Durante este viaje hemos tenido la oportunidad de convivir y conocer a muchísimos otros viajeros. Casi siempre, para romper el hielo, se comienza a hablar sobre lo que evidentemente tenemos en común: el viaje. Se intercambian puntos de vista, se sugieren rutas, se conversa sobre las experiencias, se puntualizan los sitios favoritos… Pero el diálogo que se está dando en el fondo, muchas veces, tiene tintes más bien de comparación -en el mejor de los casos- o de competencia, en el peor.
¿Quién ha recorrido más kilómetros? ¿Quién ha tenido las experiencias más significativas? ¿Quién ha conocido los sitios más recónditos? ¿Quién se ha atrevido a explorar las rutas menos turísticas?
Tengo que aceptar que yo soy de las primeras en sentir el demonio de la comparación reptando sobre mí ser. Inevitablemente, comienzo a dudar si nuestro viaje está siendo “todo lo que podría llegar a ser”. Si estamos viviendo todo lo que hay por vivir en estos países o si estamos dejando cosas interesantísimas de lado.
De tanto estarlo pensando, o más bien atormentándome con esta duda exigente, me di cuenta que en realidad no era yo quien tenía esos deseos comparativos, sino mi “personaje viajero”.
El personaje viajero, un ser imaginario, exigente y demandante, habita dentro de cada uno de nosotros y sale a relucir especialmente cuando estamos de viaje. El personaje viajero no tiene tanto que ver con nuestro ser real, con nuestros anhelos y aspiraciones, sino con el personaje que quisiéramos ser al estar viajando. El que queremos mostrar a los demás. El que se enorgullece de antemano al imaginar la reacción que tendrán sus palabras al regreso.
Este personaje viajero es el que te permite o no te permite hacer, el que te impone una forma de vestir, de actuar, de comer, de apreciar el viaje. Todos los “debos” que nos ponemos al estar viajando: debo interesarme por todos los museos y sitios arqueológicos; debo probar la comida típica de cada lugar; debo levantarme temprano para aprovechar cada centésima de segundo que transcurre durante el viaje…
¿Y qué pasa si tengo ganas de quedarme todo un día en el hostal, leyendo y tomando café?
¿Y que sucede si en lugar de probar el rocoto relleno prefiero una hamburguesa de McDonalds?
¿Y qué pasa si no tengo ganas de ver un solo museo?
Ahí, es donde aparece la voz del personaje viajero: venir hasta acá, ¿y no subir al Machu Pichu?
A pesar de que en México Arturo y yo tuvimos muy clara la noción de que no nos íbamos a dejar llevar por el “tengo que” y más bien dejaríamos que el viaje fluyera hacia donde quisiéramos ir, hay muchas veces en las que me siento movida por las garras de mi personaje viajero, que además, nunca termina por estar completamente satisfecho. Siempre, a la vuelta de la esquina, “estoy seguro”, dice el personaje: “hay algo más interesante que hacer”.
El personaje viajero exige y reprime. Permite. Censura. Impone. Ordena. ¡Qué difícil escucharse a uno mismo dentro de tantas demandas! Qué curioso que aún estando de viaje, cuando uno se pensaría más libre y ligero de obligaciones, aparezca este personaje a imponernos un estilo de vida. ¿Cuántas personas no regresarán a sus casas agotadas, después de un viaje sometidas a la vigilancia extrema de su personaje viajero?
Me he dado cuenta que el personaje viajero se exacerba especialmente en los sitios más turísticos –como Cusco. Rodeada de cientos de carteles anunciando opciones, experiencias, actividades, sitios… mi personaje comienza a crecer hasta tomar formas monstruosas. Como si se alimentara de toda esta información, se va hinchando, volviéndose más poderoso para taladrarme al oído sus demandas. Me deja varias noches sin dormir pensando cómo hacer para apretar en una semana tantas cosas.
Ruinas, pueblos, mercados, cabalgatas. Visitas a la selva, ceremonias de Ayahuasca, caminatas por las montañas, viajes en globo. Tiendas de artesanía, masajes relajantes, aguas termales. Comida típica, música andina, figurillas de barro, acuarelas, camisetas con las líneas de Nazca. Fotos de la llama, fotos de la catedral, fotos de las calles. Cascadas, ríos, volcanes, trenes. Parapente, paragliding, sandboarding, trekking, snorkeling, biking, surfing, canopy, rafting. La lista es interminable al igual que el hambre voraz de mi personaje viajero.
Abrumada dentro de este bombardeo consumista, trato de detenerme. De volver a mi misma. Me acuerdo del propósito de nuestro viaje. Me recuerdo que ya llevamos seis meses viajando. Que estamos cansados. Que es válido pasarse la tarde tomando café y leyendo. Que esto también es parte del viaje.
Y, lo más importante, que uno en su viaje puede hacer ¡lo que le da la gana! Pues para eso salimos de viaje, ¿no? Para eso decidimos salir de la rutina. ¿Y que caso tiene salir del frenesí del trabajo para refugiarse en el frenesí del viaje consumista? ¿Realmente necesito todo eso que me están ofreciendo para que mi viaje sea significativo?
Por lo menos yo prefiero un viaje pausado, que de tiempo para disfrutar de los momentos, que me permita no solo viajar por fuera sino por dentro. Prefiero conocer pocos sitios, quedarme con la sensación de que los viví, que atiborrar mi itinerario con cientos de ciudades y pueblos que sólo podré recordar al ver las fotos y leer con cuidado el nombre escrito a su lado. Prefiero darme el tiempo para elegir una o dos experiencias interesantes que llenarme de cientos de actividades que a duras penas podré disfrutar y asimilar.
Cuando logro detenerme, puedo ver a mí alrededor e identificar a otros viajeros que han sido víctimas de su propio personaje exigente. Los veo partirse la cabeza creando itinerarios que con sólo oírlos queda uno agotado.
Estamos viviendo uno de los momentos en donde viajar se ha vuelto más sencillo, accesible y económico. Tenemos al alcance de la mano cientos de actividades y experiencias a las que antes sólo podían acceder unos cuantos. Sin embargo, creo que hemos perdido un poco del romanticismo del viajero antiguo. Cuando no existía la Lonely Planet ni la agencias de viajes. Cuando no había listas de “los diez sitios más hermosos del planeta”. Cuando no había rutas prefabricadas. Cuando uno salía de viaje sin expectativas previas, sin fotografías mentales sobre el sitio a visitar.
El reto del viajero contemporáneo está en aprender a discernir entre todo lo que existe y elegir lo que realmente quiere. Darse cuenta que cada viajero es único, por lo tanto, cada viaje es irrepetible.
Ahora, cada vez que vea una frase que comience con “lo que no te puedes perder…” trataré de que mi personaje viajero no salga al ataque, pues sé que esas son las típicas frases con las que se relame los bigotes. Y yo, no quiero seguir alimentándolo.
domingo, 30 de noviembre de 2008
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6 comentarios:
Mis queridos amigos,
Es curioso, hace unos años cuando hice un viaje largo, recuerdo que justo a la mitad conocí a la que hoy día es una querida amiga, y me escribió una carta que atesoro profundamente. Me gustaría compartirles una partecita que me parece relevante en estas fechas de su travesía:
"Leí un libro de Luis Buñuel, de sus memorias, en el que decía que bastaba un sólo día para vivirlo y el resto eran memorias. Así de enclaustrados estamos a lo que somos, y quienes somos así de enclaustrados en la memoria estamos. Y finalmente el recuerdo entonces somos. Y si así viajamos, con esto en mente, nos encontraremos amarrados al diario y a la vista que luego guardará el lugar en un rincón del alma o la mente, y el momento sólo se fuga para ser guardado como algo que nunca fue. Pues el decir que viví una experiencia cuando tenía mi mente atada a otra cosa, como el estar guardándola, sólo causa que esta traba enorme nunca se muera de nosotros. Y viajar sólo lo hace verse más claro aunque quizá más complicado...."
En fin, para mí fue muy valiosa esta carta y me ayudó a definir para qué guardar, o dejar ir, o soltar , o atesorar muchas cosas.
Sé que ustedes aclaran día con día los para qués y los comos.
Un fuerte abrazo, como siempre, desde este rinconcito en Dakota que tanto los extraña.
P.
Jennifer....
Cierto es que este articulo es el primero vuestro que leo con tiempo... pero es magnifico...
Estoy de acuerdo en tantas cosas que dices sobre ese personaje tan ansioso e incansable....
Yo cando puedo le pego un puñetazo, solo pensando en que este es un viaje de placer.... y que no por mucho ver se conoce mas....
Ustedes estan haciendo un viaje estupendo.... como oi a ciertos viajeros... es un viaje de personas (o algo asi), es decir.. que no es solo un viaje de postales..
Me encanta todo lo que dices... pero tambien hay que querer a ese personaje que nos es ajeno a nosotros sino que es tambien parte de nosotros... Viajando uno se pone a prueba...y gracias a ese ser que aparece de pronto hacemos cosas que no sabiamos que hariamos...
Aun asi es muy cierto eso que dices sobre el que queremos ser...
En fin... muchas graias por deleitarnos con esto.... empezare a leerles en serio para seguir aprendiendo....
un beso enorme....
Cuidense, MUAK
Es maravillo! es preciso!!! las palabras con lo que lo expresas, como describes las sensanciones y los sentimientos internos!!!!
bravo, bravo!!!!!
Coincidimos, no solo en nuestra fecha de nacimiento, si no en todo lo que dices y como lo dices!
Gracias por compartirlo con todos, muchas gracias!!!!
Irene
Tu personaje viajero me recuerda un poco a mi personaje estudiante. O a mi personaje maestra. O a cualquiera de mis personajes que de pronto me exijen hacer todo lo que puedo, todo lo que está en mis manos para sacar el máximo provecho de... de... de ese ideal establecido por ¿mi? de lo que debier ser yo.
Me encanta como lo (te, nos) describes. La angustia versus la satisfacción de saber controlarlo (te, me) y además disfrutarlo.
Es increíble su viaje. Y aunque estoy un poco atrasada en la lectura del blog, prometo ponerme pronto al corriente.
Les mando un beso, sigan disfrutando y, por favor, escribiendo, describiéndose (nos).
Jenni!! no está bien querer rocoto relleno... tiene carne de vaca y pica mucho!! pero el pastel de queso y papa... jajaja.
mira, más me atormenta el personaje "aprovecha la vida", porque la vida misma es un viaje único.
ahora que te leo no sabes las ganas de viajar que tengo... mi desventaja es la de tener que planificar pues allí soy como la brisa que se deja llevar.
te estimo mucho, ojalá al personaje se le ocurra volver a lima. Hya muchas cosas que se pueden hacer por estos lares.
besos!!
Hace tiempo ke kería escribirles, pero ahora ke me encuentro con estas hemosas palabras de lo ke sientes y ke yo tambien he sentido no necesariamente en un viaje largo como el de ud, pero si un viaje tan corto como el de cada dia y a la vez tan largo. pareciera ke algo me kema diciendome ke no aprovecho bien el tiempo y se acaba el dia, miro hacia atrás y rekuerdo la frase de pablo neruda"el tiempo se divide en dos rios: uno corre hacia atrás, devora lo ke vives. El otro va contigo adelante descubriendo tu vida".
En fin me levanto por el lado derecho de la cama y ahi mismo me acuesto por el izquierdo por ke ya es de noche.
Nose si me rekuerden, pero cuando vinieron a Medellín almorce con ustedes en vivapalabra.
Deseo ke su viaje continue moldeando sus vidas y ke el DIOS todopoderoso los guarde.
atentamente, KAMILA-LALOKA
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