lunes, 17 de agosto de 2009

Ciudad de México. Sobrevuelo


I.

Llegar a la Ciudad de México de noche por avión es uno de los fenómenos más impresionantes que pueden experimentarse. Una alfombra infinita de pequeñas luces. Kilómetros y kilómetros de luz inabarcable. Una fascinación. Un vértigo. ¿Cómo es posible que haya tanta gente junta, abigarrada, hacinada? ¿Cómo sobreviven? Una ambivalencia. ¿Cómo podemos seguir llamando hogar a este espacio monstruoso, demencial?

II.

La historia de la vida de la Ciudad de México me resulta interesante desde hace mucho tiempo. Me interesa sobre todo la manera en que se convirtió en el monstruo que es hoy. El fenómeno de la marginalidad:

La industrialización de los cuarentas a los sesentas cambió el balance entre el campo y la ciudad en México. Pues representaba para los campesinos la promesa de una vida mejor, y en consecuencia constituyó un incentivo para migrar a la ciudad con la esperanza de encontrar trabajo.

Pronto la ilusión se rompe: la naciente industria es incapaz de contenerlos a todos. Sin embargo no hay camino de vuelta. Han de perseverar en su afán. Se establecen al margen de la ciudad, convirtiéndose en marginados – al margen geográfico de la ciudad, al margen de la economía, al margen de las opciones de trabajo, al margen de los servicios de agua, luz, salud.

Tan precaria es la situación en el campo, que aún la marginalidad urbana ofrece un espejismo magnético. El camino emprendido por el campesino pionero es el puente que por el que otros caminan a la ciudad; de su lugar de origen insisten en su mismo sueño. Demasiado tarde encuentran que vinieron a nutrir un mar de carencia y frustración. Ellos, con su volumen, representan la materia prima para la ciudad perdida, la barriada, la favela, como se le llama en Brasil.

En ese desierto no hay posibilidades de sobrevivir solos. Sin junto con la historia de su migración encuentran una primera vía. A fin de cuentas todos vienen más o menos del mismo sitio. Los nuevos barrios tienen una cierta una cierta homogeneidad cultural. Es como si imágenes un tanto distorsionadas de sus lugares de origen. El punto de partida común les provee un referente. El referente –aún imperfecto-- se constituye en un núcleo de pertenencia. La otra cara de la pertenencia es la identidad. Y la identidad es siempre un elemento potente que soporta el sentimiento de que se es parte de algo más grande y trascendente. Desde la identidad no es un disparate proyectar un cierto sentido a la vida. La identidad cultural es un valor en sí mismo que amerita ser conservada. Desde esa frágil afinidad, se enfrenta mejor el desafío de sobrevivir.

Para subsistir, los marginados aprenden a construir puentes invisibles con aquellos que comparten su mismo destino: se apadrinan unos a otros y la relación de compadrazgo –con obligaciones y derechos tácitamente delimitados- les convierte en eslabones unos de los otros. Las mujeres desarrollan lentamente redes de intercambio. “Hoy por ti, mañana por mí”. Los frijoles que hoy te comparto son la moneda con que pago por anticipado el favor al que mi necesidad me orillará en el futuro. Los hombres, se juntan a beber, si no por otra cosa, para escapar un rato de su realidad.

Y al final, son estas ligas intangibles las que los protegen contra la fragilidad y posibilitan la vida. Es este sentido de solidaridad invisible el capital social que les da cohesión.

III.

Hacia finales de los ochentas y principios de los noventas, los cinturones de miseria que delimitaban la ciudad fueron desbordados. Los desarrolladores urbanos, desesperados por encontrar espacio para los nuevos suburbios residenciales y empresariales empezaron a ejercer presión sobre los pobladores de barrios marginales. La venta de la tierra que ocupaban los barrios marginales, que en muchos casos existían en un régimen de propiedad comunal, no podía concretarse a menos de que la mitad de sus habitantes consintiera en la venta. La resistencia inicial fue vencida caso por caso. Los habitantes terminaron vendiendo con pagos tentadores para ellos en el corto plazo, pero que no representaban en realidad ni cercanamente el valor real de la tierra. En el destino de aquellos marginados estaba estructuralmente dictaminado que el pequeño capital que obtuvieron por su tierra se diluiría en la euforia de un efímero consumo.

La gran masa de marginados fue reubicada en otras zonas. Larguísimas concentraciones de casitas de concreto en un nuevo margen de la ciudad. Llegaron a sus nuevos destinos para escribir un nuevo capítulo de hacinamiento. Pero en esta ocasión llegaron solos. Dramáticamente solos. Pues aquel finísimo bordado de relaciones sociales y afinidades culturales que los contenía y que había sido construido con la tenacidad que sólo una azarosa filigrana de varias décadas puede formar, fue rasgado de un solo tajo.

Para mediados de los noventas la Ciudad de México tiene un rostro radicalmente distinto al que solía tener. Este animal carece del epitelio social que antes lo cohesionaba y que permitía a sus habitantes, mal que bien, sortear el temporal de la frustración. Para este momento además, su atractivo ha cedido. Ahora es Estados Unidos el que ejerce el magnetismo de los migrantes. Los que aquí se han quedado tienen un horizonte de esperanza que minuto a minuto se angosta.

No sorprende así que en los últimos doce años que la criminalidad haya crecido en la ciudad exponencialmente. No sorprende que en cada tránsito por la ciudad exista una considerable posibilidad de que a uno lo asalten y en un mal día le suelten un par de balazos a quemarropa y lo dejen a uno desangrándose en la banqueta. No sorprenden las informaciones que aseguran que hay sitios en la ciudad en los que es posible conseguir que un hombre asesine a otro por menos de quinientos dólares. Fenómenos, aseguran sin parpadear algunos, colaterales al desarrollo; efectos inevitables de la ley de la oferta y la demanda.

IV.

¿Es posible revertir el deterioro de la ciudad y su destino demencial? ¿Es posible construir nuevos puentes que conecten el márgen con el centro? ¿Una sociedad cosida con hilos solidarios es una utopía? ¿En este espacio desbordado y violento es aún posible concebir un proyecto de vida?



*En esta entrada la fotografía fue tomada de internet

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Hecho de menos sus historias, a pesar de no haber acabado de leer todas las historias tan maravillosas que nos cuentan...Su redaciones, sus sentimientos, y todo el cariño con que se expresan.
Monica

Vuelos a Ciudad de México dijo...

lo que dices en los primeros puntos es cierto. Quiero mencionarte un poco de las contradicciones que muestra Ciudad de México. Va en el lado de dos caras, una cara bella, histórica, con pasado-presente, y otra más fea, con pobreza y mucho estancamiento.
Si creo que culturalmente es una ciudad muy avanzada.

Anónimo dijo...

Hola Jennifer y Arturo: somos Sofia y Maria Jose del CFP, durante todo este año hemos estado participando en los cursos que realizan en nuestra escuela. Les escribimos poruqe necesitamos habalr con ustedes. El motivo principal es el retiro que planearon en ambas generacionesy que desafortunadamente en la de generacion de Maria Jose no se pudo realizar. Les dejamos nuestros mail para que se pongan en contacto con nosotras, de preferencia antes de regresar de vacaciones.
Saludos y muchas gracias de verdad,
Sofia (sofishtique@hotmail.com) y Maria Jose (maje.veroli@gmail.com)

noticias dijo...

guaaa!! me encanta el blog, pero me poneis los dientes largos jajaj un saludo para todos