miércoles, 11 de marzo de 2009
Uruguay a Color: Noche de Carnaval
El verano Montevideano está vestido de carnaval.
El carnaval, ese pretexto que la gente inventó para empacharse de placer y desenfreno en la víspera del arduo desierto de la cuaresma que anticipa la semana santa...
Tiempo de exponer la carne y exhibir otras desnudeces.
Acá el Carnaval nos ha parecido particular, pues si bien ocurre en las calles (no nos ha tocado verlo ahí), tiene un sitio privilegiado en los teatros.
Y --ese es otro dato de la omnipresencia del futbol-- aquí el concurso del carnaval se lleva a cabo en un formato de eliminación progresiva hasta llegar a la Liguilla...
La noche en que nosotros asistimos es la primera de la fase final. Nos toca ver cuatro espectáculos montados por gente "normal"; gente de pueblo que tiene su trabajo normal --panaderos, secretarias, conductores de bus, funcionarios de correo--, que ama el teatro y la farándula, pero que sobre todo buscando un pretexto para estar con los amigos, se monta un espectáculo para mostrarse, competir y divertirse.
A primera vista, el carnaval uruguayo está preñado por un contrasentido. Pues nada parece estar más lejos de la fama melancólica e introvertida del uruguayo que estos atuendos coloridos, que estos ritmos de picardía...
Pero quien escucha y observa con atención recibe claves del ser uruguayo en medio de las parodias y las letras de las murgas; la primera puerta de acceso es a través de la temática en sí misma, en donde se desahogan las obsesiones coyunturales: la crisis, el tiempo que consume el internet y sus gadgets, el matrimonio gay, la violencia intrafamiliar, la creciente inseguridad urbana en el Uruguay, la ineludible diferencia entre hombres y mujeres...
Pero, más aún, en una frecuencia baja se desnudan otras tendencias de más profunda catadura en la estructura uruguaya: una inclinación por polemizar sobre cualquier cosa, especialmente si tiene algo que ver con la política; hay un regodeo en la conciencia de que este pueblo pequeño no tiene la canchondez del brazileiro ni tiene el narcisismo del argentino; hay un cierto orgullo por la medianía de un pueblo cuya máxima aspiración es obtener un puesto público que resolverá para siempre la vida sin esforzarse; hay una cierta queja amarga por ser un país donde prevalecen los viejos --achacoso y viviendo a punta de subsidio estatal-- y donde los jóvenes encuentran un espacio social en donde se lo ven difícil...
El teatro de verano está lleno a reventar.
Desde una perspectiva antropológica la tribuna le disputa al escenario: la cantidad de hierba mate que se consume es suficiente para que cualquier persona normal pase el siguiente mes sin poder pegar el ojo con un insomnio atroz; y los fanáticos que han venido a ver a los amigos del barrio les profesan una devoción ruidosa y absolutamente leal al vínculo afectuoso, con total independencia de la calidad del desempeño escénico...
En fin...
Toda una experiencia de color que es excepcional en un país cuya vida cotidiana, según escuchamos con cierta incredulidad, transcurre en una monotonía digna de folliage otoñal canadiense: color gris oxford, café otoñal y amarillo ocre...
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1 comentario:
jajaja justo llegaron en la época de´alegría y dinámica para Uruguay.. jajaja que suerte tienen!
traten de conseguir temas de agrrate catalina, es una murga muy muy muy buena, ganadora del concurso en los últimos años.
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