lunes, 5 de enero de 2009

Crónica de un robo medio anunciado

De augurios y estadísticas criminales

Oscar Rivera, mi amigo de HayGroup, lo dijo: “Tienen que estar preparados, pues en un viaje tan largo como el suyo, estadísticamente los robarán al menos en una ocasión.”
En mi papá, con quien hice un plan de contingencia antes de salir del viaje, resonaba también esta estadística, y acaso por eso puso tanto empeño en ayudarme a trazar estrategias para minimizar los riesgos…

De acuerdo con el devenir de los acontecimientos demuestra que las preocupaciones de ambos no eran del todo infundadas. El asunto, como en novela de suspenso, era más bien cómo, dónde y cuándo ocurriría.

El tan temido siniestro no ocurrió en ninguna de las ciudades complejas y amenazantes que habíamos trazado en el mapa: no fue Guatemala, Managua, Medellín, Bogotá, Lima o La Paz, en donde nuestros desvelos tuvieron sin duda momentos agudos. Ocurrió en Cochabamba, una ciudad de clima sabroso y relativamente pequeña, comparada con las grandes urbes de Latinoamérica.

Los hechos

Ocurrió de forma un tanto anticlimática:

Expiraba nuestro cuarto en un pequeño hostal a las doce del día. Como nuestro bus no saldría sino hasta la tarde, dejamos nuestro equipaje en una bodega de resguardo frente a la recepción del hotel: Nuestros dos backpacks; una bolsa auxiliar donde cargamos libros y postales; y sobre todo mi pequeño backpack en donde cargo laptop, disco duro externo de respaldo y cuatro cuadernos de apuntes y diario de viajes... En el último momento Jennfer me pidió que metiera el sobre con nuestros pasaportes junto al resto de las cosas, pues caminar por la calle con ellos sería tentar al destino...

Como para inhibir un robo rápido y casual, dejamos todas las mochilas cerradas con candado y unidas con una cadena de bicicleta... Salimos a dar una vuelta, a comer y a matar el tiempo, contentos con las perspectivas de descansar los últimos cuatro días del año en Santa Cruz, antes de embarcarnos hacia Paragüay, donde nos esperan para participar en talleres, funciones de cuentos y un festival...

Como ave de mal agüero (seguro que la escena hubiera pasado desapercibida si no fuera porque los eventos catastróficos nos fuerzan a reescribir la historia con una causalidad de filos expost) tuvimos un incidente desagradable en la calle. Un par de muchachos bien servidos zigzagueaban en una banqueta por donde caminábamos. Justo cuando pasamos junto a ellos, clavándole la mirada en las caderas a Jennifer, uno soltó el piropo de rigor: “¡Mamacita!”. Yo volté con un instinto de responder. Pero algo en la cara de uno de ellos, y todas las conversaciones que hemos tenido sobre la polarización que se vive en la sociedad boliviana con el resurgimiento indígena y los movimientos autonómicos, me previno. Pensé: “Más vale atemperarse y seguir caminando”.

Al regresar al hostal, ¡oh sorpresa!, ¡ay dolor! ya no estaba el pequeño backpack. ¡Se esfumó, con todo el contenido!

Como en cualquier otro siniestro, los siguientes instantes son terribles. En pleno shock, sin dar crédito de cómo en un segundo la alegría del viaje se ha ensombrecido, fuerzas terribles luchan en el interior de uno: el cúmulo de furia que le crece a uno en el pecho quisiera salir y desquitarse contra quien se deje; ganas de increpar a la recepcionista, inculpar a la empleada de la limpieza y hacer sentir a la dueña del sitio un remordimiento abismal por la total negligencia que han tenido en asegurar la seguridad de nuestras cosas; una voz que tiene estallar “a mi me vale madres, pero nuestras cosas aparecen en cinco minutos o usted se atiene a las consecuencias, hágale como quiera…"

Hay también otra voz que sabe que el mejor escenario que uno tiene es la calma: mantener la perspectiva; evitar la ruptura y conservar en todo momento a estos personajes – que a todas luces están desconcertados, a la defensiva y con miedo— del lado de uno; mantener todos los sentidos alerta, pues en un descuido la pérdida se puede extender…

Surrealismo policial

Luego está la experiencia de la policía –que uno vive con una mezcla de paranoia y desesperación— sentimientos que la cercanía a los agentes de la ley le deparan a uno tanto en Bolivia como en México.

Primero, nadie responde el teléfono en la policía turística, pues ya terminó el horario de oficina. Luego, una vez que logramos contactarles por una vía alterna, nos vemos obligados a esperarles más de sesenta minutos para presentarse en el sitio para investigar. Son torpes para hacer preguntas a las personas del hotel y pasan de lo esencial. Toman notas irrelevantes en sus libretitas. No cuentan con patrulla así que tenemos que pagar un taxi para llegar a la comandancia. Son incapaces de tomar iniciativa sin que el mayor autorice hasta el más mínimo paso. En la comandancia nos recibe un poli con un consomé harto grasoso y con una gran ala de pollo en el centro. Ponen más atención en el juego de fútbol que en nuestro caso, y cuando finalmente nos atienden, el sargento Siles escribe a la increíble velocidad de cuatro palabras por minuto y nos pide que regresemos al día siguiente para recoger la declaración oficial, que una secretaria tecleará. Al día siguiente un comandante nos recibe con la amabilidad de indicarnos que no nos la van a poder entregar porque no han pasado las 24 horas de rigor.

Sin embargo ese tortuguismo burocrático no es nada frente a dos o tres joyas que nos regalaron en el transcurso de nuestro contacto con ellos:

Ximena, una policía flaquita (y acaso la única con más de dos dedos de frente de todos los que nos atendieron) nos recomienda que para agilizar los trámites nos desistamos de cualquier tipo de seguimiento e investigación pues está visto que nunca aparecen las pertenencias de los turistas, e investigar sólo nos hará detenernos un tiempo innecesario. Así hacemos, sólo para encontrarnos con que el teniente Morales la contradice al día siguiente, asegurando que en Bolivia las cosas siempre se recuperan; en todo caso, que lo robado no aparezca, será nuestra culpa...

Cuando llegamos a la Interpol a hacer otro trámite, tenemos que esperar unos cinco minutos a que termine la pelea que Jean Claude Vandam sostiene contra algún combatiente chino en Cinema Golden Choice. La mujer policía que está clavada en la pantalla le comenta a su compañero que está arranado en un sillón a propósito del castigo que recibe el héroe: “¡Uy, a mí se me hace que este cabrón se está haciendo el muy macho, y que ahorita se lo descuenta en undosportres”.

Más tarde, cuando preguntamos al mandamás de la policía turística cómo le fue al entrevistar a la dueña del hotel, nos hace saber que cree que no conseguiremos nada por ese lado, pero que por no dejar pasar le ha metido presión con unas cuantas mentiras, una recurrida técnica policial. Le ha dicho que el cónsul ya está enterado, que hablará en breve con Evo Morales, quien a su vez instruirá al Ministro de Turismo para que sancione a su hostal…
En Bolivia las cosas llegan a tal grado de surrealismo, que la mujer lo cree y pasa un par de noches de pesadilla…

The emotional aftermath

Quizá lo más difícil después del primer impacto fue lidiar con la sensación de estupidez y los autorreproches: ¿A qué hora se nos ocurrió despegarnos de lo más valioso del viaje? ¿En qué momento relajamos el instinto de precaución y confiamos demás? ¿En qué momento perdimos el filo de la mirada para evaluar las condiciones de esa bodeguita de seguridad?

Y también, aunque nada de esto fue violento (a lo mejor hasta sería más fácil si hubiera habido violencia de por medio, pues contribuiría a concebir el asunto como inevitable) ronda una sensación de vulnerabilidad que es propia de todos estos incidentes; es como si de pronto nos hubiéramos asomado debajo del velo que normalmente tiene la vida, para descubrir las grietas que siempre están ahí: en un segundo todo puede cambiar; en un segundo algo se pierde irremisiblemente y sin sentido...

Está desde luego el tedio monumental de tener que lidiar con los trámites, con policías mononeurales, tránsitos inútilies de regreso a La Paz para los pasaportes, gastos extra para llegar a Paraguay, etc, etc...

Desde luego que nos reharemos, continuaremos el viaje y eventualmente seguiremos contando la historia, que es lo que queda al final, pero por lo pronto, aún ronda por acá la rabia de la pérdida del trabajo entero de dos meses, y un cierto desánimo, un mal humor intermitente, malos sueños y dolores clavados en la espalda…

Paradojas sincrónicas

La misma mañana del robo, antes de que ocurriera, no sin un cierto sentido de sincronía, escribí a una amiga unas líneas alrededor de la crisis financiera –ese abstracto ladrón que parece haber hurtado los ahorros y la tranquilidad a todo el mundo, de la noche y la mañana:

"Veo lo que me cuentas en relación con la psicosis financiera... Me imagino lo que eso estará siendo... También algo he escuchado de algunos amigos con respecto a cierre de empresas y despidos... y desde luego, están los grandes medios que no dejan de hablar del regreso masivo de migrantes a México o del nuevo escándalo de Madoff...

Para serte franco, en algún momento (hace como tres meses), no dejaba de sentirme también un poco afectado, pues a fin de cuentas, con la devaluación y el incremento en el precio del dólar, automáticamente se diluyeron cerca de 1/3 de mis ahorros...

Pero ahora, a dos meses de distancia y de lleno metido en la vida nómada y en la aventura de conocer gente, de escuchar historias (a veces terribles, de guerra, desaparecidos, desastres) , de palpar el coraje y la plenitud con la que vive mucha gente con la que nos hemos topado por acá, de ratificar la convicción de vivir de otra forma --en donde el dinero sólo es un medio para otra cosa--, mis ansiedades al respecto se han diluido totalmente.

Por otra parte no dejo de pensar que en el fondo de la crisis hay dos cosas sencillas -- un cierta ambición (un el deseo de vivir con más de lo que en realidad se tiene), impulsada por la ilusión de que aporta la momentánea satisfacción de ciertas necesidades; y naturalmente, lo que esa ilusión encubre --un miedo terrible a la vida y sus fragilidades...

A lo mejor el viaje está apuntalando en mí un ámbito místico, pero te puedo decir que me siento tranquilo incluso en el panorama que aguarda al regreso, pues mis ganas de trabajar y seguir pedaleando están intactas; no siento apetito por vivir encima de mis posibilidades o recursos; y no tengo miedo frente a la vida...

En fin... supongo que de alguna manera mi situación me permite en parte este desapego... pues también mis obligaciones financieras por el momento son mínimas... probablemente me sentiría diferente si mi situación fuera otra..."

En la coincidencia de estos dos hechos –mis palabras y el robo que sufrimos—un mensaje del destino que gusta vestirse con los trapos de la ironía: Tarde o temprano nos da la confrontante oportunidad de probar si es que en verdad somos aquello que decimos que somos…

3 comentarios:

Anónimo dijo...

como veo les dejaron intactos la pluma y ...el corazón, me alivia.

Anónimo dijo...

Queridos amigos:

Acabo de retornar de La Paz ... con un poco de tiempo decidi "visitarlos" ... y me encuentro con esta "novedad"... Realmente apenados en la familia... nadie y, menos uds se merece semejante contraste.

Es nuestra esperanza que hayan sido otras experiencias las que compensen ésta.

Sigo escuchando y editando (para la radio) la "entrevista" que les hice... realmente hay cosas muy lindas... Sinceramente, que el resto del viaje sea sin contratiempos.

Grober / Títeres Elwaky / Bolivia

Alphonse François dijo...

Paty comenzó a leer este relato y me preguntó: ¿leíste lo del robo? ¿Cómo? dije yo. Y de inmediato vino a mi mente la aventura policial que vivimos en Antigua. Pasaron por mi mente las horas posteriores. Ya asomaba el escritor y cronista escondido en el consultor senior. Qué lástima que hayan tenido que enfrentarse de nuevo a esta situación desagradable. En qué submercado del mundo intelectual habrá un merolico que grita: "Se venden ideas, sueños y proyectos de viajero latinoamericano, escondidas en sendos discos duros robados Llévese horas de inspiración y creatividad que pueden hacer que se cubra con la apariencia de ideas brillantes.
Paty y yo somos también viajeros, por lo que leer sus relatos nos emociona. Les deseamos lo mejor en su travesía. Seguro dentro de unos meses leeremos: Viajes del corazón -- una aventura europea...asiática...etc.
Paty y Juan Carlos