miércoles, 3 de junio de 2009

El día que murió Benedetti


Benedetti murió tres semanas antes de que termináramos el viaje. De una forma elocuente y sincrónica, supongo, pues todo ahora sabe a despedida.

Nosotros nos encontramos con la noticia el día que llegamos a Buenos Aires, a las cinco de la mañana, rodeados de una neblina tremenda.

Compramos el periódico en la estación de buses y lo leímos tomando café en la estación.

Esa misma mañana recibí un correo de Yvonne Pahlen, nuestra amiga uruguaya del Paullier.

"La ciudad está inundada de Mario...... hoy en la Marcha por los desaparcados su voz se hizo escuchar a través de los parlantes con su poema sobre los que ya no están y no sabemos donde están!

Me acordé de tu emoción en Táctica y Estrategia...

Galeano anduvo mostrando su dolor callando más que nunca.


Montevideo está de luto."

Le pedí que me contara más. Me escribió otro texto al día siguiente. Y me escribió:

Mario Benedetti ("benditos" en italiano) benditos y benditas sean las personas honradas como él.

La ciudad, domingo entero atardeció con su muerte. estaba internado y lo habían mandado a su casa porque estaba mejor, murió durmiendo.

Su mujer Luz murió en el 2006, tenía Alzheimer.

No tuvieron hijos.

El lunes solo escuchábamos su voz en todas las televisiones y radios, y cuando no era su voz eran sus palabras cantadas o dichas por otras gentes, artistas, cantantes, escritores, juglares. Mario sabía decir, siempre disfruté de su tono, no muy dramático, sincero, acogedor, de abuelo de tanto en tanto, de cuando en cuando.

Todo ese día las palabras tocaron nuestros cuerpos, sus poesías acariciaban y sorprendían nuestros cuerpos, que parando de hacer lo que estábamos haciendo en el cotidiano, nos dejábamos mecer, entristecer, alegrar, concientizar.

Dijo Mario que para él, la única religión, era la conciencia.

Todo ese lunes los uruguayos pudimos ir a despedirnos del poeta al Palacio Legislativo, más exactamente a "El salón de los Pasos Perdidos". Nunca estuvo más lleno de pasos ese enorme espacio construido a principios de siglo pasado.

El amor en él era grande, amor por su pueblo, por sus allegados, su familia, su esposa, su amor por el compromiso permanente por una vida digna y más justa para aquellos que les tocó y les toca vivir en la miseria...

Recién ahora que me pedís que te cuente hago carne esas sensaciones auditivas permanente del lunes y del martes, ese bombardeo amable refrescante purificador de su voz y sus letras.

Ayer 20 de mayo, fue la Marcha del Silencio por justicia y verdad y porque queremos saber donde están nuestros desaparecidos.

La voz de Mario salió desde los parlantes instalados a lo largo de 18 de Julio embanderándose una vez más Mario con esta lucha recitando sus versos donde habla de los que ya no están y no sabemos dice él, donde carajo los metieron.

Valiente el poeta.

Ahora lloro un poco, entrañable Mario, franco y tan buena persona.

Supimos encontrarnos con él en el exilio, siempre dispuesto a hacer lo que fuera necesario para luchar desde fuera para el adentro que estaba en dictadura.

Ni una soberbia.

Cuando escribió Desexilios pegó fuerte, él también estuvo 12 años dando vueltas por ahí mientras hacíamos tiempo sabiendo que volveríamos, aunque en cada lugar, por salud mental, sacáramos los trapos de las valijas y los colgáramos en el ropero.

Grande Mario y gracias Arturo por pedirme que te contara. Me hizo un bien enorme.

Te, los abrazo.

Yvonne

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