lunes, 6 de octubre de 2008

Como escribir en el agua

Dejamos Centro América con una mezcla de tristeza y emoción. Se acaba la primera etapa de nuestro viaje y nos aventuramos al sur. Mientras más avanzamos en el recorrido más lejos nos sentimos de México.

Los países de Centro América tienen un aire cercano a la cultura mexicana. En Guatemala pudimos comer con tortillas y salsita picante, escuchar música norteña en el bus hacia Belice, comer frijoles al estilo mexicano en Honduras, compartir la historia de la independencia con Nicaragua, sentir la rivalidad futbolística con Costa Rica.

Centro América fue una agradable sorpresa llena de sitios recónditos, naturaleza exuberante y gente sencilla, abierta, amistosa. Me voy con la firme promesa de volver; dejamos sitios sin explorar y eso me motiva al regreso.

El viaje a Colombia abrió un nuevo capítulo en nuestra aventura: la zona andina de Sudamérica. Llego con emoción a Colombia, un país que siempre ha estado cercano a mi corazón, pero me embriaga la rapidez con la que dejamos atrás un lugar para ingresar a otro.

Los viajes en avión siempre me han parecido artificiales. Ingresar a una cápsula voladora que te protege de las inclemencias del clima y los tropiezos geográficos me parece poco humano. Pienso en los viajeros de otros tiempos que con lentitud se iban adentrando a regiones desconocidas con la ventaja de irse adaptando gradualmente al nuevo entorno.

Aunque no viajamos con carretas tiradas por caballos, sí recorrimos los países de Centro América a un ritmo más lento, viajando por tierra.

Después de varias horas en el bus, bajábamos en la frontera: ese espacio que no pertenece ni a un lado ni al otro, donde se mezclan acentos, comidas y moneda. Después de haber hecho los trámites migratorios, subíamos al bus con monedas y billetes distintos, adivinando el nuevo tipo de cambio al que tendríamos que acostumbrarnos. Pasábamos la línea divisoria y aunque el paisaje seguía siendo el mismo comenzaban a adivinarse nuevas formas en las casas, la gente, los letreros, que poco a poco se convertían en la fisonomía de nuestro próximo destino.

Viajar por avión, en cambio, te limita la posibilidad de adaptarte al siguiente paisaje. En un par de horas ya habíamos cruzado Panamá y nos habíamos adentrado en Colombia. Aunque mi cuerpo caminaba por calles distintas y nuevas, yo sabía que mi alma seguía revoloteando por encima de los lugares de los que nos encariñamos en Costa Rica.

A tres días de estar en Colombia siento que todavía no he aterrizado por completo. Una parte mía sigue divagando entre Costa Rica y Colombia. Como si mi alma estuviera realizando el camino imaginario por tierra, a un ritmo natural, mientras que mi cuerpo ya se ve obligado a adaptarse a un nuevo sitio.

Durante los primeros días en esta nueva etapa del viaje mi mente se llena de recuerdos y de imágenes anteriores: la gente que conocimos, los amigos que encontramos, los lugares que se llenaron de vida y los pequeños momentos de encuentro y risa que intercambiamos.

Necesito seguir reviviendo estos momentos para darme cuenta de que en verdad existieron. Para que no se pierdan en lo instantáneo de los viajes modernos.

“Viajar es como escribir en el agua”, nos comentó un amigo chileno al despedirse de nosotros.

Me llega a la mente la imagen de un pincel flotando por encima del agua trazando formas que se van perdiendo casi al mismo instante de haber aparecido.

El viaje tiene una característica fugaz. Si no lo cuentas, si no lo rememoras, es como si nunca hubiera existido…

¿Y no será así todo en nuestra vida?

Únicamente pinceladas en el agua.

1 comentario:

Alberto Lara (Mobius) dijo...

Excelente su viaje!! Estoy en Bogotà y si los puedo ayudar, cuenten conmigo antes de su partida. Viaje suramérica en moto. http://mobius-viajeporsuramericaenmoto.blogspot.com/. la.lara.b@gmail.com Alberto