo parcerita, ¿entonces qué? Ya tengo las lucas. ¿Cómo es la movida pues? Invite pues la corte, a los del combo de la 1 y los del Hueco, que la farra va de cuenta mía, que a mí no me da cutupeto. ¿Cómo es la movida? ¿entonces qué?
- No Mono, que tengo el corazón arrugáo, a lo bien.

- Qué le pasó parcerita?, no se me escame, la vida como es de vella, ¿no ha escucháo el tema?
“/Vive la vida/, /mira que se va y no vuelve/”
- ¿Qué le pasó parecerita, ah?
- No, Mono, ¿vos no escuchaste la bomba del centro comercial?

- Ah, no parcerita, hay que despelucarse, es que en esta ciudad hay mucha gonorrea, a lo bien. Yo tengo ganas de abrirme del parche, sisas, a lo bien, de irme pa´las Llunais. Usted sabe que eso va empacado en tres bolsas de caucho, y que los rayos X son sólo pa´las maletas. De cuenta mía, ¿cómo es la movida, cómo es pues?
- No, Mono, es que sabés qué, en el centro comercial estaba tu cucha.


El Mono, deja, caer, len-ta-men-te el teléfono, mientras escucha que suena la puerta, la abre y ahí está la nevera NoFrost, (de esas que fabrican hielo a la lata y que no hay que lavalas), con el moño y el letrero que dice:

“¡DEL MONO PA´LA CUCHA EN EL DÍA DE LAS MADRES!”.


Mauricio Patiño

A Mauricio el destino lo sacó del trabajo que tenía como empleado atendiendo el mostrador de una papelería para ponerlo definitivamente sobre las tablas.

Por una ruta laberíntica cayó en un taller de expresión corporal y movimiento que Robinson Posada impartía.

Robinson lo exprimió. Le sacó sudores que llevaban siglos acumulados dentro de él. Le hizo brotar dolores en músculos que no sabía que tenía. Le puso el esqueleto de cabeza. Lo hizo palpar, vibrar, estirar, mover el cuerpo, a tal punto que la camiseta que llevaba puesta aquel día se rasgó…



Quizá fue esa calixtemia expresiva la que marcó la ruta de Mauricio en la narración oral, pues Mauricio cuenta no sólo con la palabra, sino con el cuerpo. Su cuerpo habla con tanta elocuencia como su boca; su cuerpo es una caja de ritmos, una colección de ángulos desafiantes. Con una dinámica que de tan trabajada aparece natural para el espectador, Mauricio consigue hacernos creer mientras cuenta que en el escenario hay objetos, veredas, paredes, que no existen en realidad más que por obra de su mímica precisa en ese virtual universo escénico.

Mauricio –el atleta que lo habita, el bailarín que se le mueve dentro-- se desplaza con tal ligereza, que no sorprendería si un día uno se enterara que en realidad tiene alas…

Desde esa relación lúdica con el cuerpo en movimiento en el setting escénico, que Mauricio ha formulado una teoría sobre el caminar –en la que asigna al movimiento una entidad objetiva, independiente de las personas— a saber:

“Todos, cuando caminamos o nos dirigimos hacia un lugar por medio de un vehículo, vemos que afuera los cuerpos estáticos se quedan atrás a medida que avanzamos. Pero es una ilusión de nuestros sentidos, pues la verdad radica en que nosotros, seres vivos “autónomos”, nunca nos desplazamos de un lugar a otro, si no que, al caminar, el universo (…) en conjunto se mueve hasta dejar a nuestro alcance el lugar hacia el cual nos dirigimos. ¿Cómo es esto Al caminar, la tierra empieza a moverse en dirección opuesta a nuestra meta, a manera de banda o alfombra que pasa debajo de nuestros pies, hacia atrás, y a medida que avanza, nuestra meta es arrastrada hacia nosotros, estáticos.

(…)

“Detrás de nosotros, Ellos jalan la alfombra para que no se enrede y/o levante y le dificulte el caminar a otros. Ese es el trabajo de Ellos, estar detrás, encargándose de dejar el mundo como si no se hubiese movido.

(...)"

De esa teoría se desprenden hipótesis diabólicas sobre fenómenos cinéticos–el jalón de piso, el cese de marcha, la ayuda desinteresada, la quietud inexplicable—y corolarios curiosos – los cielos destemplados, los ríos de Ellos, la ingenuidad humana y la naturaleza de la lluvia…

Ahora bien, para acceder al detalle de esta novedosa teoría, habría que conseguir el volumen 9 de la edición de Diciembre del 2005 de la Revista Contante y Soñante, donde el artículo in extenso ha sido publicado.

La referencia, además de ser práctica para el lego interesado en el movimiento escénico, es obligada para quien quiera tener una perspectiva más amplia sobre este cuentero, pues resulta que sobre sus hombros reside en buena medida la labor editorial de esta publicación de la Corporación Cultural VivaPalabra.

Y es que Mauricio, este infatibable cuentero de 23 años y toda la vida por delante, ha ido tomando la estafeta de Jota en varias de las trincheras en las que VivaPalabra hace honor a su nombre; el programa dominical de radio en la Radiodifusora de la Universidad de Antioquia es otro ejemplo.


Y que Jota sea el que aliente este relevo (aún contra la advertencia que le hacen de que está creando a sus propios competidores al formar a nuevos cuenteros) se entiende cuando uno roza la sencillez de este cucho generoso al que la vida le brota entre achaque y achaque.

Pues desde la sabiduría de los viejos (esa que a él le viene de haber sido el padre de su abuelo...), sabe que lo único que queda de uno cuando se acaba su tiempo en la tierra es la palabra. Y por eso, justo por eso, es que le urge sembrarla...


sábado, 18 de octubre de 2008

Diana Atehortúa, fotógrafa de Medellín y alrededores...

En Medellín conocimos a Diana Atehortúa, una joven fotógrafa con quien nos encontramos un domingo en el Parque La Floresta para que nos mostrara su trabajo.

Ahí está Medellín y sus alrededores... Está su mirada colorida...