Llevan treinta años reuniéndose cada jueves por la tarde en Plaza de Mayo.
Treinta años marchando, protestando, esperando.
Marchan porque la dictadura les desapareció a los hijos.
Usan un pañuelo alrededor de la cabeza para identificarse. El pañuelo está hecho de gasa de pañal de bebé. De la misma que envolvieron a sus hijos en su más tierna infancia.
Algunas han terminado por aceptar que los hijos están muertos. Otras, aún, se niegan a esa posibilidad.
Marchan para que se castigue a los criminales.
Marchan para que no se olvide.
Marchan para diluir, juntas, el dolor.
“El dolor, cuando lo has conocido te lo llevas adentro como un sello. El dolor se acerca al absoluto mucho más que la felicidad. Por eso quizás algunos no pueden vivir sin él. Logra poseernos enteros, entra en los huesos, en las junturas, modifica el ritmo del corazón y del respiro. La felicidad va y viene, se pierde en miles de ríos, desparece antes que podamos agarrarla y nos cuesta, luego, acordarnos de ella. El dolor se te pone en el corazón como una piedra.”
Clara Romanó, Rebeca
1 comentario:
Muchas gracias por compartir un poco de lo que sus ojos ven. Atraves de ustedes llego a palpar y solidarizarme con nuestra realidad latinoamericana. Gracias. Todo lo mejor en su camino.
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