Ginger, una perra, se corta la pata. Camina por toda la casa. Hace un reguero de sangre. Charcos. Manchas rojas por doquier.
Blanca, la cocinera de la reserva, lo ve. Siente un mazaso en la cabeza. Por un instante todo ha vuelto a ocurrir. Siente que está de vuelta en el Salvador; que tiene doce años; que la sangre no es de perro, sino de hombre.
Como en su casa, como en las calles del pueblo, donde todos los días amanecían sacos llenos de cabezas de los muchachos.
Cabezas que el ejército había cortado la noche anterior.
Inmigrantes II
Pasaron cuatro meses construyéndola en la sala de la casa, para que no los descubrieran.
Cuando finalmente estuvo lista, acordaron que la noche del viernes era la indicada. Para sacarla, tuvieron que tirar la pared de la casa. La cargaron, de madrugada, a lo largo de cuatro kilómetros antes de llegar al agua.
Entonces, finalmente, la botaron. Eran más de doce en la lancha. Todos licenciados, doctores, maestros, enfermeras, ingenieros.
La primera pelea ocurrió el día que el motor falló. Habían pasado cuatro días desde que zarparon. Durante la construcción ya alguien lo había dicho: "ese armatoste de motor, esa mierda de carcacha rusa no serviría para nada. Mejor sería ir a remo."
Todo ocurrió después con la misma potencia de la corriente a la deriva que los llevó.
La lancha empezó a hacer agua, pues la madera con que la hicieron no era buena ni estaba bien curada. Alguien tenía que estar permanentemente sacando agua. La comida empezó a faltar. Comieron peces crudos. Bebieron la sangre. Dos se pelearon a puños por el mando. W. pensó que moriría el día de su cumpleaños, pues más de diez tiburones rodeaban el bote.
Todavía en el Caribe los encontró la guardia marina de alguno de los países de la zona. Veinte días después de haber zarpado de la Habana. En la lancha de la guardia costera que los rescató viajaba por casualidad un camarógrafo que participa en un documental de conservación animal.
A partir de ese momento todo aparece grabado en la cámara.
La primera palabra que sale de los náufragos para la cámara es un insulto contra Fidel, una maldición contra la revolución.
A pesar de ser de otro país, el guardia recomienda cautela. Sugiere no hablar a la cámara nada que pueda comprometerlos.
Los náufragos pasan media hora en silencio. Vigilantes.
Pero pronto, uno a uno se confiesan frente a la cámara. El aislamiento, la desesperación que han acumulado a lo largo de su experiencia es más grande que el temor a ser deportados, a ser castigados por el régimen. Hablan como si necesitaran que otro fuera de la barca confirmara a través de su escucha que continúan vivos.
W. es la primera en hablar: “Te voy a contar una historia, que no me lo vas a creer…”
Después de dos días en tierra y con una reparación provisional del motor, los cubanos vuelven a lanzarse mar adentro, con el consentimiento de la guarida costera.
Tres meses más tarde, el camarógrafo recibe un correo electrónico de W. escrito desde Miami. Ella le cuenta que consiguieron llegar a México en la barca, y desde ahí, cruzaron hasta EUA como ilegales.
W. quiere volver a ver al camarógrafo, dice en su correo. Está enamorada…
Inmigrantes III
Estandartes de la Virgen de Guadalupe. Banderas mexicanas. Banderas estadounidenses. Banderas salvadoreñas, guatemaltecas, nicaragüenses.
Grafiti en los barrios chicanos de Los Ángeles. Rascacielos en la ciudad de Nueva York. Puentes en la ciudad de Chicago.
Gente. Una multitud.
Rancheros en sus enormes camionetas juegan a abatir mojados en el desierto de Arizona como si se tratara de un un juego de X – Box.
Se anuncia la creación de un muro virtual en la frontera de México y Estados Unidos.
Consignas. Pancartas. Gente tomada de las manos.
Es la fantasía del director Sergio Arau hecha realidad. “Un día sin mexicanos”.
Millones de chicanos han salido a las calles a protestar. A pedir que la hipocresía termine, que este país reconozca la contribución que ellos tienen a la economía; que este país recuerde que fue fundado por inmigrantes perseguidos; que este país regrese al espíritu generoso que la ha hecho grande; que vuelva a soñar el sueño aquel del hombre que llega a América desesperado, con un bulto por toda posesión, y quebrándose la espalda trabajando, encuentra una vida mejor.
Mientras tanto, varios centenares de policías enormes, montados en caballos enormes, con macanas enormes, observan el desfile en primera fila.
Seguramente más de la mitad de ellos son nietos de inmigrantes italianos, irlandeses, alemanes…
Daniel Velazques, artista en residencia
Tres historias de inmigrantes documentadas en película por Daniel Velázques, el artista en residencia que vive en el M.E.T. de Belice, con quien cada noche, después de nuestra jornada a caballo, compartimos la cena y la charla.
En principio, es fácil rastrear el interés que Daniel tiene en contar estas tres historias en su registro biográfico: él mismo es hijo de inmigrantes mexicanos, chihuahuenses, que cruzaron el Rio Bravo para radicarse en Los Ángeles hace cerca de cuarenta años.
Sin embargo, como en toda su obra, este documental lleva también indirectamente un filo de denuncia política. Más allá del drama humano del inmigrante, contar estas tres historias pretende, en parte, hacer patente las consecuencias de la política exterior de Estados Unidos en la región.
Desde hace tiempo este afán de denuncia espolea el trabajo artístico de Daniel. Mientras comentamos el material audiovisual que nos mostró en su laptop en la palapa de La Cantina, nos comenta su impresión de que en realidad todo el asunto del muro fue una cortina de humo para distraer a la gente del interés central del gobierno de Bush en aquel no tan lejano 2006: la aprobación de recursos extraordinarios para la guerra de Iraq.
Daniel piensa que la trama que encabezó el tandem Bush & Cheney tiene elementos para presumir una dinámica perversa: Profit from problem & solution.
De esta adhesión de ver y denunciar lo que algunos ven como un complot de un grupo de intereses económicos salió la serie de pintura de Bush´s Gas Mask Co.
Y es que Daniel, como otros, encuentra elementos suficientes para denunciar el conflicto de intereses que los Bush y sus amigos tienen, pues mezclan el interés público que supone dirigir al país más poderoso del mundo, con el interés privado de un portafolio de inversión que tiene una diversificación perversa: intereses en la industria armamentista, petrolera, farmacéutica y de compañías de logística y urbanización.
Y es que en el caso de Daniel, su trabajo de denuncia difícilmente puede ser calificado como una ocurrencia superficial o como una moda pasajera. Su historia comienza hace años, cuando formó parte de uno de los organismos estadounidenses dedicado a ayudar países empobrecidos y sitios destruidos. Daniel fue parte de la misión que reconstruyó la Isla de Antigua después de que fue azotada por algún huracán; parte del equipo que levantó varios poblados Chilenos que arrasó un terremoto; parte de la fuerza de paz que contribuyó al reestablecimiento de los desplazados guatemaltecos y salvadoreños en Belice.
El idealismo que lo llevó a involucrarse en los Peace Corps (nacidos en la administración de JFK) o en los Crisis Corps (una iniciativa de Clinton emulando a su héroe político), fue diluyéndose con el tiempo.
Pues si bien Daniel reconoce el impacto que los recursos y la labor humanitaria de estos grupos tiene en las poblaciones afectadas, y cree profundamente en el espíritu que los engendró, no deja de creer que han sido tergiverzados, y se los utiliza los utiliza con fines económicos --para inocular en las poblaciones el uso de materiales de compañías estadounidenses (en las misiones de reurbanización); o bien como agencias de inteligencia para el control militar (cada uno de estos voluntarios debe remitir informes trimestrales en los que se detalla, entre otras cosas, la dinámica política y la actividad de los líderes de las poblaciones con las que se trabaja).
Para Daniel es una desgracia lo que ha ocurrido bajo la administración Bush en los Estados Unidos y la publicación del Acto Patriótico Estadounidense del 2001 que da facultades discrecionales al gobierno (entre otras) para intervenir comunicaciones y otros registros; y fortalece a las autoridades de inmigración, para detener y deportar a cualquier persona de la que se sospeche –sin mayor prueba o fundamento formal—un involucramiento en actividades terroristas .
Él mismo decidió autoexiliarse en Belice cuando después de una serie de exposiciones en Los Ángeles, cuando los indicios de persecución y acoso hacia su persona y gente cercana, empezaron a ser demasiado obvios para ser ignorados.
“Lamentablemente, cuando lo que haces es comprometerte con la denuncia de la corrupción o la injusticia de los grupo de poder” – dice – “todo lo que toma para detenerte es que te hagan la llamada: Sabemos dónde viven tus hijos…, tus nietos…”
Aún así, enclavado en la Selva de Belice, él sigue buscando, pues en realidad, su apuesta no es tanto la denuncia, sino la conciencia. ..
La conciencia que invita a que cada uno elija libremente, según su mejor entendimiento.
2 comentarios:
¡Qúe valor de este hombre!. Estoy de acuerdo que uno debe expresar su opinión y difundir las opiniones de personas afines, para que toda la gente tenga la opción de tener su propia opinión. Que esa "propia opinión" sea obtenida después de informarse y que cada persona sea responsable de sus actos, formando también una red solidaria con las personas que han sufrido este tipo de abusos y otros.
Gracias por existir y por ser un artista comprometido con su sociedad.
Hola Arturo y Jenifer - yo trabajo con el papa de Arturo, pero estoy ubicado en Brazil. El me hablo del blog y aqui estoy a leer y sorprender con esa aventura latinoamericana. Felicitaciones y si necesitan de algo en Brazil, por favor contactenme. Saludos.
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