lunes, 2 de febrero de 2009

Primeras impresiones de Paraguay

Honestamente, yo no sabía nada de Paraguay hasta antes de llegar y tengo que confesar que tampoco era un país que me llamara la atención. Llegamos aquí por los azarosos caminos del viaje que nos han llevado a explorar sitios que no estaban previstos en el itinerario inicial.

Durante el encuentro con otros cuenteros del continente habíamos comenzado a escuchar que en Paraguay había un interesante movimiento de cuentería… ¿De verdad? ¿En Paraguay? Me parecía difícil de creer.

¿Qué hay en Paraguay? Creo que ni siquiera podía identificarlo en el mapa correctamente. Y por más que me empeñaba en leer en la guía de viajes sobre la historia y la geografía paraguaya me costaba trabajo formarme una idea clara. Recorría en mi mente los referentes que pudiera tener hacia Paraguay y no aparecía ni uno solo. No sabía absolutamente nada de este país.

Lo que sí sabía era que estábamos (o quizás particularmente yo) hartos del frío que nos venía persiguiendo desde Bogotá hasta La Paz. Saber que en Paraguay, durante los meses de enero y febrero, hacía un calor húmedo e intenso que llegaba a superar los 40 grados centígrados, extrañamente me animó.

De la ciudad de Santa Cruz, en Bolivia, tomamos un bus para cruzar el Chaco, esa región disputada por ambos países y en la que según había leído no habitaba casi nadie. Extensiones de verde por ambos lados de una carretera rectísima (un alivio después de las curvas andinas que habían terminado con nuestra dotación de dramamine contra el mareo) Sin embargo, a falta de curvas, calor. El camino a Paraguay lo hicimos en un bus que no tenía aire acondicionado y con asientos que a duras penas se reclinan. El calor que tanto añorábamos nos golpeó la cara, el cuerpo y el alma con insistencia infernal.

Veinticuatro horas después y empapados en sudor, llegamos a Asunción. En cuanto tocamos el suelo paraguayo nos sentimos envueltos en una calma veraniega que nos fue tranquilizando. Llegamos a la casa de Laura. Hamaca, brisa, árboles. Me quité los calcetines, los zapatos y dejé al descubierto mis pies. Después de meses de traer puestas unas botas “todo terreno” finalmente pude volver a usar sandalias y dejar mis dedos al descubierto.

Laura se sentó junto a nosotros a beber tereré (la bebida emblemática de Paraguay, una especie de mate frío) pero nos dijo, con cautela, que todavía no era el momento para probarlo. “Es necesario que primero se vayan aclimatando”, nos dijo.

Laura estuvo hace unos meses en México participando en un festival de cuentos. Y me pregunto si esta extrema cautela que tuvo con nosotros se podría deber a la experiencia que ella tuvo allá. Conociendo como somos los mexicanos cuando de comida se trata, puedo imaginarla siendo expuesta -sin ninguna moderación- a tacos, tortas, tamales y tequilas cuando su cuerpo apenas se estaba adaptando al caos del Distrito Federal. De cualquier manera, me cayó bien. Me relajé bajo la hamaca y respiré hondo.

Me encanta el verano.

Paraguay está de vacaciones y el verano se vibra en todas partes. Por las noches, cuando el calor cede un poco y la brisa nocturna llena el aire, la gente sale a las calles. Futbol, tereré y música. Las calles están vivas. El ritmo es otro. Dicen que el tiempo en Paraguay tiene una forma particular de moverse. Y por lo menos en verano, así se siente. Es como si el tiempo se detuviera. Nadie tiene prisa, sobre todo a la maravillosa hora de la siesta (¡bendita costumbre que en algunos países se sigue al pie de la letra!) Durante ese momento estático las calles quedan vacías y en silencio. Bajo el quemante sol de la tarde únicamente nosotros, extranjeros despistados, estamos de pie.

El ritmo pausado, nos cuentan, se debe a que el paraguayo ha vivido del y junto al campo. El campesino se rige por el sol y las estaciones. Su trabajo depende de los caprichos del clima así que ha aprendido a adaptarse de la mejor forma a él.

Un campesino, nos cuenta Rubén, tiene que levantarse muy de madrugada para aprovechar las horas de trabajo cuando el sol es menos intenso. Y durante las horas más pesadas, entra a la casa para almorzar y dormir la siesta. Vuelve a salir al campo hasta después cuando comienza a caer la tarde. Quizás también sea esta costumbre campirana, la de respetar el clima, la que hace que los paraguayos dejen de salir de sus casas –aún en Asunción- cuando comienza a llover.

Toda la ciudad de Asunción está llena de árboles frutales. Nos cuentan que Asunción nunca fue del interés de los conquistadores españoles. No tenía oro ni plata. Pero estaba en el camino entre Bolivia, donde quedaban las ricas minas del Potosí, y el río Paraguay que desembocaba en el Río de la Plata. Así que la ciudad se fue estableciendo como una ciudad de paso. La gente llegaba a este sitio, a orillas del río y bajo la frondosa sombra de los árboles, para descansar. Hoy en día, la ciudad está repleta de árboles y aromas. Cada calle tiene al menos un árbol cítrico y un árbol de mangos. Las flores que decoran sus calles son un tocado mágico que va cambiando de color dependiendo de la estación.

Esta variedad de flores que va cambiando a lo largo del año no la hemos podido apreciar con nuestros ojos, pero no ha hecho falta. Como en la mayoría de los países, la imagen que nos vamos formando se construye no sólo de lo que vemos, sino –sobre todo- de lo que la gente nos cuenta. Aquí hemos tenido la fortuna de encontrar a varios cuenteros, amigos ahora, apasionados de su país que se han encargado de pintar, con la intensidad de sus relatos, una película del Paraguay que se ha ido grabando en nuestro recuerdo.

Hoy, Paraguay tiene rostro, color, aroma, sonido. Nunca volverá a ser un país más sobre el mapa. Ahora sé que es un país abrigado bajo la sombra de árboles y atravesado por ríos. Un país donde se escribe en español pero se habla en guaraní. Un país repleto de personajes de leyenda, que aparecen a la hora de la siesta para hacerles maldades a los niños que no se quieren dormir. Un país que ha sufrido de una larga cadena de dictadores y que apenas ahora comienza a respirar en libertad. Un país que ha paridos cantantes, poetas y guerreros empeñados en denunciar las injusticias...

Hay tanto por escribir sobre este país, recién descubierto para mi, que prefiero irlo haciendo con pausas. Saboreando cada una de las historias. Mientras tanto, disfruten de las fotos para que también ustedes puedan comenzar a tener una imagen de este país que raras veces se menciona.

2 comentarios:

Piiipu dijo...

Estaré esperando las crónicas para disfrutarlas gota a gota...
gracias, y suerte en todo
con cariño

Ay

pablocollada dijo...

y país de futbolistaaaas!!! también!!!!

un fuerte abrazo!!!