miércoles, 16 de abril de 2008

En torno a la despedida I

La inminencia del viaje suscita divergencias sobre el tema de la despedida:


  • Nuestro destino es dejar atrás las cosas. Para crecer hemos de aprender a soltar, a dejar atrás estos parajes para descubrir nuevos horizontes.
  • Apenas llegamos al mundo estamos lléndonos. Por más que nos aferremos a las cosas habremos de seguir nuestro camino.
  • Desde que nacemos estamos empezando a separarnos, de nuestros padres, de nuestros hermanos, de nuestros amigos, de nuestros socios, de nuestra pareja. La vida entera es un ensayo para la despedida final.
  • La constatación de que todo es efímero es terrible. Nada ni nadie se conserva para siempre. Aunque caminemos juntos un rato el camino, al final estamos solos.
  • La pura idea de la separación hace que algo se nos agolpe en la garganta, que el corazón se encoja. Nos sentimos tan impotentes frente a los límites.
  • Estamos tan necesitados del otro; tan necesitados de amor, de seguiridad, de cuidado, de continuidad. ¡Tenemos tánto miedo al abandono!
  • Tan titánica es la tarea de la despedida, que a veces es más fácil agredir, pelearse, que despedirse. Es una forma menos dolorosa de poner distancia. En una transacción instantenea, al convertir al otro en un villano, en un diablo, negamos la importancia que el otro tuvo para nosotros, para nuestra vida.
  • Sin embargo, tendríamos que tenerle menos miedo a soledad, pues a fin de cuentas todos los días, antes de dormir, volvemos a ella. Regresamos al cuerpo que nos contiene. Volvemos la mirada hacia adentro, a la penumbra roja que ilumina tras los párpados. A escuchar esa otra voz que habla adentro.

  • Recuerdo la primera práctica que tuvimos en la carrera: "Desarrollo psicoafectivo infantil". Trabajamos con niños de Santa Fé, una población en conflicto -- altos índices de migración a los Estados Unidos, mamás solteras que tienen que trabajar, niveles generalizados de alcoholismo, niños semiabandonados que juegan en el patio de la selva de asfalto. Nosotros no sabíamos casi hacer nada todavía, y por lo tanto la práctica tendría dos ejes relativamente sencillos: el primero era básicamente jugar y reflexionar, estar observante de lo que pasaba con los niños y con uno, lo que eso suscitaba internamente. El segundo eje, el más importante, giró alrededor del tema de la despedida, de la elaboración del duelo, de aportar a la restitución de la confianza básica asociada a la constancia en una relación; al final, nuestra presencia ayudaría a que los niños internalizaran un mensaje: no es lo mismo abandonar y despedirse. Para ello, cada sesión avisábamos, casi obsesivamente, cuántas clases nos separaban de la despedida: Quedan 24 sesiones... quedan 10 sesiones... Quedan tres sesiones... Queda una sesión. Y luego, simplemente estar ahí. Tolerar los sentimientos que eso sucitaba en los niños. La negación, el enojo, la tristeza.
  • En la práctica, al final, todos sufríamos una especie de compulsión por dejar a nuestros pacientes un regalo, o bien a permitir que ellos lo hicieran. El supervisor --Ariel Saltiel-- estableció un encuadre en donde eso estaba prohibido, pues de lo contrario podría impedirnos ver lo escencial, el universo emocional que se despierta. Pero además nos ayudó a entender cómo ese reaseguramiento es innecesario, pues lo importante ha ocurrido más allá de los objetos tangibles: nos hemos internalizado. Nos llevamos ya el uno dentro del otro. Nuestro encuentro nos ha transformado, nos ha enriquecido.
  • Ahora, la voz que nos habla dentro tiene un poco de la voz del otro. Si sabemos escuchar, nos daremos cuenta de que, al final, nunca estamos solos...

2 comentarios:

Paola en alemania dijo...

Creo que al final, si te lo propones, nunca estás lejos. Si estás vivo (única condición de cercanía) las despedidas pueden vivirse como temporales. Lo que angustia es saber que vas a extrañar, que alguien te va a extrañar a ti y que esa sensación es más bien dolorosa. ¡Buenísima idea el blog! Estoy segura que estar en contacto con todos los que los quieren aliviará significativamente la distancia... De un lado y del otro... ¿Tienen ya una ruta que van a seguir? ¿Están haciendo la maleta? ¿Qué se llevan?

Felicidades por la aventura, por arriesgarse a extrañar.

Un abrazo a los dos, amiga, un beso además para ti.

Unknown dijo...

Tanta necesidad del otro.
¿Por qué es tan importante lo que diga Alfredo? O tal vez, pienso en voz alta, no sea lo que diga Alfredo, sino la importancia que vos le otorgás a las personas que fueron algo importante en tu historia. Y como sea, Alfredo tiene su lugar.
Con su gesto duro (conste que no lo conozco), con su sentencia implacable, es como un papá, que se quiere aunque no se comparta el punto de vista.
Yo invitaría a ALfredo un par de copas, y le diría: "Alfredito, aflojá pibe! Vos también te podés soltar el pelo"
Adelante viajeros, que con ustedes también viajaré, a través de los relatos.
Besos a los dos. Los quiero.

Rosana Lecay