Apenas habíamos regresado a México, una de las primeras noches que pasamos en Tepoztlán, tuve un sueño larguísimo.
Es posible que compartir sueños en un espacio público sea un acto inútil. Pues los sueños, al mismo tiempo que son uno de los fenómenos más íntimos, son inefables. Sólo son accesibles a quien los sueña. Y a veces ni siquera él los puede interpretar.
El sueño es una respuesta a una pregunta que no ha sido formulada. Y, en un sentido, una respuesta sin pregunta cumple mejor con la definición de enigma mejor que una frase entre signos de interrogación.
Un sueño es como un vestigio arqueológico en medio de la selva.
Transcribo el sueño, y al hacerlo cumplo la misión que desde el principio ha tenido este blog: la de funcionar como un laboratorio de viaje...
Estamos en una playa. Un camión engancha canastas metálicas. Se echa violentamente en reversa. Y tira al oceáno una mezcla de concreto. Lo repite una y otra vez. Yo pienso que nunca logrará su cometido. Es una tarea inútil.
Ir en reversa significa regresar al mismo sitio de donde partimos. La vida que dejamos atrás. Lo que está atrás es lo que es seguro. Quien apuesta por la seguridad se pierde de su propia vida, de su propia aventura.
Mi familia y mis amigos están sentados en una mesa comiendo panecillos. Yo les doy de mi nutella. Ellos se las embarran a sus panecillos.
A la mesa nos sentamos a compartir historias. Son relatos llenos de vitalidad. En quien escucha las historias del viaje frecuentemente aparece una nostalgia parpadeando en el fondo de los ojos. El parpadeo dice: "yo hubiera querido hacer un viaje así, pero nunca me atreví." La aventura pertenece al reino de la experiencia. La palabra y lo relatos son símbolos que a duras penas reflejan la cosa, lo real. Es imposible vivir una aventura por ósmosis.
Estamos en una clínica de cáncer. Explico que he venido a hacer mi última quimioterapia. Muestro mi mano derecha a la que faltan falanges de tres dedos, como mutilados. Vuelve a aparecer mi mano ahora completa. En las uñas se ven marcas blancas del sitio donde tenía las lastimaduras. Pero he recuperado mis dedos y su funcionalidad.
El cancer es la depresión que invadió toda la parte de mi vida que antecede al viaje. Hay una referencia explícita a G., la fuente de mi depresión, que en un viaje se mutiló los dedos de la mano mientras buceaba en un río largo y hondo. El desamor aquel me mutiló la ilusión de continuar persiguiendo los sueños. Me enfrasqué en la mono-adicción por el trabajo. Quedaron mutiladas mis vocaciones paralelas. El viaje ha cumplido su función de purga. Recuperé el sentido originario de mi vocación. Estoy curado. Vivo otra vez.
Un grupo de exalumnos me recibe con entusiasmo. Me toman por un actor famoso que ha cumplido sus sueños. Una de mis exalumnas me da un beso en la boca. Su gesto es inesperado y me sorprende. Me dice que se muere de ganas de conocer a Jennifer.
El trabajo que hice en la escuela con los adolescentes representa uno de los mejores momentos de mi vida profesional, ayudando a otros a encontrar su voz, a crecer, a sanar. Aquel trabajo es un símbolo de la pureza de mi vocación como psicólogo. Quien se aventura a seguir su llamado encuentra sorpesas en el camino. Encuentra la alegría. Jennifer es mi compañera de viaje. Es un símbolo en mi vida de la valentía y el compromiso al servicio de la realización personal.
Estoy en casa de F. Me trepo en un perchero para subir sobre un librero. El perchero se rompe. He sido imprudente. Todos sin embargo me perdonan y están prontos a encontrarle una razón a mi comportamiento. La directora en cambio dice que no quiere disculparse en automático. Me jalonea como para llamarme la atención y que actúe yo con cordura. Actúa como mi vocera, queriendo asegurarle a todos que en realidad lo que Arturo ha querido decir o hacer es....
F. es famoso por oportunista. Aprovecha los caminos de lo políticamente correcto. Dice lo que otros esperan oir. En su familia son famosos por los establecer matrimonios por conveniencia. El viaje me distancia radicalmente de esa fórmula. He seguido mis propios designios. He apostado por la libertad. Ahora, al término del viaje habrá presión como para convocarme a regresar a la cordura. A reafirmar que el viaje fue un paréntesis y no un patrón definitivo. Que regrese yo a ocupar el sitio de mi nombre, es decir, al que actúa con nobleza, con altos estándares de deber. Quien ocupa el pedestal idealizado del héroe.
Pasa Ema Ponce de León por la calle y defiende mi espacio frente a la directora. Habla con una voz dulce, pero que todos escuchan: "Aún está por verse qué es lo que Arturo vino a hacer al viaje.
Hace poco leí una cita de Lacán en la que aseguraba que no hay mejor interpretación que la que el analizante puede soñar de la boca de su analista. Lo que dice en mi sueño Ema es una articulación de mi deseo. De mi derecho a mantener una indefinición vital. Un quehacer lúdico. Un no claudicar a la reintegración productiva total, o a los roles heróicos he jugado en el pasado. A volar bajo. En ese sentido todo está aún por decirse.
El sueño es claro: el viaje apenas comienza...
2 comentarios:
muchachos gracias por estas historias que hacen parte de sus vidas y ahora que leo algunas de mi vida también.
Gracias los extraño en MEDELLÍN.
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