lunes, 25 de mayo de 2009

En la estela de la dictadura: Impresiones y enigmas

1.

Nos cuentan los amigos mexicanos que están radicados en Santiago que en su experiencia, cuando se les pregunta a los chilenos en qué medida consideran que la dictadura los ha marcado, se aprestan a responder que la época de Pinochet no tiene mayor peso en la forma en que viven actualmente o en la manera en que se comportan; que es algo hace tiempo enterrado en el pasado y que está totalmente superada, pues.

Y es que no sería difícil entender que los chilenos tuvieran prisa para hacer lo que esté a su alcance por desaparecer el rastro de ese tiempo de pesadilla de su cotidianeidad, como si se tratara de un mal sueño que quieren olvidar.

Sin embargo, frente a la conjura silenciosa de esta pesadilla, mi deformación profesional me lleva a pensar que lo que no se habla, se actúa; lo que se reprime, aparece como síntoma.

Y hay una serie de datos en la fenomenología de la sociedad chilena que hacen pensar que, en sentido contrario a lo que se sostiene públicamente, los tatuajes de que la dictadura son visibles en la piel de este pueblo.

2.

Chile es el país latinoamericano que registra un más alto índice de enfermedad mental.

Esta afirmación la encontramos en una revista especializada de psicología que citaba datos de la OMS a propósito de que 50% de la población chilena ha sido diagnosticada con algún padecimiento de carácter psicológico.

Dato que –aunque debe ser matizado por los sesgos propios de la información que emana de la agencia internacional— no deja de ser impresionante.

Como es impresionante también caminar por las calles de Santiago y constatar que en esta ciudad (igual que en otras por las que pasamos en nuestro trayecto) hay literalmente una farmacia en cada cuadra.

Farmacias en donde el producto más demandado es el Altrulín, un antidepresivo cuyo ingrediente activo es el mismo que el del Prozac.

3.

Le pregunto a José Luis Mellado –el único lugareño con el que realmente convivimos y platicamos durante nuestra estancia en Chile— a qué se debe esto en su perspectiva. Contesta sin vacilación, como si lo que le he preguntado fuera un dato conocido entre los chilenos:

“Y claro –dice Mellado, que no duda en afirmar el carácter social de la enfermedad mental— los chilenos toman antidepresivos pues es la única forma de bancarse la asfixiante realidad de las deudas que cargan a cuestas. Sólo para que tengan una referencia, la deuda promedio del chileno es de siete mil dólares.”

Y es que para Mellado la herencia trágica de la dictadura --a quien considera la forma que en Chile cobró el más grande proyecto neoliberal de la historia--, es la construcción de un andamiaje social que ofrece como única forma de vida la montaña rusa de consumo, crédito, deuda y trabajo enajenante.

Aquí, por ejemplo, cuando a uno se le agotó el dinero de la cuenta bancaria, automáticamente el sistema le otorga, sin aviso de ninguna especie, un crédito. Así antes de que uno se dé cuenta –pues nadie le pidió su anuencia en la transacción—, ya está embarcado en un viaje, sobre un vehículo desbocado, mientras el taxímetro de los intereses corre con absoluta indiferencia.

Aquí también, cualquier bien público es susceptible de ser privatizado. Como el Río Mapocho, que cruza Santiago de Norte a Sur, y que recientemente fue comprado por la empresa que construyó la costanera…

4.

Me detengo en el texto apenas he comenzado.

No podría seguir hilvanando una tesis sobre esta fenomenología a pie firme. Cuento a lo sumo con impresiones que son insuficientes para formular una tesis.

Podría dejar de escribir y renunciar al texto.

Sin embargo aún tiene mucha inercia en mí todo lo que escuchamos sobre los chilenos.

Me doy cuenta de que la única forma de continuar hacia adelante es reconociendo la limitación que enfrento. Renunciando a la afirmación categórica. Aceptando que todo esto que escribo bien podría ser una ficción.

Hecha la aclaración, continúo, pues, entre signos de interrogación.

5.

Escuchamos que existe en el chileno un cierto reflejo conformista. Una cierta actitud resignada que acepta en automático el estado de las cosas y que se rinde a la realidad, que concibe como inamovible. Que el chileno es pronto a capitular frente a las circunstancias antes de desafiar los límites de lo conocido, a la voz de “Esto es lo que hay… y toca bancárselo…”

En caso de que un dato como este fuera cierto, ¿podría atribuírsele un rasgo tal a la dictadura? ¿Juega en esto algún papel la insularidad, que amolda la mentalidad de quien la vive a los límites que le impone su encapsulamiento?

Como quiera que sea, hay datos que sugieren que la dictadura hizo lo suyo.

Por ejemplo, entre la generación de quienes hoy tienen 25 y 30 años, es decir, los hijos de la dictadura, a diferencia de otros segmentos mucho más activos, se observa un escaso involucramiento y participación en el escenario público y en la dinámica electoral. De tal orden que no sería difícil interpretar ese signo como abulia política, efecto palpable de quien nació en medio de un régimen especialista en desincentivar cualquier iniciativa transformadora.

Otro dato que escuchamos en una sobremesa extrañamente citado mientras discutíamos el rasgo sobre el conformismo chileno: Chile es el país de Latinoamérica cuyos jóvenes tienen la mayor incidencia en el consumo de mota…

¿Una fuga?...

6.

Una anécdota a manera de metáfora:

Cuando inició el Transantiago (un sistema de transporte inspirado en el Transmilenio bogotano, equivalente al Metrobus mexicano), la mala planeación generó un caos de transporte. Había una sobredemanda. Todos necesitaban subirse al bus. Y sin embargo, los vagones nunca se saturaban al máximo de su capacidad. Los chilenos preferían esperar al siguiente bus antes que apretar el espacio. Antes que chocar unos con otros. Antes que tocarse.

“Al chileno le cuesta trabajo estar en contacto.” dijo el chilango radicado en Santiago que nos contó la anécdota. Reconoce, como para matizar, que su percepción está sesgada por la saturación y el amontonamiento con que se define el espacio público mexicano. “Los mexicanos chocamos unos con otros. Nos tocamos. La delimitación de nuestro espacio personal es difusa. En la masa nos confundimos unos con otros. Estamos acostumbrados a esa transgresión. Somos esa transgresión.”

Aceptado el sesgo, aquel amigo mexicano afirma que desde su perspectiva en los chilenos existe objetivamente un cierto carácter distante, una barrera invisible. Más aún, según él esa barrera fue instalada en la época de la dictadura.

Hace sentido. Las dictaduras separan. Atomizan.

Otro dato de sobremesa: Chile es el país latinoamericano que muestra un mayor índice de personas que mantienen fotologs.

Aquel amigo ve en esto una compensación: El contacto virtual sustituye al contacto real, cuerpo a cuerpo, cara a cara…

7.

Y es que no sería difícil suponer una desconfianza en cualquier sociedad que ha experimentado un periodo de dictadura, en donde el modus operandi consiste en instalar un terror de baja intensidad: cualquier cosa que digas puede condenarte; cualquier gesto fuera de lugar puede convertirse en una arbitraria acusación; cualquier disensión puede ser castigada con la desaparición.

Con sus estrategias de control, vigilancia y delación, las dictaduras se encargan de fabricar enemistades entre los vecinos.

Y es que para nuestros amigos mexicanos, algo de la lógica de control y coerción de aquella época se quedó petrificado en el espíritu chileno. Como si hubieran internalizado un cierto rol policial y un cierto sentido del orden, y lo trasladaran a las relaciones interpersonales.

Uno de nuestros amigos nos dice que el chileno vive con mucha ansiedad la mexicana costumbre de innovar y encontrarle la vuelta a las cosas: “Lo confrontan a uno nada más uno hace algo que se sale de la convención…”

Y puede ser. A nosotros nos tocó experimentar de primera mano una experiencia interesante. El día en que nuestros anfitriones ofrecieron una fiesta, un vecino habló a la policía para quejarse de que el volumen estaba muy alto. Los mexicanos que constituían el grueso del festejo se preguntaban, "¿por qué simplemente no tocó el timbre, directamente, y pidió que le bajáramos al volumen?" Hasta le hubiéramos invitado una chela…

Y es que los mexicanos –latinamente acostumbrados a transar con la circunstancia—, viven con extrañeza este rasgo chileno que parece extraído de un manual de disciplina prusiana.

Disciplina prusiana que parece permear en otros ámbitos de la vida chilena:

El gobierno tiene la facultad de controlar espacios que en otras sociedades serían estrictamente privados –como el patrón de consumo de los ciudadanos o su precisa localización en un momento dado— a través del uso de sistemas de tecnología de información.

Inscribirse al padrón electoral es una elección voluntaria. Pero si uno opta por darse de alta, tiene la obligación de votar. El día de las elecciones, en caso de no votar uno tiene que formular un aviso oficial y obtener una exculpa de los carabineros, lo que representa, naturalmente, una forma de control sobre un acto que frnte a ellos, debiera estar protegido por la libertad del anonimato.

Las marchas de protesta, --un acto cuya fuerza está justamente en transgredir el orden cotidiano--, deben obtener el visto bueno y programadas por la autoridad…

8.

A propósito de las marchas continúa el relato de nuestros amigos por acá: “No se tolera bien la disensión en Chile. Todo cobra de inmediato un tono demasiado serio. Demasiado crispado, demasiado radical. En las protestas, por ejemplo, a la primera de cambios, aparece la policía con sus tanquetas y sus mangueras de agua urticante.”

Así pasó en la denominada Revolución de los Pingüinos –una generación de estudiantes que reclamó a Bachelet una reforma educativa eficaz y la derogación de un marco legal educativo que veía de la época de Pinochet. Una generación que representa un despertar, un destello contra la premisa adaptacioncita (y muy chilena, según lo consignado al principio del ensayo) de que esto es lo que hay.”

En los días más álgidos de las manifestaciones de la llamada Revolución de los Pingüinos, en el 2006, ocurrió una anécdota interesante de consignar. En un encuentro que sostienen los estudiantes y la Ministro de Educación, Mónica Jiménes, María Música, una estudiante de secundaria, la interpela. Le trata de hacer ver que en las calles los carabineros se están excediendo. Que a ellos los han recibido a palos y con chorros de agua. La Ministro no responde. Permanece en silencio. La ignora. María desespera. Toma una jarra de agua y se la vacía a la Ministro en la cara. Al día siguiente, los medios toman partido por la Ministro. Hay una condena más o menos unánime a la chica.

La lectura que hace la sociedad chilena del hecho es de alguna forma reveladora de sus asunciones y expectativas con respecto al orden.

La anécdota es interesante para quien la ve desde una óptica mexicana.

En diciembre del 2005 Vicente Fox, el presidente del país, visita una correccional de menores. Al final del acto, se toma una foto junto con los chicos. Uno de ellos, de alias El Roñas, le pinta cuernos.

Hay una reacción inicial de crítica al niño por haber faltado el respeto a la investidura presidencial. Luego, todo el mundo se ríe, lo justifica y aplaude su picardía. El presidente mismo lo apadrina. La opinión pública toma partido por el niño. Lo eleva a la calidad de vocero del pueblo. Determina: Vicente Fox es un buey.

Regresemos a Chile. Los Pingüinos son al conformismo, lo que los Pokemones al aislamiento:

Los Pokemones son una tribu urbana –como los hippies o los punks—, de adolescentes clasemedieros con peinados exuberantes –cabellos teñidos y alisados—, tatuajes y piercing, consumidores de productos de punta de tecnología de comunicación, habitantes de la aldea virtual del internet, que se juntan en espacios públicos a escuchar reggaetón, a poncear (besar a la mayor cantidad de desconocidos, con indiferencia del sexo de la contraparte) y a sobajear (una simulación de relación sexual con ropa).

9.

Cierro este texto con una reflexión… en el rastro de la dictadura:

¡Pingüinos y Pokemones, hijos paradójicos de Pinochet!

4 comentarios:

Arturo Peón dijo...

Mi amigo José Luis me envía una precisión que le resta fuerza al sentido que le dí al caso de María Música, según nos lo relataron los amigos mexicanos. Valga la anotación. Aquí la cita:

"¡Aja! mi buen amigo...

Con respecto a la chica Maria Música: la prensa la declaró su heroina y las personas tambien. La madre salio en todos los medios, y tanto fue, que al final la chica no pago su pequeño crímen. Por cierto no tenia ningun motivo para hacer lo que hizo, pues se les estaba dando lo pedido. Los únicos que reaccionaron tratando de mediar fueron sus propios compañeros que vieron en peligro la realizacion de sus peticiones por un jarrazo de agua... fria..."

ágora dijo...

cháke las dictaduras! que cantidad de síntomas en esta américa lastimada...

hey lo de los pokemons no me lo sabía.. lo pondré en conocimiento de los otakus!

saludos

Arturo Peón dijo...

J.L. Mellado se extiende a propósito de la entrada, y yo la consigno aquí, pues me parece interesante:

"(...)me entiendo en sus palabras del blog, pero por otra parte he de decir que mis comentarios hacia sus letras son sólo para que no se le acuse de simplista o peor aún de no informado.

Decia ayer --antes de derramar mi cafe sobre el HP teclado y descomponerlo ya definitivamente-- que lo ocurrido con la menor Maria Música Sepúlveda , es un caso curioso, pues ya se habia visto en un siglo atras alguna especie de rebelion estudiantil, como la llamada "pingüino".

Lo qué paso fue el resultado de las leyes organicas de Pinochet(ya vera que todo en este comentario no tan breve tiene un solo centro, o como decia mi profesora de geometría su incentro). Bien, al entrar el general capitan se intervino la sociedad, al punto de incluso, de haber generado una ley de educación organica llamada LSOE, la que se peleó durante años por sacarla del paso. Al fin con el advenimiento del gobierno de la señora Bachelet, se quitó y se implementaron las medidas exigidas con los estudiantes, pues la gran movilizacion de ellos trajo como consecuencia que los adultos vieran en eso un buen indicio de hacia donde iban encaminados los futuros líderes de este pais.

Lamentablemente los chicos responsables de liderar este movimiento (ademas secundado pro los universitarios que piden aún que el estado asuma los costos de la educación privada que ellos ha elegido y para la que les dio el puntaje...)Bueno, de esta revolución los lideres se fugaron una vez obtenido lo demandado pues evidentemente tenian que estudiar y recuperar el tiempo perdido.

Lamentablemente no se hizo uso de los beneficios otorgados por el estado y otros chicos, esta vez menos razonables y estudiosos del caso, tomaron el liderazgo y se pusieron al frente de las mesas de dialogo y negociacion, lo que dio como resultado el jarro de agua sobre la ministra, que al ceder y no obtener lo que se merece de una negociación (el pago de vuelta) se fue de jarrazo.

Pues bien, quien quiera que diga que el general no ha incido en sus vidas esta tan equivocado. Como quien alguna vez dijo que la tierra era plana y que nos caeriamos a un abismo.

Cada cosa que se hizo en el periodo de dictadura tiene una repercusion hasta nuestros dias. Como por ejemplo el decir en una despedida, "cuidate", en lugar de "que estes bien".

(Esa expresión) ...viene de "cuídate, que ya se sabe que a cualquiera lo pueden agarrar."

Quien tenga un anciano jubilado que se queje que su pension ya no la recibirá mas, es por el plan de jubilación puesto en marcha por Pinochet, y dicho asea de paso, el mismo que le hemos vendido a los colombianos que al cabo de unos treinta años tambien gozarán de tener anciano indigentes.

Y asi en forma sucesiva.

El Chile es como alguna vez lo afirmé, una mala mezcla de los avaros conquistadores y los lugareños.

Pues así que los hispanos olvidan los crimenes de Franco, acá hacemos lo mismo con este señor.

Y asi como usted vió hay una calle llamada once de septiembre. bueno también tenemos una plaza llamada Mariscal Petain (condenado a muerte por colaborar con el régimen Nazi en la segunda guerra mundial). Estoy seguro que es el unico lugar del mundo donde se le rinde homenaje a gente como esos.

De seguro usted vió la pelicula esa Memento y el subtexto de eso era: si no hay mejor sordo que el que no quiere oir; de seguro no hay mejor cassette que el que se puede borrar; y el mejor recuerdo es ese que nos lo podemos inventar, pero ya sabemos con ravotril todo se siente mejor."

Pancho Bustamante dijo...

Tu anécdota sobre la censura de la sociedad chilena a la chica que mojó la cara de la ministra me hace pensar en el extremo respeto que se le tiene en Chile a la autoridad y me recuerda este cuento verdadero. Una pareja de uruguayos recibe a una pareja de chilenos en su casa, al tiempo los uruguayos viajan a Chile y se alojan con sus amigos chilenos. Había habido plebiscitos en 1980, en Chile ganó el proyecto de la dictadura pero en Uruguay perdió. En una reunión un chileno pide que le expliquen la razón y el chileno que había estado en Uruguay le dice: "cuando estuvimos en la casa de estos uruguayos, ella sirvió un postre y su hijo le dijo: '¡Quica, (la forma en que la llaman a ella) este arroz con leche es un asco!. ¿Tú te imaginas que un niño chileno diga eso a su madre, que ni siquiera la llame mamá, delante de visitas extranjeras? Pues, por eso ganó la dictadura en Chile y perdió en Uruguay".