martes, 24 de junio de 2008

En un lienzo de Picasso

Primeros trazos

Hace tres años, cuando la idea de este viaje apenas aparecía tímidamente en mi imaginación, tenía una cosa clara. Quería contar cuentos en la calle. Lanzar al aire mis cuentos y ver como reaccionaría la gente de los distintos pueblos de Latinoamérica. Eso lo sabía. Lo que no tenía idea era cómo se darían las cosas para lograrlo.

En ese entonces ni siquiera éramos novios Arturo y yo. Estábamos instalados en una amistad extraña; nos confesábamos historias sobre amores rotos o imposibles; nos acompañábamos en las tardes de domingo y platicábamos sobre los sueños que queríamos ver cumplidos.

En los primeros días de enero del 2005 conocimos a una pareja que estaba haciendo un recorrido en bicicleta desde Alaska hasta la Patagonia. Sin decirlo nos quedamos enganchados con su historia de aventura y su proyecto de pareja.

Yo sabía que no tenía ni el talento ni el interés de exigirle a mi cuerpo un reto de esa magnitud. Pero tenía mi propio talento. Contar cuentos. La idea empezó a revolotear nerviosa por mi cabeza. ¿Cómo se hace un viaje de ese estilo? Sin embargo, cuando se tiene claro el "qué" la vida se encarga de aportar los “cómos". Lanzarnos al viaje fue la primera gran apuesta que hicimos Arturo y yo como pareja y la vida, generosa, se ha ido encargando del resto….

Agregando colores

Una coincidencia tras otra fue la que nos llevó a nuestro primer espectáculo de cuentos callejeros.

Apenas a dos días de haber llegado a Antigua nos pusimos a la búsqueda de un espacio para rentar. Vivir de hotel en hotel es una rutina que al cabo de un tiempo te deja con una sensación de desgaste y vacío. Antigua es uno de esos lugares en el mundo donde los extranjeros llegan a vivir por un rato y eso permita que haya anuncios de renta por todas partes.

La búsqueda fue sencilla. Después de unas llamadas ya estábamos instalados en un departamento de paredes blancas, piso de barro y un olor a fría humedad que me recordaba a San Cristóbal de las Casas.

En cuanto Olga, la casera (aunque aquí en Guatemala aprendimos que esta palabra tiene la connotación de amante), se enteró de nuestro proyecto de viaje y cuenta cuentos su cara se iluminó. “Yo también soy artista” nos dijo, orgullosa: “hago pintura en cerámica” Y comenzó a darnos nombres y recomendaciones para presentar una función de cuentos. En especial nos habló de Manuel, un amigo que tenía un espacio cultural llamado La Casa del Mango.

Así fue como llegamos un sábado por la noche a la Calle de los Nazarenos, una pequeña calle que está justo en las afueras de la parte turística de la ciudad de Antigua. La casa olía a viejo; las paredes llenas de cuadros de distintos pintores de la región; un minúsculo patio interior con macetas desbordantes de plantas y una salita donde se proyectaba la película El misterio de Picasso.

Conocimos a Manuel y a su grupo de amigos, artistas y bohemios españoles, que habían decidido hacer de Antigua su hogar. Intercambiamos unas cuantas frases sobre nuestro viaje, los cuentos, su proyecto cultural y nos sentamos a disfrutar la película.

El misterio de Picasso

El misterio de Picasso es un documental originalísimo que te introduce al estudio de Picasso, a verlo en acción mientras pinta. La película tiene sólo tres o cuatro breves diálogos, pues todo consiste en ver los trazos del artista sobre un lienzo vacío que se va transformando en una pintura.

El camarógrafo encuadra cada lienzo filmando desde el lado opuesto a Picasso, para que el público pueda ver los trazos sin tener que ver la mano del pintor.

Así cada escena de la película es un cuadro que comienza con unas cuantas líneas que al principio no dicen nada. Las líneas van cobrando forma y se comienzan a adivinar las figuras –una mujer dormida, una ventana, dos hombres mirándola… Después añade pintura, como si fuera un niño jugando con colores, despreocupado.

Al final, cuando aparentemente está por terminar el cuadro, en dos trazos valientes, desaparece la figura central para dar lugar a un cuadro totalmente distinto.

Ese es el misterio de Picasso. Ni él mismo sabe la dirección que tomará su pintura cuando la inicia. Su mano pinta mientras su mente trata de seguirle la pista y sus ojos ya están viendo la figura que aparecerá donde antes no había nada. Cada cuadro es un trance de colores, formas y juegos.

Para mi esa es la esencia de nuestro viaje. Quiero dejar que el viaje juegue conmigo; que los colores y las figuras vayan transformando el lienzo en blanco. Quiero dejarme sorprender por las formas que irán apareciéndose; dejarme llevar por los colores del momento. Quiero dejarme sorprender y ser capaz de cambiar, en el último momento, la dirección del viaje. Aprender a confiar…

La vida misma se va encargando de ofrecerte las oportunidades para que cumplas tu sueño. Lo importante es iniciar: tomar el lienzo, las pinturas y sentarse con dedicación y confianza. El resto es en gran parte inspiración del universo.

Pintando cuentos

Terminando la película, Manuel nos platica que al día siguiente harían un taller de pintura para los niños del barrio. Para terminar el taller les gustaría colgar las pinturas en la calle e inaugurar la exposición con una función de cuentos. Nos invita a contar.

Al día siguiente aparecemos en La Casa del Mango. Recién ha acabado el taller y en los rostros del grupo se ve cansancio y satisfacción. Nos platican emocionados que tuvieron veinticinco niños y que incluso llegaron algunos adolescentes que hubieran querido tener menos años para participar. Arturo y yo nos sentimos de vuelta a los años de Colonias de Vacaciones. También nosotros pasábamos horas trabajando con niños. Semanas dedicadas al juego y a la fantasía, determinados en colaborar un poco para abrir la mente de los niños y mostrarles que en su imaginación tenían todos los recursos necesarios para divertirse.

Arturo rápidamente se apropia del trapeador y ayuda a limpiar las baldozas rojas y amarillas que decoran el piso. Mientras tanto, yo me pongo de acuerdo con Rodolfo, un cuentero chapín (guatemalteco) y Teresa, una cuentera vasca, para decidir el orden de los cuentos. Aunque al final, como en todas las cuenteadas, sé que los cuentos se decidirán en plena marcha, un poco al estilo de Picasso…

Al principio llegan sólo diez niños que se acomodan en cojines de colores sobre la banqueta. Para llenar la calle de cuentos, Manuel ha conseguido cerrarla, indicando con un listón y una bicicleta, que la calle –durante unas horas- le pertenece al arte y a los niños.

Con el primer había una vez… comienza a llegar más gente. Algunos adultos se detienen, tímidamente, en la esquina de la calle para quedarse escuchando, cómplices, sonriendo como si volvieran a ser niños. El vendedor de helados se detiene, recostado sobre su carrito, sonando la campana al final de cada cuento.

Yo me retraigo un poco de la escena simplemente para mirar y asegurar que no se me pierda este instante de magia. Lo logramos. Estamos contando cuentos en la calle, rodeados de verde y azul, compartiendo sonrisas y acentos, con un grupo de artistas que hace apenas tres días no conocíamos. El lienzo de nuestro viaje está comenzando a llenarse de color…

La preparación


Liliana pega dibujos de los niños en la calle



Manuel y unos niños preparan el cartel de invitación
Jennifer y Teresa acuerdan el órden de los cuentos


Liliana y los niños piden permiso a la doña para pegar los carteles
¿Quién quiere cojines para sentarse?



Cojines como dulces de piñata...



Manuel retrata a los niños



Las gemelas llegan justo a tiempo...


La función


Jennifer en la Calle de los Nazarenos


Jennifer cuenta "Juan Bobo"





Teresa y el cuento de Mari Puskers, la niña a la que se le salió un pedo...







Rodolfo preparándose para contar Las Travesuras de Max





Arturo canta Shuami el Camello

Jennifer y el cuento de la Fruta sin nombre






Cierre y despedida

Larraitz y Liliana, artífices de la jornada con los niños


Manuel se despide de todos...

3 comentarios:

Cachorro dijo...

Amigos,

!!Que divertida reseña gráfica¡¡ Debo confesar que el día de hoy si me dieron envidia.

Los quiero

sergio

jb@ap dijo...

Cachorro:

Todo el domingo estuvimos acordándonos de nuestros amiogos de Colonias de Vacaciones. La casa del mango se parece muchísimo a Santa Teresa Tenancingo... Los niños de la vecindad de la calle de los nazarenos, como será evidente, no distan mucho de ninguno de los barrios marginales de la ciudad de méxico... Y qué te digo de nuestros nuevos amigos, Manuel, Liliana, Teresa, Rodolfo y Larraitz, perfectamente podrían ser Alejandro Gimeno, Casilda Barajas, Angela Portugal, Jorge Sierra y Ale Fernández...

Vaya desde acá un saludo a todos los animadores de Colonias!

Geraldina GV dijo...

Felicidades por arrancar esas sonrisas...!