La relatividad del código postal
Lo primero que nos asombra al llegar a Costa Rica es la forma en que están planteadas las direcciones de los sitios, pues no existe un sistema objetivo de referenciación domiciliaria. El turista queda a la deriva de una lógica de referencias relativas, circulares, dependiendo siempre de otro punto, que se asume, el turista conocerá.
Ejemplos:
El centro cultural de México queda 250 metros al sur de la Subarú Los Yoses.
La casa de la cultura queda 50 metros al oeste del higuerón (que, por cierto, hace treinta años que se secó, y su ubicación precisa sólo es conocida por los viejos del pueblo).
La tienda de buzos queda 35 pasos al norte del antiguo Colegio de Electricistas (que, confusión de confusiones, hace doce años es el Instituto de Computación, sitio que no se menciona en el registro).
¿Quién puede entender estas direcciones a menos de que sea tico?
Todo hacia adentro
Esto nos lleva a otro punto que encontramos interesante: la personalidad de los ticos –vista a través de ojos de un forastero- es más bien introvertida. Especialmente si los comparamos con sus vecinos centroamericanos, que suelen ser más bien ruidosos y fiesteros, los ticos se perciben como menos expresivos, menos bulliciosos.
Esta percepción alrededor de la forma de ser y socializar del tico se repite en distintos ámbitos. Para nosotros es interesante verificar que casi todos los amigos que han venido de fuera a vivir a Costa Rica – mexicanos, venezolanos, colombianos, nicaragüenses – coinciden en comentar que les ha sido particularmente difícil la integración. Relatan que en general los ticos son poco proclives para establecer relaciones con fuereños; su inercia social pareciera ser más bien endogámica…
Esta tendencia se expresa incluso en la arquitectura de las casas. Felix, un amigo venezolano que ha vivido en San José durante cinco años, nos hizo notar que las casas tienen pocas ventanas y espacios abiertos. Todo tiende hacia dentro. Considerando que en Costa Rica llueve durante ocho meses al año, es posible ver cómo esto también lleva a los ticos a ser más bien hogareños. Los niños tienen que acostumbrarse a jugar dentro de la casa.
Otra amiga nos cuenta que la ciudad de San José hasta hace pocos años estaba conformada por pequeñas fincas separadas entre sí. Cada finca era autosuficiente y las familias solían permanecer adentro de ellas. Había poca vida de ciudad. Había poca ciudad.
Ahora la ciudad ha crecido alrededor de esas primeras fincas y se conecta a través de carreteras y caminos que se esparcen a lo largo y ancho de San José.
Algo que quizá explica también la sensación de reserva, es que en los últimos años ha habido una intensa migración hacia el territorio costarricense, que ha modificado el espectro de la población: de los cinco millones de personas que habitan este territorio, cerca de una cuarta parte son nicaragüenses.
Y como ocurre frecuentemente, frente al otro, frente al extranjero, se despiertan sentimientos de extrañeza, y crece la sensación de amenaza. De forma inequívoca, todos los taxistas con los que nos subimos proyectan en los nicas o a los colombianos todos los males que acosan al pueblo tico.
Viniendo de la Ciudad de México, --una de las urbes objetivamente más problematizada del globo--, nos causó un poco de ternura que los ticos vean en la ola de asaltos a punta de navaja que han ocurrido en el centro, un signo del Apocalipsis, ni qué decir de las advertencias de evitar caminar después de las 7 de la noche en cierta zona pues estaba llena de trasvestis…
Ser como los otros
San José en realidad nos pareció bastante seguro y tranquilo. Sin embargo, hay algo atractivo en ser una ciudad insegura, violenta, problemática, pues como hemos dicho antes, gran parte de la historia de un pueblo se escribe a partir de sus guerras.
Costa Rica obtuvo la independencia de España sin que se disparara una sola bala ni se derramara una sola gota de sangre. Las batallas libradas en México bastaron para que Costa Rica se convirtiera en una región libre. Según nos cuenta Felix, los ticos se enteraron a través de un mensajero que ya no dependían más de España.
Este proceso de independencia se refleja en el hecho de que no tienen héroes o batallas históricas, pero al mismo tiempo, están rodeados de países con luchas y revoluciones y problemas. Ellos también quisieran tener problemas, tener una historia de violencia, tener un dictador contra quien rebelarse, tener una razón para llenar de grafittis las calles del centro, tener una razón para salir a la calle a manifestarse, tener pobres a quien rescatar y situaciones para clamar por la justicia.
Todo joven universitario necesita estas razones, necesita tener un opresor contra quien rebelarse. Así que lo hacen. Hay graffitis contra el TLC y contra el presidente Arias (que vale la pena decir, ganó el premio de la paz durante su primer periodo por su rol en la pacificación de la región en los noventas) y que ahora es percibido por la mayoría de las personas con quienes tuvimos contacto, como un viejito de buenas intenciones, pero de poca efectividad para hacer marchar al país a la velocidad que necesita.
Tierra de Paz
Lo cierto es que Costa Rica sí es uno de los países más pacíficos y seguros de Latinoamérica. Signo de esto es que el presidente podía pasearse, hasta hace poco tiempo, por las calles, tranquilamente, sin necesidad de guardaespaldas. O que Costa Rica sea uno de los pocos países en el mundo que ha elegido no tener ejército, lo que le ha permitido disponer de mayor cantidad de fondos para invertir en educación o en proyectos sociales. Acaso por esta tradición pacifista es que una de las tres cortes penales internacionales del mundo tiene su sede aquí.
Adicionalmente, complementando este escenario optimista, conseguimos durante nuestra estancia el acceso a autoridades y organizaciones que en México hubiera sido impensable. En menos de un mes tratamos con el agregado cultural de México en Costa Rica para realizar nuestra función de cuentos, fuimos entrevistados por el periódico más importante del país y accedimos a un programa de radio en la estación de la universidad...
Adrenalina en dosis controladas
Acaso esta seguridad es parte de lo que ha atraído a tantos turistas a conocer y vivir la naturaleza de Costa Rica –que no es tan distinta a la del resto de los países vecinos pero que sí está mejor publicitada. Sin embargo, es curioso que un país que vive en gran parte del turismo tenga varias carreteras deficientes, de terracería y con huecos.
Con el paso del tiempo descubrimos que estas carreteras son parte del mismo paquete turístico. Para un turista en busca de adrenalina no hay nada mejor que subirse a un jeep, viajar durante tres horas por un camino de tierra con puentes donde solo pasa un auto a la vez; encontrarse con una familia de coatís y monos aulladores en plena carretera; y quizás –si tiene suerte- quedarse atrancado en el lodo y tener que bajarse a empujar el carro.
Una noche pudimos presenciar esto en uno de los bares turísticos de San José donde un grupo de gringos que bebía y presumía sus hazañas en la selva a la voz de “it was fuckin’ awesome, man!!”. Los relatos hablaban de chanclas perdidas y piedritas en las plantas de los pies en el camino de vuelta; encuentros cercanos con el peligroso mono cara blanca; picaduras de insectos voladores en las regiones más inaccesibles del cuerpo; escenas de sexo violento entre lianas y cascadas en agrestes parques protegidos; cantidades industriales de cerveza para mejor apreciar el hermoso crepúsculo de Guanacaste…
No cabe duda que el turista obtiene de Costa Rica exáctamente lo que la mercadotecnia promete: ¡pura vida!
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1 comentario:
Corrección, SÍ tenemos héroes.
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