domingo, 19 de octubre de 2008

Un cucho y tres cuenteros de Medellín

Jota Villaza

Jota Villaza fue un niño muy enfermo, muy enclenque.

Los médicos le dijeron a su madre que él no podía jugar con los otros niños, pues corría el riesgo de que se le quebrara el esqueleto…

En los recreos, mientras él se apartaba, los compañeritos lo veían con recelo. En su cara se burlaban. Por lo bajo corrían rumores de que Jota no jugaba porque tenía miedo…

Un día Jota los llamó para contarles.

Les dijo que él no tenía miedo, pues él, era en realidad mucho más grande y viejo que ellos. Tan grande, tan viejo, que era incluso el padre de su abuelo…

“!¿Cómo?!” – le interrumpo mientras lo entrevisto en una pequeña oficinita que forma parte del espacio de Corporación Cultural VivaPalabra, la organización que él fundó...

Me lleva entonces, por este desvío, hasta el núcleo de una historia trágica y bella:

Su bisabuelo se llamaba Jorge Ambrosio Villa Zapata.

Por coincidencias de la vida, su padre también se había casado también con una Zapata (su madre), de tal forma que los apellidos de sus hijos, cuando nacieran, serían también Villa Zapata.

Aquel bisabuelo desapareció en medio de las circunstancias que Colombia ha vivido desde 1950.

Su padre de fue a buscarlo, mientras dejaba atrás a su esposa, embarazada del niño que a la postre sería él…

El niño (Jota) nació en ausencia del padre, y para cuando el padre regresó, sin haber encontrado al bisabuelo, a alguien se le ocurrió que para honrar la memoria del desaparecido, le pusieran al niño el mismo nombre, y dada su filiación, tendría exactamente los mismos apellidos… Lo bautizaron, igual que a su bisabuelo, con el nombre de Jorge Ambrosio Villa Zapata.

“Mi abuelo se dirigió a mí siempre como papá… Y quien ha sido designado por el destino como padre de su abuelo, está, de por vida, marcado para contar historias…

Unos llegan al oficio, y a otros el oficio los escoge. Como a mi oficio de cuentero, que nació de la coincidencia de dos azares: la historia de mi nombre y el signo de mis enfermedades.”

Pues en contar cuentos Jota encontró desde niño un refugio y un vía de respuesta a las burlas aquellas de los compañeros que lo tildaban de tilico, miedoso y flaco. Pues a él no le daban miedo los cuentos de flacas, esqueletos, espantos, fantasmas, desaparecidos y apariciones que los viejos contaban. No le daba miedo escucharlos y no le daba miedo, después, contarlos.

Y fue a punta de cuentos como se construyó una fama protectora de cuentero y de valiente.

A tal punto que los niños de la escuela lo buscaban, para que él les contara. Desde entonces cuenta cuentos, pues contar cuentos es ante todo una acción de vida. Cosas que den la vida y reciban la vida son cosas del alma. Contar cuentos es entregar el alma, regalar la vida que habita en la palabra.

Y en efecto, contar cuentos es lo que ha hecho profesionalmente desde 1985. Contar cuentos en los teatros, en los parques, en los bares, en las escuelas…


Fue justo en una de ellas, el Colegio Pedro Luis Villa de Manrique, tierra del tango, donde hace veinte años Jota hizo una función multitudinaria, frente a novecientos niños.

Ochocientos noventa y nueve escucharon en silencio. Uno no paró de hacer ruido...

Mauricio Posada, “Cosiaca”

Ese uno – más latoso que piojo de hotel de malamuerte, más inoportuno que ataque de comezón en el fundillo—era Mauricio Posada.

Fue tal la bulla que solito generaba, que Jota lo sacó de la función. Inútiles fueron los rezongos y los reclamos del niño. “Si yo pagué los quinientos pesos de la función”—decía.

Y se quedó con las ganas, pues si a él algo le gustaban eran los cuentos y los cuenteros…


Quince años después, volvió a toparse con Jota en la función de graduación de su primo (Robinson Posada), que había estudiado en VivaPalabra el diplomado de cuentero.

“¿Usted se acuerda del una función que hizo allá en el Colegio Luis Villa de Manrique?...” se acercó tímidamente a saludar a Jota al final de la función...

Al paso del tiempo aquella exclusión pedagógica ha tenido sus frutos: Cosiaca se hizo cuentero. En su corazón no sólo ha perdonado a Jota por aquel añejo episodio, sino que incluso ahora le asigna el lugar del cucho. Se le dice cucho a quién tiene experiencia de vida, a quien es sabio, a quien tiene autoridad legítima; a quien se respeta, pues está claro que tiene maestría en el oficio, que va adelante en el camino de la vida…

Igual que Jota, Cosiaca, cuando cuenta cuentos, caracteriza a un montañero paisa. Los paisas tienen fama de personajes un tanto mañosos, negociantes vivarachos y dicharacheros. Regionalistas, excéntricos, ocurrentes, y en las exageraciones, estratosféricos.


Lo cierto es que después de varios días de convivir con Mauricio en Medellín, en Pereira y en Manizales, uno llega a la conclusión de que su personaje –Cosiaca—es una extensión de sí mismo. Sigue siendo el mismo niño montañero de once años que Jota expulsó de la función de cuentos. Sigue siendo un mosquito, un piojo, un parlanchín ocurrente hiperactivo...

He aquí una pequeña antología de sus dichos, excentricidades y exageraciones que capturamos al vuelo en los días en que viajamos y reimos juntos:

Esa plata cayó como pedrada en ojo (sin esperarla)…
Ese pago es como la justicia, tarde pero llega…
Esa chica tiene más patas que un paquete de menudencias…
Ese hombre venía corbatado, como si tuviera más plata que el patrón…

Más demorado que viejito en cajero…
Más serio que una puñalada envenenada en el corazón…
Más asustado que monja embarazada…
Más sufrido que puta grosera…
Más perdido que ceja en la nuca…
Más peligroso que enano con barbera…
Más asustado que una gallina en un congreso de chuchas…
Más duro que chuparle jeta al suegro…
Más duro que encontrar la mamá fumando mariguana…
Más de malas que un cuentero con amnesia…
Más picada que muela de gamín…

Tan lejos que uno necesita una silla y dos culos…
Una loma tan empinada que allá para robarle la plata a uno, lo empujan…

Cada vez que alguien me pide que yo le cuente un cuento fuera de contexto, le reviro: “no fuera yo ginecólogo o boxeador...”.
El cuento fue tan bueno que al final las chicas se me acercaban y me decían: “Cuentero, capullo, quiero un hijo tuyo…”
Era una mamacita de 180 meses… (quince años)…

Robinson Posada, “El parcero”

Robinson, el primo por el que Cosiaca llegó a Viva Palabra, cuenta cuentos porque lleva una lágrima, un dolor, afincado en el corazón.

A través de un personaje de esquina --un personaje pintoresco, atrevido— invoca y evoca a los pareceros --amigos del barrio, vagos del parche del popular número ocho, sicarios de oficio--, que murieron en una década, rebasados por el narcotráfico, a punta de plomo.


Apuesta a que la memoria de los amigos muertos active las posibilidades de un destino distinto para una generación de jóvenes de las comunas de Medellín (y otras ciudades de Colombia) que están acosados por la falta de oportunidades; asfixiados por las mismas circunstancias que sufrieron aquellos otros, que ya, trágicamente, descansan en cajas de madera… Apuesta a la palabra como catarsis, como vehículo de sublimación…

Sus historias son como una bala en el corazón, como estallido de bomba molotov…

La nevera (Adaptación del cuento original de Jairo Esteban Giraldo).

Al Mono cuando era chiquito, la mamá lo mandaba con la arepa con huevo envuelta en la bolsa de leche y el chocolate en el tarro de Mylanta, todos los días pa´la escuela; apenas el palaito entraba al salón todos nosotros, sus compañeritos, lo bataniabamos y luego lo encendíamos a tren de coscorronazos, le ensuciábamos la ropa, le quemábamos los cuadernos.

Una vez le hicimos el champú. Tú coges un tarro de sacól, pegante para los zapatos, te acercas al individuo al caso y le viertes todo el líquido a lo bálsamo, metes tu mano al bolsillo y sacas un encendedor o fósforo y lo lanzas… Eso es mejor que las chispitas mariposas. Y cuando el Mono llegaa a la casa con la ropa sucia y los cuadernos vueltos nada, la cucha lo encendía, le pegaba con reverendo Cable unión y lo mandaba a hacerle mandados a las vecinas, y claro, éstas pillaban los códigos morales en las piernas y no le tiraban la liga como ellas acostumbraban.

¡Ah!, el Mono se aburrió de vivir allá en el Popular Número Ocho y se abrió del parche, pero al tiempo cuando regresó: tenis Nike siete recámaras, pantalón brumo tres costuras, las bambas de oro y los anillos, una gorra Nike que le trajeron de las Lunaites Istititis y montao en una reverenda K.M.X.

El mono se daba unos reverendos roces en esa moto, verde fosforescente envenenada y cuando paseaba por la cuadra, todas las chinas del barrio se parchaban en la esquina de Don Juaco a ver ese agite,porque las chinas de mi barrio tienen muchas “aspiraciones”, ¡todo hay que deciro, todo hay que decirlo! Ellas aspiran gasolina toda la que les metan, y apenas ven que el Mono se baja de la moto, todas en coro le van diciendo:

- ¡Mono, sayayín! Mono, entonces qué, ¿nos va a dar un vueltón en esa moto pa´despelucar un rato?... Diga que sí monín, diga que sí.

El Mono sabía como era la jugada con las peladas y va sacando un fajo de billetes de cinco y de diez luccas y les va diciendo:
- Saben qué pelaitas, vayan tomando gasimba que enseguida vengo y me las robo.

El mancito seguía dandose los roces en la moto, cuando pasaba por los balcones de las cuchas e interrumpía su coloquio.

- Oiste mija ¿y qué tu marido te dejó por irse con la mujer del carnicero?, ¡No puede ser mija!, como dice la ley de Morfy, sabe qué, párchese al carnicero, una librita de carne todos los días… Espérate. Mirá Estrella, ¿ese que va en la moto no es el Mono? …como es de buen muchacho, como está de grande y de querido; espérate. Mono, Mono, entonces qué mijo, ¿me va a colaborar pa´comprarle la leche a los niños?

El mono sabía como eran esas cuchas torcidas, bagresaurias, y va sacando un fajo de billetes de cinco y diez lucas:

- Sabe qué cucha, yo las apadrino, tome que yo no me llamo nada.

Más tarde se daba unos roces en la moto por el parche y ahí estábamos todos armando un soplao, pegando un flojo, cuando vemos que el rey de reyes, el señor de los señores se acerca.

- Mono, parcerito, Mono, ¿entonces qué?, ¿nos va a ligar, nos va a aforar, pa´enseguida pegarnos un policarpazo? Diga que sí monín, diga que sí. Y al mono sin temblarle la mano, va sacando ese fajo de billetes de cinco y diez lucas:
- ¿Sáben qué socios?, yo no me llamo plata.

El Mono. Ese man era un dios en el Popular Número Ocho porque tenía… “$entimientos”.

Un día llegó a la casa como a las tres y media, di tú, cuatro de la tarde; se quitó los Niké siete recámaras, el pantalón Brumo tres costuras y la misaca de Oxígeno y se parchó en el mueble de la cucha a pillar los Pokemón, a los cinco minutos suena el teléfono y es una voz gruesa que dice:
- Mono, aquí lo está esperando el patrón pa´que vaya y le haga un agite.

El Mono cuelga, se pone la pinta, se monta en la moto y ¡SSSóbelo! Llega donde el patrón, lo parchan en la mesa grande en la poltrona negra, el patrón le da todas las indicaciones. El Mono copia sustantivo, sale pa´la iglesia, ¿a qué?, a ponerle la veladorcita a María Auxiliadora, y a los diez minutos… ¡Boom! en el centro comercial.

El Mono de guás llega a la casa, se quita los Niké, Brumo, Oxi… y se parcha en el mueble de la cucha a ver los Pokemón. A los tres minutos suena el teléfono y una voz guresa le dice:
- Mono, usted sí que es abeja, es duro pa´tirar bombas hermano.
- Bobaítas que aprendí en la primaria. Pero sabe qué parcero, me le dice al patrón que me tenga las lucas listas, porque sino a usted lo caliento.
- ¡Aaah! No llavería, aquí lo estamos esperando.

El Mono se pone la pinta, se monta en la K.M.X. y pa´donde el patrón. Cuando llega todo el mundo está farriando. ¡La música a todo taco! “/Cómete un chicle, /cómete un chicle/. /Por favor, cómete un chicle…/”

- ¡Que pongan otro Cidis!
“/Sacúdelo que tiene arena/,
/sacúdelo que tiene arena/,
/sacúdelo que tiene qué, tu sabes…/”

El patrón, apenas lo divisa por esa multitud de cabezas, lo coge y se lo lleva para sí. Pa´la oficina, allá le entrega todo el botín, toda la pasta, toda la Money, toda la blanca, todo el menaje, es decir, la orgía de manes barbaós expresidentes con las indias en el medio.

El Mono guarda y rumba pa´la calle y se le prende la luminosa… -¡Claro, el regalo pa´la cucha, bien elegante, el regalo que la cucha siempre ha querido, una nevera No Froster, de esas que fabrican hielo a la lata y que no hay que lavalas-. De plonazo llega al almacén de electrodomésticos.

- Buenas tardes Doña, ¿cuánto vale la neverita?
- ¡Por Dios santísimo, que no me vayan a atracar! Sí, buenas joven, la nevera vale dos millones doscientos cincuenta mil pesos y me hace el favor y se me retira del local.

- ¿Cómo Doña, dos millones doscientos cincuenta mil pesos?... A ver yo pienso… el seno a la tangente sobre la cosecante, porque es raíz cuadrada de dos millones, pi=3.14, 16, cateto adverso, A + B = C, esto es igual a A x B = C sobre nevera. Esto es igual a A x B = C + B. ¿Cincuenta? Vea doña, vamos a hacer una cosa más elegante, yo le voy a dar tres millones y el resto es pa´que ustede tome gasimba de cuenta mía a lo bien.

- ¿Cómo Doctor? Bien pueda Doctor, ¿una gaseosita? ¿una aromática, ron, café? ¡Si no, es sino que usted diga doctor!

El mancito le suelta todo el verbo, la cucha le coge las placas y el mono le dice que cuando la nevera llegue a la casa que tenga un moño bien grande, fosforescente, y un letrero que diga:

“¡DEL MONO PA´LA CUCHA EN EL DÍA DE LAS MADRES!”.

El mancito sale pa´la casa, como la cucha todavía no ha llegado, claro pa´darle la sorpresa bien elegante cuando se pille la nevera nueva. A los cinco minutos suena el teléfono y es Erika.

- ¿Aló?, quiubo parcerita, ¿entonces qué? Ya tengo las lucas. ¿Cómo es la movida pues? Invite pues la corte, a los del combo de la 1 y los del Hueco, que la farra va de cuenta mía, que a mí no me da cutupeto. ¿Cómo es la movida? ¿entonces qué?
- No Mono, que tengo el corazón arrugáo, a lo bien.

- Qué le pasó parcerita?, no se me escame, la vida como es de vella, ¿no ha escucháo el tema?
“/Vive la vida/, /mira que se va y no vuelve/”
- ¿Qué le pasó parecerita, ah?
- No, Mono, ¿vos no escuchaste la bomba del centro comercial?

- Ah, no parcerita, hay que despelucarse, es que en esta ciudad hay mucha gonorrea, a lo bien. Yo tengo ganas de abrirme del parche, sisas, a lo bien, de irme pa´las Llunais. Usted sabe que eso va empacado en tres bolsas de caucho, y que los rayos X son sólo pa´las maletas. De cuenta mía, ¿cómo es la movida, cómo es pues?
- No, Mono, es que sabés qué, en el centro comercial estaba tu cucha.


El Mono, deja, caer, len-ta-men-te el teléfono, mientras escucha que suena la puerta, la abre y ahí está la nevera NoFrost, (de esas que fabrican hielo a la lata y que no hay que lavalas), con el moño y el letrero que dice:

“¡DEL MONO PA´LA CUCHA EN EL DÍA DE LAS MADRES!”.


Mauricio Patiño

A Mauricio el destino lo sacó del trabajo que tenía como empleado atendiendo el mostrador de una papelería para ponerlo definitivamente sobre las tablas.

Por una ruta laberíntica cayó en un taller de expresión corporal y movimiento que Robinson Posada impartía.

Robinson lo exprimió. Le sacó sudores que llevaban siglos acumulados dentro de él. Le hizo brotar dolores en músculos que no sabía que tenía. Le puso el esqueleto de cabeza. Lo hizo palpar, vibrar, estirar, mover el cuerpo, a tal punto que la camiseta que llevaba puesta aquel día se rasgó…



Quizá fue esa calixtemia expresiva la que marcó la ruta de Mauricio en la narración oral, pues Mauricio cuenta no sólo con la palabra, sino con el cuerpo. Su cuerpo habla con tanta elocuencia como su boca; su cuerpo es una caja de ritmos, una colección de ángulos desafiantes. Con una dinámica que de tan trabajada aparece natural para el espectador, Mauricio consigue hacernos creer mientras cuenta que en el escenario hay objetos, veredas, paredes, que no existen en realidad más que por obra de su mímica precisa en ese virtual universo escénico.

Mauricio –el atleta que lo habita, el bailarín que se le mueve dentro-- se desplaza con tal ligereza, que no sorprendería si un día uno se enterara que en realidad tiene alas…

Desde esa relación lúdica con el cuerpo en movimiento en el setting escénico, que Mauricio ha formulado una teoría sobre el caminar –en la que asigna al movimiento una entidad objetiva, independiente de las personas— a saber:

“Todos, cuando caminamos o nos dirigimos hacia un lugar por medio de un vehículo, vemos que afuera los cuerpos estáticos se quedan atrás a medida que avanzamos. Pero es una ilusión de nuestros sentidos, pues la verdad radica en que nosotros, seres vivos “autónomos”, nunca nos desplazamos de un lugar a otro, si no que, al caminar, el universo (…) en conjunto se mueve hasta dejar a nuestro alcance el lugar hacia el cual nos dirigimos. ¿Cómo es esto Al caminar, la tierra empieza a moverse en dirección opuesta a nuestra meta, a manera de banda o alfombra que pasa debajo de nuestros pies, hacia atrás, y a medida que avanza, nuestra meta es arrastrada hacia nosotros, estáticos.

(…)

“Detrás de nosotros, Ellos jalan la alfombra para que no se enrede y/o levante y le dificulte el caminar a otros. Ese es el trabajo de Ellos, estar detrás, encargándose de dejar el mundo como si no se hubiese movido.

(...)"

De esa teoría se desprenden hipótesis diabólicas sobre fenómenos cinéticos–el jalón de piso, el cese de marcha, la ayuda desinteresada, la quietud inexplicable—y corolarios curiosos – los cielos destemplados, los ríos de Ellos, la ingenuidad humana y la naturaleza de la lluvia…

Ahora bien, para acceder al detalle de esta novedosa teoría, habría que conseguir el volumen 9 de la edición de Diciembre del 2005 de la Revista Contante y Soñante, donde el artículo in extenso ha sido publicado.

La referencia, además de ser práctica para el lego interesado en el movimiento escénico, es obligada para quien quiera tener una perspectiva más amplia sobre este cuentero, pues resulta que sobre sus hombros reside en buena medida la labor editorial de esta publicación de la Corporación Cultural VivaPalabra.

Y es que Mauricio, este infatibable cuentero de 23 años y toda la vida por delante, ha ido tomando la estafeta de Jota en varias de las trincheras en las que VivaPalabra hace honor a su nombre; el programa dominical de radio en la Radiodifusora de la Universidad de Antioquia es otro ejemplo.


Y que Jota sea el que aliente este relevo (aún contra la advertencia que le hacen de que está creando a sus propios competidores al formar a nuevos cuenteros) se entiende cuando uno roza la sencillez de este cucho generoso al que la vida le brota entre achaque y achaque.

Pues desde la sabiduría de los viejos (esa que a él le viene de haber sido el padre de su abuelo...), sabe que lo único que queda de uno cuando se acaba su tiempo en la tierra es la palabra. Y por eso, justo por eso, es que le urge sembrarla...


2 comentarios:

Il Grosso dijo...

Compañeros de palabra!
Qué bonitos escritos y fotografías!
Es alentador saber que ya nos conocimos, o sea,que de ahora en adelante nos vamos a topar por toda parte!
Un abrazo completo y hasta que nos veamos, "mucha mierda" en el resto de su envidiable viaje.

Mauro Patiño, 23 años.

laboratorio en movimiento dijo...

buenissimas fotos!!