· “Los paraguayos tienen fama de ser flojos, pero eso es un error de apreciación de los europeos que colonizaron acá”— me comenta Don Antonio, el director del Centro cultural en Altos. “Los europeos esperarían que los paraguayos respondieran igual que ellos, sin embargo el ritmo del paraguayo responde a una rutina distinta. Siendo Paraguay un país con una población predominantemente rural (70% de las personas vive en el campo), se trabaja duro en la chacra. Los paraguayos se levantan temprano, a las tres y media de la mañana, y trabajan de corrido hasta las diez. A esa hora, cuando el sol ya está en lo alto del cielo y el termómetro puede estar marcando cuarenta grados centígrados, paran para desayunar. Toman cocido y pan. Luego toman tereré hasta medio día, para refrescarse. Almuerzan. Hacen la siesta en catre bajo el galpón, o en hamaca, bajo el mango. Y hacia las seis, cuando el sol empieza el recorrido hacia abajo, regresan a la chacra, a trabajar unas tres horas más. Nueve nada despreciables horas de trabajo.”
· A propósito nos cuenta Don Antonio que ciertamente los extranjeros suelen desesperarse con la famosa “hora paraguaya”, que consiste –no muy diferente a lo que ocurre en otros sitios de Latinoamérica—en que nunca llegan con puntualidad a un sitio. Me explica que esa pauta cultural es fácilmente rastreable. En guaraní todas las palabras que refieren explícitamente al tiempo nunca señalan momentos precisos, sino que abarcan un lapso relativamente amplio de tiempo. En guaraní, por ejemplo, para arreglar una cita, uno diría algo así como nos vemos en la tardecita. En guaraní tardecita hace una referencia explícita a la forma en que cae la luz entre las cinco y las siete y media de la tarde (Aquí el sol se pone entre ocho y media y nueve).
· Otra de Don Antonio: “Los paraguayos tenemos también fama de ser cochinos y desordenados. Yo por ejemplo, tuve una terrible dificultad para adaptarme cuando fui a estudiar la licenciatura al Brasil. Porque yo, por ejemplo, tiraba la basura en todos lados. Abría la ventana del departamento y arrojaba un papel, o algo. Y los amigos brasileiros se me quedaban viendo como si yo fuera un loco. Y es que claro, yo crecí en el campo. Y ahí todo es biodegradable. Uno se come un mango y lo tira en cualquier lugar. Otro ejemplo: en el campo no existen fronteras delimitadas entre las personas y los animales. Se convive, se cohabita. La gallina pone huevos en la cama. El chancho anda por todos lados. Y eso a nadie le molesta. Así es. Y en la ciudad, uno choca con expectativas invisibles sobre el orden que no existen en el campo.”
· “Todos los problemas del Paraguay se remiten a la Guerra de la Triple Alianza (1865) en la que brasileiros, argentinos y uruguayos se unieron contra nosotros –sostiene Rubén. Existían tensiones ancestrales por el control de los recursos y los criollos brasileiros y argentinos, que antes de la independencia eran parte del mismo contingente de españoles que los criollos paraguayos, veían nuestro desarrollo con ojos de envida, y en nuestro territorio, un bocado de lo más apetecible. No podían esperar la hora, y nada les pudo venir mejor que la declaración de Guerra de aquel hombre torpe que se creía el Napoleón de América que fue Francisco Solano López. En la guerra nos hicieron polvo. Paraguay perdió la mitad de su población que inicialmente era de 400,000, de los cuales solo quedaron 28,000 hombres, la mayoría de los cuales eran viejos o niños.”
· Fue tan dramático el impacto poblacional de la guerra que se dice que al término había un hombre por cada siete mujeres. La urgencia de repoblar hizo que se promoviera en Paraguay la poligamia. Los hombres iban de casa en casa con la tarea de preñar a las mujeres como si fueran vacas. “Era tal la escasez de hombres –nos cuenta Laura—que mi bisabuela solía contar que en su pueblo había un ex-soldado que había perdido ambas piernas hasta la cintura y que era uno de los únicos sementales del pueblo.” He olvidado ya la imagen precisa que nos transmitió Laura, pero no estoy seguro que no se encuentra demasiado lejana de la truculencia con que hoy la recuerdo: En las casas con muchas mujeres podía llegar a ocurrir que en una misma tarde el hombre, cargado en brazos como un bebé, saliera y entrara al cuarto de las diferentes hermanas a cumplir con su deber patriótico, tirado de espaldas sobre el colchón.
· “Ese reflejo concupiscente y poligámico del siglo XIX quedó bien instalado en la cultura paraguaya— dice Laura. Todo Latinoamérica tiene sus tintes de machismo, pero aquí ese rasgo pasa por el entendimiento universal de que los hombres tienen derecho a desperdigar su semilla por donde van. Ejercen el derecho implícitamente aceptado por las mujeres de ser infieles y de tener otras familias. Esa inercia todavía llega hasta esta generación. En la vida de todo paraguayo de esta generación no es una experiencia extraña enfrentar la aparición repentina de medios tíos o medios hermanos…”
· Dicen que desde aquella época en que casi se extinguió la población, a la par que el instinto de vida se desparramaba, un aire de muerte quedó tatuado en el ser paraguayo. Ese instinto no tardó mucho tiempo en convertirse en ganas institucionalizadas de matarse unos a otros en la eterna rivalidad entre azules (liberales) y colorados. Rivalidad que salvo el paréntesis que constituyó la Guerra del Chaco contra Bolivia y en el que los paraguayos se pusieron de acuerdo para matar a otros, fue creciendo hasta el punto de la guerra civil de 1947. “Eran todos contra todos –cuenta Rubén. Amigos contra amigos, hermanos contra hermanos. Familias enfrentadas. Una locura descarriada sin fronteras. Hay una anécdota representativa de mi abuelo, colorado, quien en la confusión de la revolución se encontró de pronto luchando contra su familia. Cuentan que él conducía un regimiento. Que se respiraba entre la tropa el aire de victoria con respecto a la batalla de aquella noche en donde tomarían una población del otro lado del río. Los soldados jugaban cartas como para distraerse. El que ganaba la partida tenía el derecho de escoger, de entre un puñado de fotografías que habían llegado a su poder, a las mujeres liberales que esa noche les tocarían como botín. Ocurrió que justo en ese momento pasó por ahí el abuelo, y cayó en cuenta de que entre las imágenes de las mujeres que se disputaban, estaba su madre… Tronó. Aquellos tres soldados murieron esa misma tarde, antes de la batalla. Fusilados.”
· Después vino la dictadura de Stroessner. Que según nos cuentan, fue una de las dictaduras más corruptas de todos los tiempos. Los altos mandos de Stroessner fueron cínicos traficantes de cuanto hubiera podido ser traficado. No hubiera habido forma de durar ocho periodos consecutivos, por treinta y cuatro años. Quien era amigo de los fuertes del régimen se volvía rico a la voz de “a mi no me den, simplemente pónganme donde hay”.
· Las condiciones con las que fue negociado el gran proyecto de infraestructura del gobierno de Stroessner –la presa de Itaipú, la más grande del mundo— con Brasil, es una metáfora precisa de la corrupción del gobierno de Stroessner, quien aseguró su tajada e hipotecó al Paraguay. A pesar de ser un proyecto binacional en que los recursos naturales paraguayos representaron más de la mitad del trato en el que Brasil hizo esencialmente una inversión financiera y de capital intelectual, los beneficios no se reparten en la misma proporción. Paraguay es beneficiario de menos del 1% de la energía eléctrica que genera la presa, y recibe utilidades desproporcionadamente menores a las que le corresponderían. Para calificar las condiciones con las que fue negociado ese contrato existe un término jurídico: leoninas…
· “Según la ONU o alguna de las agencias internacionales, Paraguay es uno de los estados que encabeza la lista de los más corruptos del planeta, sistemáticamente” -- nos cuenta Rubén. “Más aún, hay un chiste al respecto que hace unos años apareció en un show de comedia en la televisión, justo tras la publicación de los resultados del estudio de ese año, en el que aparecíamos como el segundo lugar de la lista: En el aeropuerto, un reportero recibe a los dos representantes paraguayos que vienen regresando del concurso de los más corruptos que recién acaba de terminar en Ginebra, Suiza. Les pide que comenten algo a propósito de su medalla de plata. ¿Cómo fue que perdieron el primer sitio? Y ellos responden. Mire, en realidad habíamos ganado el oro, pero nos conmovieron los esfuerzos de un pequeño país africano y decidimos venderles nuestro primer puesto…”
· En las dictaduras la única forma de sobrevivir es partiéndose un poco. Aprendiendo a jugar el juego de no mostrarse, de camuflarse. Aprendiendo a desconfiar de todo y de todos, porque tu vecino, tu amigo, tu primo podría ser parte de la maquinaria de la dictadura y delatarte por cualquier palabra fuera de lugar, por cualquier gesto, porque le pareció sospechosa la forma en que combinaste el vestido ese día. Aprendiendo a ser un poco cínico. Aprendiendo a cerrar los ojos. Porque a quien se mantiene entero y frontal termina exiliado, si uno tiene la suerte de escapar; o desaparecido, en el fondo del Océano Atlántico, o enterrado en una fosa ilocalizable, si es un poco más ingenuo o desafortunado.”
· Existen estudios internacionales que prueban que muchas empresas familiares enfrentan su momento más difícil en la transición transgeneracional, cuando el viejo patriarca pasa la estafeta a la segunda y tercera generación. Un considerable porcentaje desaparece en ese tránsito, en medio de una lucha intestina por el poder. Sólo contadas empresas familiares consiguen llegar a la cuarta generación. La empresa de terror y corrupción de Stroessner respondió con regularidad estadística a ese dato. Se desmoronó el día en que la ambición de su hijo y su yerno por heredar el rancho chocaron…
· “Paraguay es uno de los países latinoamericanos con más alto índice de suicidios”— es uno de los datos que sale a relucir en un conversatorio en que participan varios cuenteros y artistas paraguayos. “En Paraguay, un país con más del 80% de jóvenes y con importantes restricciones económicas y del mercado laboral, es este segmento el que se encuentra más amenazado por el impulso a la autodestrucción”. “Pero Paraguay no es el único país en que los jóvenes no encuentran oportunidades de trabajo, y sin embargo su índice de suicidios sí es más elevado, digamos por ejemplo que el de los jóvenes dominicanos, que pululan por las calles” –les cuestiono. “Y sí – me contestan. Pero lo que pasa es que en esos otros pueblos las posibilidades expresivas, los canales artísticos para expresar la frustración y canalizar la depresión quedaron intactos. En Paraguay hasta eso fue golpeado por la dictadura. Y cuando cayó, y finalmente nos abrimos al mundo y nos vimos inundados de otras cosas (de la cultura de consumo que va directo a los jóvenes, por ejemplo), tan sin proceso gradual, se juntaron las ganas con el hambre de comer. Para que te des una idea de lo abrupto --dice Airym-- hay pueblos el Paraguay a los que la electricidad y el internet llegaron el mismo día... Y además, ¿Qué joven puede encontrar una vía a sus aspiraciones existenciales en la pobre oferta que presenta una cosmovisión que se agota en retacarse la barriga de papitas fritas, coca-cola y helados mientras observa a los disparates de los Simpson en la televisión?”
· “Ustedes (los occidentales) tienen los relojes. Nosotros, (los indios) tenemos el tiempo…”, dice Brígido Bogado, un maestro de la comunidad Mbya-Guarani diez minutos después de concluir el conversatorio, en el cierre del encuentro sobre Oralidad.
· “Procuro mantener el optimismo de la voluntad y el pesimismo de la inteligencia”. Me dice Luis Hocsman, un antropólogo cordobés amigo de Laura Ferreira, a propósito de las perspectivas políticas y económicas de la región, mientras prueba los primeros ravioles en salsa blanca que he cocinado en mi vida. Mientras lo escucho, se me ocurre que la frase bien podría describir el abordaje de un paraguayo razonable (y para el caso, casi cualquier latinoamericano) frente al futuro de su país.
· Jennifer y yo la pasamos maravillados de los cielos paraguayos. Unos atardeceres que no hemos visto en ningún otro sitio. No sabemos si se debe a que estamos en el hemisferio sur y la inclinación de los rayos del sol con respecto a la tierra es distinta, o a que Paraguay se extiende sobre un terreno plano, inmenso y que eso permite abarcar un tramo de cielo más grande al que estamos acostumbrados… El caso es que al atardecer, de la forma más extraña, nubes contiguas se ven de colores distintos. Pueden convivir simultáneamente una nube color rojo, una rosa, una amarilla, una blanca y una gris. “Y eso no es todo –nos cuenta Airym a propósito— Los amaneceres son todavía más espectaculares. En guaraní existen siete palabras distintas para designar la luz en diferentes momentos del amanecer.”
· Acaso alguna de esas palabras sirve para designar este momento en la vida del Paraguay, cuando ha caído un régimen que duró sesenta y tantos años, Lugo preside el país y se palpa un despertar entre la gente…
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