miércoles, 14 de enero de 2009

Bolivia supersticiosa

La mayoría de las personas tenemos la costumbre de pensar en nuestros propósitos de año nuevo durante los primeros días del año. Sin embargo, únicamente los bolivianos cuentan con una fiesta ritual y un dios de la abundancia que les ayuda a conseguirlos.

El veinticuatro de enero se celebra en La Paz la fiesta de la Alasita. Durante ese día todos los puestos callejeros se convierten en un mundo en miniatura. Todo lo que uno puede desear de la vida aparece ahí de forma diminuta. ¿Qué es lo que quieres que se te haga realidad durante este año? ¿Terminar la licenciatura? ¿Conseguir más dinero? ¿Comprar un coche? ¿Conseguir esposo? ¿Hijos? ¿Casa? ¿Negocio?

La idea de la fiesta es comprar lo que quieres que se te haga realidad durante el año, en miniatura, y pedirle al Ekeko, el dios de la abundancia, que te lo haga realidad. El Ekeko, un hombrecillo pequeño, fortachón y fumador se le representa cargando sobre su enano cuerpo todos los productos necesarios para el bienestar familiar. Ya que le gusta el trago y el cigarro, es necesario mantenerlo contento con estas ofrendas. Dicen que si se le pone en la boca un cigarrillo encendido el Ekeko se lo fumará completo. Pero el Ekeko es mañoso. Si lo tienes en tu casa es posible que sienta celos por tu mujer y se encargue de destruir lentamente la armonía del hogar. Por esta razón, es mejor pedirle al Ekeko abundancia sólo en el ámbito de los negocios.


El Ekeko, dios aymara de la abundancia

Para la fiesta de la Alasita se pueden conseguir títulos universitarios, casas, dólares, euros, coches, e incluso, algunos comentan que las señoras de los barrios ricos compran pequeñas empleadas en miniatura para que durante ese año tengan la ayuda doméstica necesaria… Esta fiesta es parte del mundo mágico de los bolivianos. Un mundo que para cualquier extranjero aparece como algo sacado de un libro de historia antigua.

Durante los primeros días que estuvimos en La Paz llegamos a un hotel céntrico que estaba ubicado junto al mercado de brujería. Pieles de víbora y jaguar, hierbas, pociones para atraer al ser amado, estimulantes sexuales, figurillas de la Pachamama y, lo que más me impresionó, fetos de llama.

Puestos del mercado de brujería
Después de haber visto cientos de llamas corriendo por el altiplano, me pareció una imagen grotesca y triste la de estas pequeñas llamas que nunca nacieron colgadas en los puestos del mercado. Sin embargo, me ganó la curiosidad y quise saber para qué servían. No obtuvimos respuestas muy entusiastas de parte de las señoras que atendían los puestos. Quizás viendo nuestras caras de gringos habrán pensado que para qué nos decían si de todas formas no creíamos en esas cosas.

Así que acudimos a nuestro amigo Martín, que en parte por ser cuenteros y en parte por ser bolivano, tuvo mucho que explicarnos. Nos dijo que los fetos de llama sirven como ofrendas para la Pachamama (la madre tierra) que necesita ser alimentada. Durante la construcción de una casa (que pensándolo bien es como agredir a la tierra clavándole cimientos y varillas) se acostumbra enterrar un feto de llama junto al cimiento más importante. De esta forma, la Pachamama quedará satisfecha y no tendrá que alimentarse con una de las personas que vivirán en esa casa.
Mientras más grande e importante sea la construcción más necesario es el ritual. Por ejemplo, en algunas casas de campo y fincas el ritual incluye la matanza de una llama adulta. Incluso corre el rumor de que en la construcción de grandes obras se realiza un sacrificio humano usando a algún mendigo de los tantos que recorren las calles de la ciudad. Según la leyenda urbana, en la construcción de un importante puente de La Paz no se realizó el acostumbrado ritual. Ahora, el puente está envuelto en un velo de muerte. Varios accidentes han comprobado que la Pachamama está hambrienta. El puente, además, se ha convertido en el lugar predilecto para quienes buscan acabar con su vida…

Figura de la Pachamama
La creencia de la Pachamama está tan arraigada en el imaginario cotidiano que incluso brindan por ella antes de tomar el primer trago de la noche. Me tocó verlo en los bares, casas y patios donde nos reunimos durante nuestra estancia ahí. Incluso me cuentan que en las fiestas más elegantes los invitados buscan un rinconcito –para no arruinar el piso- para verter unas gotitas de trago en el suelo por ella.
Pasear por La Paz junto con Martin es como estar en un espectáculo permanente de cuentos. Cada una de nuestras preguntas es contestada no sólo con una sino con varias historias y distintas versiones. Y es que cada rincón de la ciudad parece estar poblada de leyendas. La calle Jaen es uno de estos sitios. Se cuentan varias cosas sobre esta calle. Dicen que durante las noches se ven aparecidos. Algunos aseguran haber visto un carruaje negro que va en busca de las siguientes almas que se llevará al otro mundo. Otros, cuentan de la presencia de una mujer fantasmal que seduce a los hombres borrachos sólo para que aparezcan muertos al día siguiente.

Calle Jaen en el centro colonial
La estrecha callejuela está ahora llena de museos, cafecitos y tiendas de artesanías, pero durante la época de la colonia estaba plagada de sufrimiento. Por ahí pasaban los condenados a muerte en su camino de la cárcel a la plaza donde los ejecutarían. Durante el recorrido, acompañado seguramente por un séquito de mirones y un cura que insistía en su arrepentimiento, los condenados tenían la oportunidad de detenerse en varias cruces que estaban colocadas para este fin. Actualmente, solo queda una de estas cruces. La llamada cruz verde.

Algunos dicen que la cruz fue colocada por petición de los vecinos en el siglo XVIII para ahuyentar a los espíritus que rondaban la zona y no los dejaban tranquilos. Se escuchaban pisadas, cadenas arrastrándose por el suelo y los lamentos quejosos de los condenados que aún siguen pidiendo consuelo.

Otros dicen que la cruz ya estaba ahí desde la época de la colonia y ayudó mágicamente a un inocente a librar la muerte. La historia cuenta que habían asesinado a un importante aristócrata. Los dirigentes rápidamente quisieron encontrar al culpable y encarcelaron a un pobre hombre que nada tenía que ver con la muerte. Durante su camino hacia la plaza de los condenados, el hombre iba suplicando por su vida, gritando que era inocente. Se detuvo frente a la última cruz del camino, la cruz verde, y fervientemente pidió a Dios que le mandara una señal de su inocencia. En ese momento, la cruz verde se desprendió de la pared y se inclinó hacia el hombre. El cura y todos los presentes lo tomaron por la señal necesaria y fue liberado.

La cruz verde en la esquina de Jaen
En estas épocas difíciles e inestables sería lindo poder creer en el poder de estas leyendas y en la magia del dios de la abundancia. Para los bolivianos, esta fiesta de Alasita será interesante pues al día siguiente votarán en el referendum por una posible nueva constitución. El mundo político y el mundo mágico compartirán las fechas. Me pregunto si estarán a la venta constituciones en miniatura...
¿Será que el Ekeko les traerá los cambios tan ansiados por algunos?

1 comentario:

Fuser dijo...

Hola! Me lleno me de mucha alegria saber que siguen apesar de las dificultades que han pasado. Su viaje es mi viaje. Gracias por las fotos atravez de ellas pruebo un poquito la experiencia que vivien. Gracias por compartir y alimentar nuestro espiritu adormecido por la seguridad con su palabra y ejemplo.