Santo Domingo
Nos hospedamos en Santo Domingo, en el Hotel Beaterio, en la calle de Duarte # 8, en la zona colonial.
El hotel lo atienden hombres haitianos y mujeres dominicanas. Son serios y taciturnos. No se siente en ellos amabilidad o alegría.
De inmediato la ciudad nos apabulla un poco. Los dominicanos son ruidosos – de todos los colmados (tienditas de abarrotes) sale una bachata estridente; los automovilistas se empeñan en usar el claxon para realizar cualquier tipo de señalización; los hombres y las mujeres gritan, hablan con prisa y se comen letras. La ciudad es bastante sucia: a la entrada de la ciudad pueden verse algunas playas tapizadas de basura; todo alrededor del centro hay charcos y cascajo en las aceras; las calles huelen a diesel, tanto que recuerdan el olor de
Con todo, cuentan que los dominicanos son mucho más limpios y cuidadosos que los Haitianos, los otros habitantes de
Lo cierto es que en países tan pobres como estos es patente la escasez de recursos, y se hace especialmente evidente cómo en el banquete de la globalización, estos son los últimos. Hace pocos días hemos visto una revuelta en Haití, y no sería extraño encontrar réplicas en otros países de la región. Lo que ocurre es que a últimas fechas una serie de circunstancias -- el incremento en el consumo de granos por China e India, el elevado costo de los energéticos, el destino de tierras de cultivo al maíz para producir etanol, la pérdida de cosechas por el cambio climático-- ha puesto por las nubes el precio de los alimentos básicos. En estos países donde del ingreso diario de una familia se destina 60% a la alimentación, una subida de precios como la que se ha visto, afecta irremediablemente el nivel y la calidad de vida. Hay cosas que la gente dejará de hacer para poder seguir cubriendo sus necesidades de alimentación. Y eventualmente, hay gente que dejará de comer. Otra forma de ponerlo es que para que los chinos y los indios coman tres veces al día, los latinoamericanos deben de dejar de comer una…
Pero volvamos a Dominicana… La historia de ellos es una impresionante secuencia de episodios de sometimiento a una potencia extranjera – España, Francia, el pirata Francis Drake, Estados Unidos – o a los designios del dictador en turno – Trujillo, Balaguer…
Durante la época de Trujillo, como ocurre con la mayoría de los dictadores, todo fue rebautizado: Santo Domingo fue nombrado Ciudad Trujillo, el Pico Duarte – que fue así nombrado en honor del escritor que encabezó el movimiento de independencia y que es el monte más alto del Caribe – fue nombrado el Pico Trujillo. Cuentan que siendo
Balaguer, por su parte, que apareció en la escena política como un demócrata, contendiendo y perdiendo en las primeras elecciones libres de Dominicana en 1962, se mantuvo en el poder desde el 66 hasta el 2000, cuando a sus 93 años, aún contendió en las elecciones.
Involuntariamente entre ambos llevaron a cabo un proyecto arquitectónico ignominioso por su inutilidad, la cantidad de recursos requerida y la afectación a los habitantes de la zona: el Faro a Colón. Cuentan que una maldición cayó sobre el faro que tardó más de dos terceras partes de un siglo en ser terminado. Dos días antes de ser inaugurado fue visitado por la hermana de Balaguer, quien murió horas después. Ante tal signo, Balaguer evadió asistir a la inauguración, que de cualquier manera de alguna forma se habría perdido pues para estas alturas de su vida ya estaba ciego.
Nos despedimos de Santo Domingo, en busca del clima fresco de las montanas...
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