sábado, 24 de octubre de 2009

Lo que vimos a nuestro paso por Latinoamérica:

Estilos, cuentos y cuenteros

“Por naturaleza, un contador de historias es un plagiario. Todo lo que se cruza con él –cualquier incidente, libro, novela, episodio vital, historia, persona, recorte de noticias- es un grano de café que será machacado, mezclado y al que se añadirá un toque de cardamomo, a veces una pizca de sal, se hervirá tres veces con azúcar y se servirá como cuento humeante y recién hecho”. (Rabih Alameddine El contador de historias)

De dónde obtiene cada quien sus cuentos es tan particular como cada individuo. Como descubrimos durante el viaje, a veces, no es tan importante de dónde obtiene uno el cuento (las fuentes) sino cómo lo trabaja (el estilo personal). Cómo prepararlo, sazonarlo y servirlo para que realmente se sienta como un cuento “recién hecho”. Es decir, que el cuentero logre contarlo como si fuera la primera vez que ese cuento se narrara en la faz de la tierra…

Algunos cuenteros buscan en la tradición popular universal los cuentos de su repertorio y aunque son cuentos sabidos y resabidos logran transmitirlos con frescura y originalidad. Cuentos como: La Cucarachita Mandinga, Caperucita Roja, Juan Bobo… que están esparcidos por todos los rincones del planeta. La característica de estos cuentos es que tratan temas universales y por lo tanto, resuenan profundamente en el público, sobretodo cuando son contados con intención.

Tal es el caso Juan Madrigal (de Costa Rica) y Chato Miguel (de Perú) a quienes vimos acompañar sus cuentos con guitarra, canción y mucha personalidad. Ambos integran al público, ya sean niños o adultos, durante su espectáculo para que entre todos jueguen a contar cuentos. Y entre las frases y personajes de sus cuentos se deja entrever su particular forma de ver el mundo.



Por otro lado, encontramos a varios cuenteros que deciden pescar historias en la tradición indígena de su país. Cuentos de la Amazonía o de los Andes peruanos que le llegan al público de hoy envueltos todavía con un toque antiguo de mundos mágicos y míticos. Con su propio estilo cada quien, Cucha del Aguila y Cesar Wayqui Villegas nos compartieron algunos de estos cuentos tradicionales peruanos.

Cucha nos hizo sentir que lo que contaba brotaba de sus propias venas y de su infancia vivida en la selva. En la mítica selva donde los que mueren pueden regresar al mundo de los vivos habitando el cuerpo de un pequeño pájaro.

Mientras que Wayqui reveló en su versión de la Mamá Raiguana el vínculo particular que tenía con su abuelo, de quien obtuvo gran parte del cuento. Raiguana, diosa-madre, que deshace partes de su cuerpo para que se conviertan en los alimentos de los antiguos andinos.




En Perú nos sorprendió también el uso de la música para acompañar los cuentos. En algunos casos, con sonidos sencillos provenientes de instrumentos ancestrales, que con dos o tres notas consiguen crear un ambiente propicio para la escucha. En otros casos, la música se convierte en un personaje más en escena, como el caso de Ana Correa, que cuenta a ritmo de cajón peruano. Con un dinamismo impactante y contagiable narra su cuento mientras golpetea la madera sin perder ni palabra ni ritmo.



Finalmente, escuchamos (aunque no conocimos) hablar sobre Francois Vallaeys, un narrador francés que durante años vivió y contó cuentos en Perú. Su estilo personal, marcado por el acompañamiento de un grupo de rock que musicalizaba partes de sus cuentos, se ha quedado grabado en la mente de quienes lo escucharon y quienes fueron sus alumnos.

Al llegar al sur del continente descubrimos que el gusto por la literatura de autor se siente en las elecciones de cuenteros chilenos, argentinos y uruguayos.

Nos llamó en particular la atención el trabajo que presentó el chileno José Luis Mellado en el festival Quiero Cuento 2008. Sus cuentos, contados en primera persona, con la potencia de escritores como Bukowski y la fuerza de una narración bien manejada, sostenida y limpia, se quedaron resonando en nosotros mucho tiempo después: imágenes surrealistas, caballos que conversan en un bar, personas que se elevan en el aire, nostalgias abrumadoras, recuerdos que jamás existieron…



Otro sitio desde donde un cuentero puede obtener sus historias es adentro de sí mismo. Buceando en su interior para obtener inspiración, la argentina, Inés Grimland, creó el espectáculo Juicio a los 50. Basado en anécdotas de su vida, sus relatos impactan, conmueven y hacen reír. Escuchándola relatar sus historias personales, donde habla, por ejemplo de los desencuentros que tuvo con su ex marido y las aventuras de ser divorciada, me llevó a preguntarme qué tanto de mi vida sería capaz de traducir a un texto oral, interesante. Pero más que eso -honestamente- ¿qué tan capaz sería yo de relatar mi vida frente a un auditorio? Se requiere valentía para contar como lo hace Inés. Plantarse frente a un público y contar historias que en su momento habrán dejado profundas heridas en el corazón.

También se requiere valentía para contar los cuentos que uno mismo ha escrito. Ficciones creadas por el mismo narrador. Durante nuestro paso por el Festival Déjame Que te Cuente 2008 en Perú conocimos a Angel Calvo, narrador-escritor. Nos confesó que él inventa sus propios mitos, tomando un poco de aquí y un poco de allá. Crea dioses, diosas, enredos, complicaciones, historias mágicas de la creación del mundo que bien podrían estar sacados de un libro de mitología.



Finalmente, en Colombia, nos impresionó la capacidad de Robinson Posada para llevar hasta las tablas de un escenario la vida de las comunas de Medellín. Cuentos crudos de humor negro que se vuelven vivos a partir de la interpretación de su personaje El Parcero y que llevan detrás de si una gran inversión en tiempo e investigación etnográfica. Sus cuentos, como el de aquella señora que termina asesinando equivocadamente a sus dos hijos, nos dejaron con la risa congelada, clavados en la butaca, atónitos.



Durante nuestra estancia en Medellín pudimos comprobar lo difundido que está el contar cuentos desde un personaje (algo que en México casi no existe). Descubrimos las ventajas y también los desafíos que implica esta forma de narrar. Aprendimos que hay una gran diferencia entre disfrazarse y contar desde personaje. No basta con ponerse un sombrero y hablar como campesino, es necesario crear el personaje, estudiarlo, casi encarnarlo. Desde el camerino comenzar a ser ese otro, jugar con las posibilidades del personaje, explorar hasta dónde sería capaz de llegar. Y sobre el escenario, disfrutarlo. Robinson nos mostró esto claramente.
Hablando de jugar con el público, otro estilo narrativo que nos impresionó en Medellín fue el que vimos con el espectáculo de cuentos africanos que presentaron Mauricio Patiño, Paul Ríos y otro colega de VivaPalabra cuyo nombre se escapa a nuestra memoria.. No se trataba sólo de una narración de cuentos sino que tomaba del teatro elementos como vestuario, escenografía, dirección y trabajo escénico pero sin perder la esencia de ser una narración oral.



Los cuentos africanos, extraños para nuestra concepción occidental, pueden llegar a parecernos absurdos pues suceden cosas aparentemente sin sentido ni causa. La resolución que le dieron a esto los cuenteros me pareció acertada y con un buen toque de humor. Se permitieron jugar con estos absurdos, soltar su creatividad e invitar al público a transitar con ellos por los caminos circulares de la tradición africana.
Fueron muchísimos los cuenteros y estilos narrativos que vimos durante el viaje y que sería imposible reseñar aquí. Pero basta decir que hubo varias propuestas artísticas más que nos emocionaron. Sobretodo, aquellas que nacían de una búsqueda genuina. Las que respondían a misteriosas causas vitales donde el recorrido de vida personal se convierte en el motor que enciende la llama creativa.
En conclusión, todo lo que vimos durante el viaje nos abrió los ojos. Nos dimos cuenta de las infinitas posibilidades que tiene la narración oral; la inmensidad de formas que puede adquirir sin perder su esencia. Descubrimos que no se gana nada encajonando a la cuentería en reglas estrictas que bloqueen la creatividad del narrador. La propuesta sería más bien explorar las posibilidades expresivas de cada quien para encontrar el propio estilo personal, la identidad narrativa.

Cada cuentero tiene el derecho a elegir sus cuentos y a descubrir la forma en la que quiere trabajarlos. Pues esto es lo que hará que sus cuentos queden registrados por mucho tiempo en el alma de quien los escucha. La identidad del narrador es lo que hará que sus cuentos se sirvan, cada vez, como si fueran una taza de café recién hecha, humeante, apetecible y única.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hola Jennifer y Arturo: somos Sofia y Maria Jose del CFP, durante todo este año hemos estado participando en los cursos que realizan en nuestra escuela. Les escribimos poruqe necesitamos habalr con ustedes. El motivo principal es el retiro que planearon en ambas generacionesy que desafortunadamente en la de generacion de Maria Jose no se pudo realizar. Les dejamos nuestros mail para que se pongan en contacto con nosotras, de preferencia antes de regresar de vacaciones.
Saludos y muchas gracias de verdad,
Sofia (sofishtique@hotmail.com) y Maria Jose (maje.veroli@gmail.com