En medio de Sudamérica existe una “isla rodeada de tierra”, en palabras de Augusto Roa Bastos, que se ha convertido en el único país americano que oficialmente reconoce una lengua indígena junto con el castellano. A pesar de que en todo el continente estén esparcidas cientos de lenguas indígenas, únicamente el guaraní se ha logrado afianzar tanto como para obtener un lugar oficial.
Cuando leí esto, comencé a imaginar en mi mente cómo sería un país latinoamericano que fuera bilingüe. Un país que había logrado armonizar ambos idiomas. Un país que había logrado salvarse un poco de la destrucción cultural indígena durante la colonia. Un país donde se respetaba tanto el idioma indígena que hasta tenía carácter oficial. Comenzaba a emocionarme. Me imaginaba los carteles de la calle, los anuncios, la televisión, el radio, todo en guaraní.
Tengo que aceptar que por el lado de mis imaginaciones, tuve una decepción. El guaraní no estaba ahí a simple vista. No aparecía en los anuncios ni en los letreros. La televisión y el radio parecían como el de cualquier otro país latinoamericano. Sin embargo, pronto comencé a darme cuenta de la presencia del guaraní. Estaba ahí, solo que no en donde yo lo buscaba. No aparecía en los letreros ni en los medios oficiales de comunicación. Más bien, estaba en el aire, en el habla. Se podía escuchar cuando uno caminaba por la calle, con los niños jugando futbol, los adultos tomando tereré, los choferes de bus bromeando entre ellos…
En realidad, creo que lo que más escuché no fue guaraní puro, sino yopará, una mezcla entre castellano y guaraní que viene precisamente de la palabra jopara que en guaraní quiere decir mezcla.
En este instante, acabo de descubrir un dato curioso que necesito compartir con ustedes: Nuestra computadora (comprada en Paraguay) es también guaraní-parlante. No sólo reconoce algunas palabras en guaraní, sino que cuando me falta un acento ¡me las corrige! Definitivamente, el guaraní se ha logrado colar por la sociedad desde la época prehispánica hasta la era cibernética.
La mayoría de la gente en Paraguay habla o por lo menos entiende el guaraní. Nos cuentan que incluso los inmigrantes europeos adoptaban antes el guaraní que el español. No era raro encontrar comunidades donde se hablaran dos idiomas: el europeo que trajeron los inmigrantes y el guaraní. El español quedaba relegado a un tercer puesto.
El guaraní está tan instalado en la mente de los paraguayos que incluso hablan español usando la misma lógica gramatical del guaraní. “Voy a venir” es una frase tomada literalmente del guaraní ahata eju. Una traducción castellana más coherente sería “voy y vengo”, pero los paraguayos prefieren la traducción literal.
La historia de la resistencia del guaraní comienza desde la época precolombina cuando estaba bastante difundida la lengua. Personas de otras etnias podían entenderlo. Era algo así como el latín en Europa; una lengua de referencia. Quizás debido al carácter nómada de los guaraníes. Se dice que venían desde el norte, caminando en busca de la “tierra sin mal”.
Cuando llegaron los españoles, como en la mayoría de las colonias, relegaron al guaraní a un rango inferior. Se dedicaron a erradicar esta lengua salvaje para dar paso a una lengua “civilizada” como era el castellano. Una lengua que no se podía escribir era vista como una lengua de segunda categoría. Y el guaraní era una lengua puramente oral.
Sin embargo, la oralidad se mantuvo. La lengua siguió viva adentro de los hogares. Los niños mestizos aprendían el guaraní de la madre y el español del padre. Con este proceso, el guaraní se fue instalando en la psique de los mestizos como la lengua más ligada a las emociones. Mientras que el español se instaló como la lengua que representaba la autoridad y el poder.
“Hay cosas que uno no puede decir más que en guaraní” nos explica Rubén.
El guaraní no sólo está ligado a la expresión de afectos sino que también está vigente en las bromas y en los dobles sentidos. Los chistes se hacen frecuentemente en guaraní o por lo menos en yopará. Durante el Encuentro de la Oralidad nos tocó ver cómo esto se veía al contar cuentos. El cuentero usaba el español para explicar lo que sucedía en la historia, pero no podía evitar saltar al guaraní para los diálogos entre los personajes. Los dichos, los refranes y sobre todo, la mitología, sigue viva en su idioma original. Aunque al mismo tiempo, sigue existiendo un sector de la sociedad, que al igual que en la época colonial, considera al que habla guaraní como un inculto.
Una de las características que marcó la historia colonial de Paraguay y que influyó para el mantenimiento de la lengua guaraní fue la presencia de los jesuitas. Ellos, amantes del conocimiento y la educación, llegaron a la Nueva España con el espíritu de enseñar y no de esclavizar a los indígenas. Desde una visión más comprensiva y humana, organizaron a los indígenas en “reducciones” donde todos trabajaban por el bien común. Aunque impulsaron la religión católica no menguaron la expresión cultural guaraní. Es más, el catecismo fue traducido al guaraní y los rezos se hacían en su lengua materna.
Varios padres jesuitas, como el caso de Antonio Ruiz de Montoya, fueron grandes enamorados de la lengua guaraní. Tanto que buscaron formas para preservarla por escrito. Es curioso que en la actualidad siga siendo un Padre, miembro de la orden de los jesuitas, Bartomeu Melià, uno de los grandes estudiosos del guaraní.
A pesar de que los jesuitas fueron expulsados del continente en el siglo XVIII, cuando la Corona Española comenzó a temer el poder y autosuficiencia que estaban generando, ya habían sembrado las primeras semillas para que el guaraní siguiera vivo en la vida cotidiana del pueblo paraguayo.
Cuando Paraguay obtuvo la independencia de España, el idioma guaraní entró en un vaivén de reconocimiento-ocultamiento que dependía del dirigente que estuviera a cargo del país. El segundo presidente paraguayo, Carlos Antonio López, fue de los primeros en prohibir el uso del guaraní, expulsándolo de las escuelas. Llegó incluso al extremo de mandar sustituir algunos nombres y apellidos en guaraní a su equivalente castellano.
Sin embargo, durante la Guerra de la Triple Alianza, el guaraní adquirió fuerza y prestigio, convirtiéndose en una especie de estandarte de orgullo nacional. El idioma resultó útil no sólo para propagar el nacionalismo sino para enviar mensajes militares secretos.
Lo cierto es que el guaraní tuvo que hacer un largo camino antes de ser aceptado dentro del programa escolar como una materia adicional y mucho tiempo más todavía (1992) para ser reconocido oficialmente. Sin embargo, durante todo ese tiempo, el guaraní se mantuvo vivo por debajo de la tierra, adentro de la piel, en la mente y corazón de los paraguayos, como la lengua más cercana a su expresión emocional. La vigencia de una lengua tan antigua es lo que más me ha maravillado de nuestra visita a Paraguay.
Puede ser que no me haya encontrado con el país bilingüe que yo había imaginado. El guaraní no se “veía” a simple vista. No estaba en los sitios donde yo lo buscaba. No te recibe un gran letrero en guaraní que diga bienvenido. Pues el guaraní, como cualquier idioma oral, no se encuentra en los letreros. El idioma se siente en el aire. Se respira en las calles. Se escucha.
No deja de asombrarme que en pleno siglo XXI los paraguayos sigan usando las frases y palabras de los pueblos originarios. Que la palabra se haya mantenido viva desde hace más de quinientos años. Que haya resistido censuras y persecuciones. Que los nuevos inmigrantes lo hayan adoptado por encima del castellano. Me parece un profundo homenaje a los primeros hombres y mujeres que pisaron estas tierras. Aquellos que caminaron y caminaron en una búsqueda perpetua por encontrar la tierra sin mal.
lunes, 23 de febrero de 2009
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
2 comentarios:
Me ha encantado esta entrada. A pesar de la visión ab extra que tiene, se siente vívido el proceso, como si hubieran asistido a su desarrollo. Muy hermoso regalo para el Paraguay, amigos viajeros.
Eyyyy.... se pasaron! Esta entrada es digna de un galardón internacional de historia y cultura guaraní!. Gracias chicos por este paseo en el tiempo de mi lengua guaraní. Gracias por difundirla de esta manera tan gráfica y tan emotiva que solo los cuenteros pueden darla. Ahora si, en honor a la perfección, debo aportar que la frase es "ahata aju", y no, "ahata eju", es solo cambiar aju por eju. es mi pequeñitititio granito de arena. besos.
Publicar un comentario