domingo, 19 de octubre de 2008

Bogotá a ras de piso

Caminar por las calles de Bogotá inevitablemente me remonta a la última ocasión que estuve por aquí, de trabajo, durante el 2007…

Claroscuros II. Bogotá, Avenida 11
Arturo Ignacio Peón Barriga

El día empieza con la entrevista del presidente de Cemex en Colombia. Un negocio de 400 millones de dólares.

- Puede que se trate de uno de los diez personajes más poderosos en el mundo empresarial colombiano.
- En toda la entrevista está implícito este poder: el papel que Cemex juega en el impulso al desarrollo de Colombia -- la vivienda, la infraestructura, el sector comercial; la interlocución con actores políticos y gubernamentales en cuya agenda la construcción es un tema de primer orden.
- Me cuenta incluso que el presidente Uribe recién apeló directamente a Cemex, pues en los foros y asambleas del pueblo que sostiene semanalmente, le ha sido reiterada la preocupación de la gente en torno al alto precio del cemento.
- Toda la mañana escucho su perspectiva sobre los retos de gestionar una empresa de alcance global, de desarrollar talento para cubrir las demandas de crecimiento de la organización; la dificultad de transformar la cultura, la mentalidad de la gente.
- Me cuenta también que a él le ha tocado estar en otros países en su carrera, y que ese tránsito le ha enseñado la importancia de que un líder se arraigue a su responsabilidad, a su organización, a su país.
- Me dice que pocas cosas son tan dañinas como el desarraigo, como la falta de compromiso, como la insensibilidad hacia la cultura del país en que se está y para quien se trabaja.
- Me dice: "En México, yo fui de México, y lo sigo siendo. En Colombia, soy de Colombia."

A media entrevista, el primer paréntesis, el primer contraste.

- Presencio su diálogo con una chica de la organización a quién recién acaba de detectársele el cáncer. Le da ánimos. Le comparte que hace dos años él pasó por lo mismo y logró sobrevivir.
- Frente al poder, el primer límite: la enfermedad, la impotencia.

Salgo de la entrevista tocado, sensible.

- Pienso en mi propio compromiso con mi país. En la responsabilidad de aportar algo, de hacer una diferencia.
- Pienso en el milagro de estar sano; en la alegría de tener salud.

Camino por la avenida 11, justo esquina con la 93.

- A lo lejos escucho una agitación. Me apresuro y atestiguo un accidente.
- En Colombia, en plena luz del día, sobre la calle circulan una serie de pepenadores con sus caballos y sus carretas. Compiten en el asfalto con los coches.
- A uno de ellos se le escapó el animal que se desbocó a correr por las calles, sin control. El caballo corre jalando una carreta con desperdicios.
- Sobre la carreta va también una mujer con un bebé de brazos.
- El hombre va metros atrás, corriendo y gritando.
- El caballo cruza perpendicularmente una avenida mayor, a punto de ser arrollado por un taxi.
- Se topa con el camellón y la carreta se vuelca.
- Mujer y niño van al piso y están a punto de morir aplastados.
- Llego justo en ese momento a la escena.
- Me domina un impulso de participar.
- El hombre está desorientado. Se lamenta. Profiere sollozos y clama al cielo. Utiliza un español que difícilmente yo entiendo. Menciona obsesivamente algo de la zorra (Más tarde alguien me explica que así se le llama a las mulas viejas en Colombia).
- La mujer está lastimada. El caballo está nervioso.
- Tranquilizo al hombre. Le doy indicaciones.
- Primero sacar a la mujer y a la niña del paso.
- Después desenredar al caballo.
- Luego volcamos juntos la carreta y lentamente la retiramos del paso.
- Recogemos los desperdicios.
- Se aglutina gente en la banqueta y rodean al niño y a la mujer.
- El hombre no puede pensar, no puede accionar. Está en crisis.
- El último paria de Colombia. Acaso uno de los más pobres del país. Todo cubierto de mugre. En harapos. Su mujer está lastimada. Su niño llora de espanto. Su caballo tiene una herida profunda en una de las patas traseras. El eje de la carreta está sumamente dañado.
- Llegan un par de policías a dialogar. No lo ayudan. Lo presionan. Lo quieren extorsionar. Sacarle lo poco que tiene.
- El no articula. No piensa.
- ¿Que recursos tiene este hombre?
- Su patrimonio entero acaba de ser dañado. No tiene educación. El Dios de sus plegarias parece estar demasiado lejos.
- Llega otro pepenador a auxiliarlo. Él también viene sobre una carreta con su mujer y una niña en brazos. Hablan su español antiguo y ajeno.
- Llega una ambulancia.
- Me retiro. Veo la escena de lejos. Me voy con una ambivalencia en el estómago.

El mismo día, el hombre más poderoso de Colombia y el más impotente.

Yo, en medio...

1 comentario:

Unknown dijo...

¡Amigos!
Hoy por primera vez entré a su otro blog y dimensioné el trabajo que están haciendo como cuenteros, me dio gusto, emoción, ganas de estar allí frente ustedes escuchando alguna de sus historias y un gran orgullo.
los quiere
LaSalitas