jueves, 25 de septiembre de 2008

Quince minutos de fama

En 1968, Andy Warhol, un artista americano clave en el desarrollo del arte pop, acuñó una frase que ahora es un lugar común: “en el futuro todo mundo tendrá sus quince minutos de fama”. La frase, como bien lo resume Wikipedia, se refiere a la condición cambiante de la celebridad, que pone relevancia en un objeto de atención mediática, para pasar inmediatamente a un nuevo objeto, tan pronto como el span de atención de la gente se ha agotado.

La frase tiene ya un largo recorrido y ha ido sufriendo mutaciones. Hay quien dice como Momus, otro artista, que en el futuro (que técnicamente ya es hoy), el internet propiciará que todo mundo sea famoso para quince personas…

La reflexión viene al caso considerando que con motivo de una de nuestras funciones de cuentos en San José, Jennifer y yo tenemos la oportunidad de ser entrevistados para el periódico La Nación de Costa Rica. (http://www.nacion.com/viva/2008/septiembre/04/viva1687114.html)


De entrada, la entrevista fue una experiencia en sí misma, en particular la sesión de fotos: nos sacaron alrededor de sesenta tomas posando --frente a frente, espalda con espalda, Jennifer sentada en mis piernas, yo abrazándola por atrás.

Estética gráfica que remite a las fotos que en los ochentas solían hacerse a los duetos de parejas de cantantes que dominaban el billboard de Notitas Musicales (revista, que para quien lo ignore, se enfoca en el nicho de muchachas del servicio doméstico en México). Piense el lector en Pimpinella, en Amanda Miguel y Diego Verdaguer desgañitándose, o en el Buki cantando frente a Beatriz Adriana, tomados de la mano.

Al margen de las fotos --que salieron por cierto bastante lindas--, la publicación de la entrevista en el periódico (producto perecedero que caduca poco después del medio día) y en el Internet (esa ventana al cielo y al infierno) produce un fenómeno de lecturas curiosas, muy a tono con el espíritu de estos tiempos, en los que la virtualidad en línea reinea: pues si desde hace algunos años la identidad social de uno se define en parte por lo que dice la red sobre uno, el ejercicio de googoolear mi nombre en el Internet (ejercicio que es, para decir lo primero, ocioso) produce un resultado que al menos desde mi óptica es interesante.

Pues desde ahora el significante @arturo peón@ no sólo está asociado ya al equipo directivo de HayGroup, las empresas más admiradas de Fortune en Economía y Finanzas de Alberto Padilla en CNN, lo intangible de las fusiones y adquisiciones, o el lado humano de la administración del desempeño en el Universal; sino que su significación se engruesa al ligarse ahora a palabras como viajero, escritor y cuentero itinerante, proyecto de pareja con Jennifer Boni.

Bajo el supuesto poco probable de que alguien llevara a cabo el mismo ejercicio de búsqueda electrónica, podría parecerle que ambos individuos son dos personas diferentes, pues --sobre todo si es un lector que no me conoce de primera mano--, existe una laguna entre tan maniqueos perfiles. ¿Cuál es la historia que cuenta el tránsito, que vincula ambos personajes?

Brecha que, regresando al reportaje de La Nación, podría haber empezado a ser cerrada, en beneficio del raiting del diario, con un poco más de pimienta literaria, pues como comentó mi amigo Roberto Duque (una de las quince personas para las que yo soy famoso) cuando leyó el reportaje, “ Me gustó la nota del periódico. Si fuera el periodista le habría novelado un poco... sólo un poco... con que Peón abandonó su vida de alto y exitoso ejecutivo en pos de un sueño.. se separó totalmente de la trasnacional que lo "cazó" hace siete años. Dejó el sueldo, los bonos, los seguros, vacaciones con todo pagado; dejó su cartera de clientes, su amplia oficina en edificio inteligente, los vuelos en primera clase a Bruselas o a Jakarta, el confort de su BMW y el chofer que tenía asignados, lujosas comidas de negocios en los restaurantes más caros, todo en pos de un sueño., etc. etc.”

Versión que dadas sus evidentes exageraciones, debiera hacerme sonrojar, pues su consignación pública en este blog constituye una desvergüenza, un sospechoso derroche de ego, como bien señaló Jennifer en cuanto le comenté que pretendía escribir este texto.

Frente a tal señalamiento se me ocurre sólo confesar abiertamente mi culposo placer narcisístico. Y citar en mi defensa a mi hermano Luis Ernesto, citando a Terencio: “Homo sum, humani nihil a me alienum puto” (Hombre soy y nada de lo humano me es ajeno).

Lo que me regresa de lleno al dilema warholiano que fue planteado al inicio del texto, pues —aún cuando la fugacidad del acto mediático nos verá nacer y morir en un lapso instantáneo— ¿quién en su sano juicio querría, en sus quince minutos de fama, salir despeinado en la foto?

No hay comentarios: