domingo, 10 de mayo de 2009

México a la distancia III. Ecos de la gripe chancha


Llueve sobre mojado

Si ya de por sí un año lejos de de la tierra de uno convoca un leve torbellino melancólico en algún sitio que se encuentra entre pecho y garganta, presenciar, a varios kilómetros de distancia, lo que ha ocurrido en México en los últimos días, es una experiencia que no se puede vivir sin cierto grado de desolación.

A México le llueve sobre mojado.

Y es que uno no es supersticioso, pero casi con precisión de relojero suizo, desde que salimos del territorio mexicano se han sucedido, uno tras otro, infinidad de sucesos de corte truculento , desde el avionazo del Secretario de Gobernación en el barrio de Las Lomas, hasta la cotidiana dosis de descabezados en el norte del país.

Y ahora el drama este de la crisis de salud asociado a la gripe-porcina-influenza-humana.

Sin duda, desde Santiago de Chile, poco podríamos agregar a lo que seguramente ha sido regurgitado hasta el cansancio en los medios, que a todas luces han hecho su agosto sensacionalista.

Sin embargo creo que vale la pena consignar un poco lo que ha pasado, en parte, como una forma de construir la memoria del porvenir, y en parte, acaso, para sumar a la reflexión desde la perspectiva que otorga la distancia.

De primera mano

Primero algo sobre lo que a nosotros nos hemos experimentado de primera mano estando en el confín del mundo, según sugiere la raiz quéchua del término Chile:

El 29 de abril hicimos una función de cuentos en “El Mesón Nerudiano”, en uno de los barrios bohemios de Santiago. La noche de la función varios chilenos hablaron para cancelar la reserva que habían hecho desde semanas antes, pues establecieron un prejuiciado vínculo entre espectáculo mexicano y gripe porcina. Así que actuamos frente a un bar lleno a medias por un público mayoritariamente extranjero.

Con la extraña sensación de haber sido despreciados por un auditorio al que nunca llegamos a conocer, no fue difícil entender el contexto en que Héctor Reynoso, un futbolista de las Chivas del Guadalajara, eligió escupir y toser en la cara de uno de sus rivales del Everton chileno, como respuesta a la provocación del delantero, que se burló de él y le auguró una pronta muerte a manos del terrible vírus. Justo en la prensa del día siguiente a nuestra función aparecieron los testimonios de los jugadores de las Chivas que se sintieron discriminados como leprosos por los habitantes de Viña del Mar.

Por las mismas fechas Cristina Fernández, --jugando para la tribuna del electorado argentino que, dicho en términos futbolísticos, está siempre pronto a tragarse las fintas populistas de los políticos--, cerró las fronteras y canceló vuelos a México.

Más allá de la afectación económica que la acción tendrá (que debe ser relativamente marginal) la resolución tiene una negativa carga diplomática, al ser contraria al espíritu de cooperación que caracteriza las relaciones de ambos países.

Y sobre todo, tiene una extraña connotación contradictoria, pues en Argentina recién se ha desatado una epidemia de dengue que contaba 30,000 infectados no oficiales para principios de abril, lo que haría suponer que el gobierno estaría especialmente sensible para comprender y apoyar a sus pares mexicanos y no ceder al primer impulso paranoide.

Salvo los efectos que esto pueda tener en el ánimo de nuestros futuros anfitriones (Argentina es el último destino de nuestro viaje antes de volver), la medida no nos debe afectar en términos prácticos (salvo de que cunda la animadversión por los mexicanos, y a algún paco se le ocurra ponerse loquito).

No así a nuestros amigos de Laboratorio en Movimiento (aquellos que han hecho un recorrido por Latinoamérica en una camioneta que se mueve impulsada por biodiesel fabricado con aceite de cocina) que se encuentran actualmente en Buenos Aires. A ellos, la determinación de la presidenta los ha puesto en el limbo, sin posibilidades de volar de regreso a México como habían planeado, en un momento en que su presupuesto de viaje hace rato pasó por la fase de cuarto menguante.

Desde un sitio privilegiado

El segundo perfil de la experiencia sobre la influenza estuvo determinado en gran medida por la coincidencia de que en Santiago nos hospedamos con Mariana Aguirre, una amiga mexicana que trabaja para la FAO (el organismo desconcentrado de la ONU que tiene como misión eliminar el hambre en el mundo).

Mariana y sus colegas, valga la aclaración, se mueven en un organismo global que funciona de forma bastante semejante a la OMS (directamente involucrada en la crisis de la influenza), y por lo tanto , están acostumbrados a interpretar los mensajes y los signos entreverados en una situación como esta.

A través de su mirada nos ayudaron a comprender la complejidad de la crisis de salud que México enfrentaba: primero, por el inusual patrón de muertes que, a diferencia de la gripe común, estaba atacando a personas jóvenes relativamente saludables; segundo, por el hecho de que el virus habría trascendido la barrera de contagio animal-humano, entrando en el terreno del contagio humano – humano; tercero, por la mutabilidad y resistencia del virus; cuarto, por la presencia transregional del virus; quinto, por el costo potencial de una pandemia en caso de que cobrara la inercia que se espera dados los antecedentes del SARS y la gripe aviar.

Y no sólo eso, sino que además, gracias a la experiencia de estos interlocutores de la FAO, pudimos comprender la dificultad que tiene cualquier sistema público de salud (como el mexicano) para reaccionar con rapidez y congruencia frente a una coyuntura como esta (infinidad de decisiones burocráticas que deben alinearse para dar en el clavo de algo tan complejo como una pandemia); y también entender la naturaleza de las discrepancias entre la información del gobierno mexicano y de la OMS.

Visto a través de su mirada entrenada, no nos pareció en absoluto imprudente el manejo conservador que el gobierno mexicano hizo de la amenaza potencial, tal como se presentaba durante sus primeros días.

Visos de complot

Sin embargo, a pesar de la claridad que nos dio la perspectiva de estos colegas, han llegado hasta nosotros también todo tipo de teorías que asumen que la gripe porcina responde a un complot global.

Si no fuera por la gravedad del caso que vuelve la desconfianza que revelan estas teorías en una tragedia, el puro número, variación e inconsistencia de estas versiones –a pesar de que algunas tocan datos probables-- tendría que hacernos reflexionar más sobre los temores que se anidan en el inconsciente colectivo, y en último término, hacernos reir:

Que si se trata de un virus que creó una transnacional farmacéutica que es dueña de la vacuna, que se hará rica al distribuir el remedio sobre el que ellos tienen posesión monopólica.

Que si esta transnacional farmacéutica actúa en colaboración con el gobierno de los Estados Unidos, que planea reactivar la economía global a partir del dinero que generará la producción y distribución de esta vacuna.

Que si el gobierno durante la reciente visita del gobierno de Estados Unidos a México se planeó este brote para justificar el intervencionismo del vecino del norte sobre nuestro territorio soberano.

Que si ambos gobiernos aprovecharán la coyuntura y la confusión para impulsar la devaluación del peso y la posterior implementación de una moneda única para la región de Norteamérica –como el euro de la Unión Europea-- llamado Amero.

Que si el gobierno de Estados Unidos inoculó a los mexicanos para justificar el cierre de fronteras, retardar la reforma migratoria y combatir a los narcotraficantes.

Que si el gobierno mexicano creó una cortina de humo, a partir de la consabida teoría del shock para aprobar, mientras todos están apanicados, refundidos en sus casas, una legislación sobre posesión de estupefacientes.

El deterioro de la confianza

Lo que desde mi perspectiva es alarmante, es que la popularidad con la que se aceptan las ideas del complot, es un signo de la poca credibilidad que la gente le otorga al gobierno, y en consecuencia, del poco margen que tienen nuestros líderes para actuar en una situación crítica como estas, en detrimento del bien común.

Sin pasar por alto que en buena medida esta falta de crédito a la autoridad pudiera ser algo tan estructural un rasgo cultural del mexicano (como posiblemente sugiere la escala de distancia al poder del estudio clásico de cultura de Hofstede); y que los setenta años de esquizofrenia priista hicieron lo suyo para que nuestro pueblo desconfíe sistemáticamente de sus gobernantes; no puedo dejar de asignarle a los eventos recientes de nuestro país, un peso importante en esta crisis de credibilidad.

Vicente Fox encabeza desde luego la lista. Iniciando con el irresponsable manejo de expectativas asociado a sus promesas irrealizables de campaña (“en quince minutos resuelvo el problema de los indígenas en Chiapas”), y terminando con el hostigamiento sistemático que tuvo hacia López Obrador, reverso de la moneda necesario para enteder el poder que Obrador adquirió al representar el papel la víctima.

Víctima soberbia que fue también incapaz de aceptar su derrota electoral, y que al inventar la teoría del complot sobre las elecciones del 2006, se llevó entre las patas al único núcleo de confianza institucional que tenían los mexicanos (y que habían construído con sangre sudor y lágrimas): el Instituto Federal Electoral.

Activo social, aquella confianza institucional en el IFE, que con su incapacidad comunicativa no supo y no pudo salvaguardar aquella noche trágica de julio, su adalid oficial, Luis Carlos Ugalde.

Para ser justos, en ese escenario adverso, polarizado y de desconfianza, no es difícil entender también el tenor del contexto que ha incentivado a Calderón, el presidente actual, a ser tan conservador en sus decisiones, cuando en otra circunstancia podría haber tenido más latitud para actuar.

Lo cierto también es que, en cada una de las coyunturas que Calderón ha enfrentado --y que representan oportunidades tanto como problemas-- él tampoco ha conseguido ampliar su margen de maniobra, lo que conseguiría si su manejo fuera más acertado.

El mensaje en cadena nacional que Calderón ha dado para enfrentar la situación de la Gripe recientemente, es un buen ejemplo de ese manejo desafortunado, según opinan algunos amigos mexicanos. En buena medida porque fue incapaz de conseguir la necesaria concordancia entre el mensaje que comunicaba, la situación crítica y el sustrato emocional que se movía en el ambiente. Su intervención –dirigida a un pueblo que zozobra entre mensajes de pánico, desesperación y el descrédito al gobierno— fue tan acartonada y a la vez tan optimista, que según nos han dicho amigos bastante neutros políticamente, que en varios momentos les fué imposible diferenciar si el que hablaba al pueblo de México era un un clown o el presidente...

Lo bueno de lo malo

Con todo, entre los mensajes que hemos recibido de amigos y familiares, hay quien asegura que no todo es catastrófico; que la crisis de la influenza ha traído indirectamente algunas cosas buenas a los mexicanos.

Hay pues, quien asegura que estos días de cuarentena obligada se convirtieron en espacio inesperado de encuentro, que de otra forma, en la rutina diaria, hubieran sido impensables; gente que afirma que han encontrado la vía hacia otros en un desacostumbrado compartir de relatos, de esos que se cuentan sólo a se encuentran codo a codo junto a uno en medio de una tragedia o un encierro....

Por nuestra parte, a kilómetros de distancia, al día siguiente de que fuimos víctimas de un pequeño desaire de prejuicio discriminatorio durante nuestra función de cuentos, mientras leíamos la columna de Cristian Warnaken –¡México Muerte!— en periódico chileno El Mercurio, encontramos, entre lágrimas de nostalgia, un motivo más para querer estar pronto a la vuelta, en nuestra tierra querida, codo a codo con nuestros amigos y familia:

“(…)

Andan diciendo por ahí que la Muerte se pasea por Ciudad de México como madre por su casa. La quieren declarar en cuarentena, clausurar, estigmatizar como la aldea de la peste. Pero Ella ya ha pasado por esto tantas veces, por la prueba del fuego y del exterminio. Ella ha cruzado las aguas de la corrupción y la tragedia. Y sigue ahí, espléndida como la Virgen de Guadalupe, su patrona, invitando a las cíclicas muerte y resurrección de siempre. Allí los vivos usan mascarillas y los muertos respiran.

Mientras escribo esto, la emoción se me sube a la cabeza. A tientas, como un ciego, vuelvo a caminar y perderme por el bosque de Chapultepec... De pronto estoy junto a los añosos árboles del Paseo de la Reforma, después busco en Coyoacán, paso cerca de la casa donde estuvo Jack Kerouac en los años en que se enamoró de Tristessa, la prostituta católica que le enseñó la pureza. Es el mismo barrio donde anduvieron Hernán Cortés y Malinche, en los comienzos. Sé que puedo cruzar una esquina cualquiera y volver a encontrarme con mi inolvidable amiga Bárbara Délano, que estará ahí, como si no hubiese muerto nunca, esperándome para ser mi guía en los laberintos de la soledad. Iremos a conversar a los bares que sólo ella conoce, y a hablar de los poetas mexicanos que sólo ella recita de memoria. Me sacaré la mascarilla y le diré: "¡Qué vacía está la ciudad, Bárbara...! ¡Qué desastre!". Pero ella reirá, me agarrará del brazo, y, burlándose del pánico puritano a la muerte, me besará en la mejilla y yo besaré su mejilla afiebrada de muchacha muerta.

Entonces lo sabré: no se sana uno nunca de la muerte ni de la vida. No se sana uno nunca del amor a Ciudad de México. Y no hay que huir, sino regresar siempre a la ciudad sagrada
.”


2 comentarios:

Geraldina GV dijo...

Interesante su perspectiva. Creo que la epidemia ha destapado muchas cloacas en México, no todo estába ya bien después de la alternancia, y auguro que habrá una mayor asistencia a las urnas en julio.
Acá después de un fin de semana algo histérico de notas sobre una ciudad tomada por el ejército y declaraciones de estado de emergencia. Los primeros días de mayo las notas fueron bajando de intensidad amarillista hasta un muy decente informativo de corte más científico que histérico.

Noto en ustedes -como en otros amigos que viven fuera- nostalgia y tristeza. Me llama la atención que yo nunca sentí nada de eso, al contrario mi sentimiento fué más formal que sentimental. Nunca hubo un nudo en la garganta ni piel de gallina. Más bien me pareció muy dramático e histérico el manejo mexicano de la situación.

ágora dijo...

hola Jennifer y Arturo
debo confesar que el fragmento del texto rompió mi silencio, como casi logra romperlo la ilisión de poder explorar el mundo de los tacos...
es llamativa su nostalgia creciente, espero la disfruten

abrazos