Recién Jennifer y yo descubrimos un estudio que realizó un psicólogo llamado Stanley C. Plog en los 70's. En su estudio propuso una tipología del viajero / turista que consiste en un continuo de seis personalidades viajeras que van desde lo más convencional hasta lo más aventurero.
Hoy en día el trabajo parece ya un tanto deslucido, pero según entendemos, esa perspectiva revolucionó la industria del turismo. En el extremo del espectro existe una categoría que se llama Authentic, y que básicamente consiste en alguien que en sus vacaciones prefiere un destino cómodo y de alguna forma predecible; alguien que no quiere sobresaltos excesivos y que tiene una expectativa de confort: aire acondicionado, cable, colchón mullido, escusado tan limpio que podría beberse el agua, margaritas en la piscina, masajes relajantes, largos bufetes de cocina internacional probada, transporte en la puerta del hotel...
En exacta oposición están los Venturers, trotamundos infatigables capaces de dormir semiencuerados en medio de la selva amazónica, hacer un trecking de tres semanas en Nepal sin bañarse, dormir con aborígenes a la intemperie en la estepa australiano, viajar a dedo sin escalofrío, comer con las manos guisado de serpiente o sesos de mono sin remordimiento, y sobrevivir sin el menor asomo de asco el baño de cualquier hotel hondureño de cuatro dólares la noche.
La cita es pertinente pues justo antes de llegar a Montevideo, tanto Jennifer como yo completamos un test para medir la tipología de Plog en una página relacionada, y descubrimos que nuestra forma de viajar en general, y el plan que nos montamos en Montevideo en particular, es propio de quien, como nosotros, cae en la categoría de Mid-Venturer.
El resultado del test nos permite confirmar que formamos parte de una categoría de viajero que comparte con los Venturers la pasión adrenalínica por lo novedoso y lo relativamente salvaje, pero mantiene intacto el afán de encontrar una guarida cómoda y segura por la noche; y, sobre todo, no cede a la extravagancia del paladar y otros pequeños caprichos de gourmet.
Ahora que, si bien muchas de mis reacciones espontáneas frente a todo lo que tiene que ver con la comida, la armonía del espacio y la comodidad del descaso delatan mi inclinación sibarita (mucho más que en el caso de Jennifer que conserva una cierta austeridad scout), mi perfil Mid-Venturer, está más bien asociado al entusiasmo que me generan los encuentros inesperados con personajes desconocidos.
El viaje me ha regalado la confirmación de que para mí no hay mayor placer que aquel que nace en el discurrir de las horas de charla en cuya intimidad, los que hasta ese momento eran perfectos desconocidos, se transforman en amigos entrañables. El disfrute que trae consigo el hallazgo de lo extraordinario en la de cualquier persona con la que nos topamos, no importa cuán normal parezca a primera vista. El deleite de compartir pequeños relatos asombrosos y anécdotas inverosímiles que desafían la creencia de que la vida está condenada inevitablemente a la inercia aburrida de la cotidianidad.
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