miércoles, 17 de diciembre de 2008

El Titicaca desde Copacabana y la Isla del Sol

En la escuela primaria, los días de clase de natación, había una jitanjáfora de aires marinos que los niños cantábamos mientras nos cambiábamos:

Entre las olas del mar, pu pú.
Salió un viejito a cagar, pu pú.
Se le olvidó el papel, pu pú.
¡Ay que viejito tan güey, pu pú...


Había otro juego de palabras que cantábamos a coro mientras, con los pies apretados al centro de un cícrulo, uno de nosotros iba descartando, uno a uno, a los niños amontonados:

En el Lago Titicaca,
una vieja se hizo caca.
Como no tenía papel,
Se limpió con el dedito...

Por alguna razón que debe responder necesariamente a los mecanismos de la mente infantil, siempre imaginamos que el Lago Titicaca era de color marrón.

Nunca anticipamos lo que hace unos días encontramos con sorpresa.

El Lago Titicaca está lleno del azul mas celeste que puede verse sobre la tierra. Se funde con el blanco de la espuma y la nieve de los Andes, a lo lejos.

Y por las tardes, el Titicaca explota de color...










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